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Vándalos desde 420 á 425, saqueadores de las iglesias y destructores de Cartagena y Sevilla. Oculta siglo y medio quizá, descubierta á deshora, y colocada en algún señalado templo de la ciudad, se grabó para memoria perpetua

< Recondita ineundum Valles suburbio obolconenge, cella S(an)c(ta)e Mariae. La (imagen) escondida camino de los Valles, arrabal de Obulco, en el monasterio de Santa María.»

Gracias á nuestra epigrafía romana, está fuera de duda que los antiguos españoles se gozaban en levantar simulacros de oro y plata, no solamente á las deidades olímpicas, sino también á personas particulares, no rara vez engalanándolas con riquísimas joyas. Díganlo, en Mérida, el busto de Tito, que pesaba cinco libras de oro, dedicado por la provincia Lusitania; en Guadix, la gran estatua de Isis, costeada por Fabia Fabiana, y abrumada de collares, anillos y preseas de sumo valor; y, en fin, cerca de Loja, la estatua cubierta de pedrería que Postumia Aciliana mandó, por testamento, se le erigiese. Pues con mayor razón la España cristiana honró las santas imágenes, labrándolas de precioso metal, y adornándolas y juntamente los altares, de riquísimas joyas. Bien lo patentizó el tesoro de Guarrazar (Toledo), desenterrado á 15 de Agosto de 1860, mostrándonos que los próceres visigodos, cual Sónnica, se apresuraban á ofrecer la diadema de su frente á Sancta Maria Insórbaces, al propio tiempo que le consagraban sus coronas reales tan devotos príncipes como Reccesvinto y Er vigio. Ni en pobrísima y calamitosa edad fueron menos espléndidos los primeros reyes de Asturias; y por los años de 891, Alfonso III ofrece al monasterio de San Adrián y Santa Natalia patenas y cálices, cruces, lámparas y coronas de plata, y cuatro coronas de oro.

Por consiguiente, ha de sernos licito conjeturar que poseyera Obulco una efigie del Redentor ó una imagen de su Madre Santísima, ya de preciado metal ó ricamente alhajada, ya de madera pero de gran veneración; y que la pusiesen á buen recaudo en pobre monasterio personas advertidas, cuando la irrupción de los Bárbaros, ni más ni menos que cuando la de los Árabes se

ocultaron en Guarrazar, junto á Guadamur, los tesoros del referido santuario toledano.

La forma de letra en la inscripción de Obulco, pertenece scguramente á los últimos años de la centuria vi. Y dada mi conjetura de haberse de relacionar el epígrafe con una imagen escondida á principios del siglo v, hay que inferir, ó que la memoria del escondrijo se perdió, ó que si vino á transmitirse de unos monjes en otros, no hallaron sazón oportuna de restituirla á su pristino estado hasta que en España tuvo paz y predominio la Iglesia de Dios, merced al católico Recaredo.

A más de tan curiosa piedra, sacóse de entre las ruinas un fragmento de inscripción arábiga, al ser demolido el arco de los Remedios; y solo contiene la vulgar fórmula: «En el nombre de Dios clemente y misericordioso.» Nota el Sr. Rivera Romero que en pueblo donde abundan los epígrafes latinos, jamás ha logrado ver otro arábigo.

Inscripción de Lucena.

Por último, el Sr. Rivera Romero envia también calco de la inscripción sepulcral de un descendiente del príncipe Atanahildo, descubierta el año de 1874, en jurisdicción de Lucena, cortijo del Chato, cerca de la linde con Puente-Jenil y del sitio denominado Molino de Castil-Anzul, la cual publiqué yo á la página 152 de mi contestación académica al Sr. La Rada y Delgado (27 de Junio de 1875). De esta lápida es hoy dueño nuestro Correspondiente; y en su casa de Córdoba, calle de los Manueles, 2, se conserva con merecido aprecio.

Refiérese la piedra á un nieto de aquel opulento magnate que, en 743, empuñó el cetro del reino católico é independiente fundado en las comarcas del Segura por Teodomiro, cuando la pérdida de España. Y no brinda solo con interés histórico, sino paleográfico, así por la forma, diversos tamaños y variedad de los caracteres, como por verse enlazados los más, y embebidos frecuentemente unos en otros. La lectura, sin embargo, resulta fácil y verdadera, por la perfecta conservación del monumento.

El diligentísimo Hübner, al tomar de mi Discurso y reproducir

la inscripción, duda que esté bien leído por mí el verso 8.° Pero nuestros insignes compañeros los Sres. D. Eduardo Saavedra y D. Fidel Fita, votos de la mayor excepción y presentes á esta Junta, acaban de examinar el nuevo calco y de convencerse por sus mismos ojos de la exactitud con que trascribí el letrero entonces y le trascribo ahora. El verso 8. aparece clarísimo en la piedra y no da lugar á la menor vacilación ni duda.

