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>Concluyo pues, pidiendo que se apruebe el artículo, que se reduce únicamente á hacer una protesta solemne contra las usurpaciones de Napoleon, y á declarar que la nacion española tiene el derecho esclusivo de establecer sus leyes fundamentales. Hé aquí el punto de vista bajo el cual quisiera que se mirase la cuestion, y no bajo un aspecto odioso, contrario á las sanas intenciones de la comision.»

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TOMO 11.

CAPITULO II.

Oradores célebres.-Filosofía y pasion.

I.

Mal podria conocerse el verdadero carácter de las Córtes de Cádiz, si no se hiciese un análisis detenido de los principales atletas de la palabra que tomaron una parte muy activa en aquellas célebres sesiones y que más tarde aparecieron como estadistas eminentes y políticos consumados, sin embargo de que algunas de sus doctrinas fuesen utópicas y se resintiesen de los errores filosóficos del pasado siglo.

Por eso, y ya que más tarde y al llegar á la época en que algunos de los famosos diputados gaditanos ocuparon la poltrona ministerial y acentuaron mny marcadamente la marcha del gobierno, me parece oportuno darlos á conocer por los rasgos de su inteligencia en la primavera de su vida, por sus vehementes aspiraciones y por las ideas políticas que tanto acariciaban y que despues sacrificaron á las consideraciones de tiempo, lugar y circunstancias; es decir, á la bondad relativa de las cosas.

II.

Y no podemos hablar de los oradores parlamentarios de aquel famoso Congreso, sin que inmediatamente salte á

nuestra vista la figura de D. Agustin Argüelles, hombre de fecundísima concepcion, de facilísima palabra, de conocimientos variados y de condiciones muy excepcionales.

Sus rasgos personales se caracterizaban por su estatura elevada, por la viveza de sus ojos, por su expresiva figura, pues hasta su rostro, no muy agradable por cierto, le revestian de un aspecto original que le hacia interesante.

Pero su educacion política la tuvo en la revolucion francesa, y esa circunstancia no podia menos de imprimir un sello particular á sus elucubraciones.

Sus discursos eran desordenados, y muchas veces se le conocia que tomaba la palabra más por el deseo de hablar y quizá de lucir su ingenio y locuacidad, que por la idea de ilustrar la cuestion que se debatia.

Al ménos, así puede suponerse si se tiene en cuenta la frecuencia de sus discursos y la vehemencia de sus frases.

Desde el instante en que levantó su voz cautivó la atencion del auditorio y conquistó un puesto muy distinguido entre los oradores de más fama y renombre, entre los que merecen desde luego una mencion especial García Herreros, Mejía, Gutierrez de la Fuente é Inguanzo.

Eran efectivamente muy raros los dias en que no brotaba de su lábio el caudal arrebatador de su elocuencia, que es más para oido que para leido, pues los defectos de que adolecia los disimulaba mejor con su actitud y con su acento que con los conceptos reducidos á letra escrita y sometidos al juicio de una crítica severa é imparcial.

De tal modo resplandecieron en la Asamblea las brillantes dotes de Argüelles, que los diputados en general estaban pendientes de su palabra y se inclinaban dócilmen

te hacia el lado á que los conducia su enérgica oratoria.

III.

Pero ya he dicho que la cuna de su educacion fué la revolucion francesa y la escuela filosófica en que este se inspiró y esa circunstancia influyó sensiblemente en el exagerado tinte democrático que se dió á la Constitucion del año 12, y que fué la ocasion propicia de su ruina, porque cuando se sacrifica todo al radicalismo de los principios y no se atiende para nada á lo que la esperiencia enseña y la practica recoge, no es posible sostener el edificio político.

Y al hablar de las condiciones generales que reunia tan insigne orador, no podremos menos de dar á conocer, aunque en fragmentos, el más famoso de sus discursos, porque es el que más sensacion causó Ꭹ el que más alto levantó la sólida reputacion que habia sabido conquistar. Ese discurso fué el que pronunció en defensa de las Córtes de Cádiz, atacadas violentamente por el diputado Vera y Pantoja.

A pesar de que Argüelles era hombre de vehemencia, no se crea que sus discursos parlamentarios modernos, puesto que en aquella época estaban faltos de costumbre para hablar en público y porque el caracter de la enseñanza era más bien académico, filosófico y frio.

Entre las frases más entusiastas que se escapaban de sus labios deben citarse aquellas que pronunció hablando de la independencia nacional. «No olvidemos nunca, decia, lo que respondió el Senado de Roma á las proposiciones de Anibal: Sal de nuestro territorio y entonces trataremos contigo.»

IV.

Pero en Argüelles se ha observado muy marcadamente un fenómeno que es digno de notarse en todos los más brillantes oradores políticos, y es, que en los albores de su vida, por vehementes, apasionados y exagerados en sus ideas, pero que á medida que el tiempo templa sus pasiones se calma su exaltacion, y empiezan á reponer sus sentimientos y á encaminar sus ideas por una corriente más oportuna y discreta.

<Pero hablar de transacciones, decia algunos años des pues, ¿qué significa esta palabra? ¡Cómo! ¿cuándo un gobierno ha transigido con un súbdito? Indigno seria de gobernar á una nacion grande, á la nacion española el que transigiera con un súbdito.>>

Por cierto que esas palabras 'entrañan una enseñanza profunda, porque demuestran que el aliento vertiginoso de los primeros años de la vida política, no debe ser el criterio más seguro para gobernar á los pueblos y dirigir las naciones conciliando la libertad con el órden.

Ocasion tendré en el curso de este libro de hacer ver que este fenómeno es tan repetido y tan constante que puede elevarse á la categoría de ley.

El Sr. Argüelles, despues de haber sido dos veces presidente de las Córtes y ministro de la Gobernacion, fué nombrado tutor de S. M. y A., descendiendo á la tumba sin cruces ni condecoraciones, que tan frecuentes son en los hombres de su talla de orador parlamentario y de su carrera política.

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