Abierta en mármol blanco la inscripción, mide 59 centímetros de alto, por 32 de ancho; y reducida por mí á letras minúsculas cursivas, en esta página, dice lo siguiente:

5

10

hoc nepos loco tenetur maximi viri atana quem prisca vocabant secula ildum sinde patre genitus miro in beatia rure iohannes eximius ex fonte vocatus sapiens benignus quin etiam ore modestus florens eclesia decenter mente quieta catholicus strenuus preclarus mente qui fuit alumnus ortodoxus legitime abtus ethereis iungatur sorte beata locatus cum xristo regnet pium quem coluit d(eu)m explebit cursum octabo idus agustas sexdenum et septem etatis vite peragens nungentesima sex decies vel tria sub era

e

963

925

7 catholicus, unidas la T y H muy claramente en el calco. 12 sexdenum, unida la V á la M en los trazos del centro.

«Aquí se encierra un nieto de aquel varón máximo á quien su siglo, ya remoto, apellidaba Atanahildo. Engendróle Sindemiro su padre en el campo de Baeza, y se le puso en la pila bautismal, por nombre, Juan el Eximio. Sabio, benigno, sencillo en sus palabras, honor de la cristiana Iglesia, cuyas dignidades no ambicionó jamás, católico valiente, preclaro alumno ortodoxo á maravilla, júntese á los bienaventurados en las mansiones celestiales, y reine con Cristo á quien adoró como á Dios misericordio

so. Pasó de esta vida, cuando contaba 67 años de edad, el 6 de Agosto de 925.»

La E de abajo paréceme inicial del nombre del poeta.

El nieto del príncipe Atanahildo nació cuando en León reinaba D. Ordoño I, y en Córdoba, Abderrahman II; vivió en los días de prueba en que el atrevido Omar ben Hafsón, nuevo Pelayo, hizo de las sierras de Málaga y de la Alpujarra un glorioso propugnáculo de la fe; y murió, imperando en Córdoba Abderrahman III, y en León D. Alfonso IV el Monge.

La Academia está en el caso de hacer públicos su gratitud y lo mucho que aprecia á tan docto, generoso y activo correspondiente como el Sr. D. Victoriano Rivera Romero.

Madrid 10 de Junio de 1887.

V.

AURELIANO FERNÁNDEZ-GUERRA.

UN ESPAÑOL DEL SIGLO XV TENIDO POR ANTE-CRISTO.

Entre las crónicas francesas del siglo xv se encuentra narración del siguiente curioso suceso (1).

En el presente año de 1445 vino á estas partes un letrado (2) de edad de 25 años, que decía ser natural de España. Era de mediana estatura, de buena presencia, muy agradable á cuantos le trataban, y tenía de todas las ciencias, especialmente de las eclesiásticas, el más profundo conocimiento que se haya acreditado en cualquier país. Era además caballero en armas, doctor en teolo

(1) Chronique de Mathieu D'Escouchy, publiée par la Societé de l'Histoire de France, París, 1863, t. 1, pág. 69.

(2) El texto dice clerc, más por el sentido se comprende que está puesta la palabra en la acepción de letrado ó de estudiante. En una relación de la misma época se lee: «Parmi les enfans était un fils de veuve un gentil petit CLERC de sept ans d'âge qui chaque jour venait à l'école...>>

gía, en medicina, en leyes y en derecho: sabía de música más que otro alguno; tocaba todos los instrumentos excelentemente, y daba las reglas é instrucciones de cómo debía de hacerse en cada cual. Manejando una espada de dos manos saltaba delante y detrás de su adversario, sin paralelo. Finalmente, después de haber corrido muchos lugares del reino de Francia, vino á París, donde én presencia de 40 ó 50 de los hombres eminentes de la Universidad, fué examinado y preguntado en varias ciencias, respondiendo tan bien, y con tales razones, que nadie pudo corregirle; y lo que es más de notar, redarguía sobre los libros de San Jerónimo, San Agustín y otros de la Santa Iglesia.

Habiéndose reunido después en plena Universidad sobre 3.000 letrados, presentó muchos argumentos, á no todos los cuales le pudieron satisfacer. También estuvo en el Parlamento y en otras asambleas, sin encontrar apenas opositores, permaneciendo algún tiempo en París; y luego marchó á Gante con propósito de visitar la corte del duque de Borgoña.

Allí fué igualmente examinado por los más sabios, que lo juzgaron sin igual. Quiso ir á Inglaterra, y no habiendo logrado pasar el canal, dió la vuelta por Alemania y Francia.

Cuando salió de París se reunieron los más respetables de la Universidad á deliberar sobre el caso, y bien discutido, les pareció no ser posible que en el espacio de cien años llegara un hombre á aprender y retuviera lo que él sabía.

Con esta certidumbre sospechaban los sabios que hubiera adquirido la ciencia por arte mágica, y que sería acaso el AnteCristo ó uno de sus discípulos; porque consideradas sus circunstancias y examinados los libros que tratan de lo que ha de suceder, se veía que el Ante-Cristo había de nacer en tiempo de guerra, de padre cristiano y madre judía (que se fingiría cristiana), hijo adulterino, y que al nacer serían los pueblos poco caritativos. Además que estaría poseído del Demonio, de quien habría el saber, aunque pareciera serle natural, que sería cristiano hasta la edad de 28 años, y en la juventud visitaría á los Principes con objeto de hacer alarde público de sus conocimientos, y que el año 28 de su existencia iría á Jerusalén, donde los judíos habían de recibirle por Dios, reinando hasta el año 32 de su

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