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«que pueda ser perturbada; y tengo la satisfaccion de asegurar á las Córtes «que cuantos rumores se han esparcido en contrario carecen absolutamente «de fundamento, y son propagados por la malignidad, que aspira á sorpren«der á los incautos, á intimidar á los pusilánimes, y á abrir de este modo la «puerta á la desconfianza y á la discordia.» A todos constaba que no era así, y lo veremos luego; pero éste era el carácter y éste el manejo de Fernando. En la brevísima respuesta del presidente solo llamaban la atencion las últimas palabras: «Las Córtes harán ver al mundo entero, que el verdadero poder y «grandeza de un monarca, consisten únicamente en el exacto cumplimiento «de las leyes.» Palabras que desde luego se comprendió que más que una simple aseveracion envolvian una advertencia conminatoria para el trono.

El rey por su parte, despues de haber admitido en 8 de enero la dimision de los ministros de Estado, Gobernacion, Guerra y Hacienda, hecha á consecuencia del mensaje y de la actitud de la anterior cámara, y nombrado interinamente otros en su lugar, aunque declarando estar muy satisfecho de los servicios de los primeros (1); despues de haber hecho pasar los ministerios por otras manos interinas, la víspera de abrirse estas Córtes y conocido ya su espíritu, nombró el gabinete definitivo (28 de febrero, 1822), compuesto de las personas siguientes: Estado, don Francisco Martinez de la Rosa; Gobernacion, don José María Moscoso de Altamira; Ultramar, don Manuel de la Bodega (que á los pocos dias fué reemplazado por don Diego Clemencin); Gracia y Justicia, don Nicolás Garelly; Hacienda, don Felipe Sierra Pambley; Guerra, don Luis Balanzat, y Marina, don Jacinto Romarate. Toreno, que habia sido invitado por el rey para la formacion del nuevo ministerio, no tuvo por conveniente aceptar, y se contentó con indicar á Martinez de la Rosa para jefo' de aquél.

Hombres pacíficos y honrados los nuevos ministros, conocidos en la anterior legislatura por sus opiniones moderadas, y algunos por su brillante elocuencia, cualquiera que fuese el cálculo y el propósito del monarca al encomendarles las riendas del gobierno, frente á unas Córtes compuestas en gran parte de hombres exaltados y fogosos, Martinez de la Rosa, jefe del ministerio y Riego presidente de la Asamblea, era, sobre una verdadera anomalía, un peligro evidente de choque entre los dos poderes. Pues aunque se colocáran en los bancos ministeriales Argüelles y otros diputados de talento y de prestigio, la falanje con que tenian que combatir era formidable y turbulenta, y lo que le faltaba de esperiencia y de tacto parlamentaric, lo suplia la fogosidad, una

(1) Los dimisionarios eran Bardají, Feliú, Salvador y Vallejo: los interinamente nombrados fueron don Ramon Lopez Pelegrin

(Estado), don Vicente Cano Manuel (Gobernacion), don Francisco de Paula Escudero (Guerra), y don José Imaz (Hacienda),

palabra fácil en algunos, y en todos la resolucion y la constancia en no perdonar medio para deshacerse de los nuevos ministros y arrebatarles el poder. La comunicacion de su nombramiento en la primera sesion (1.o de marzo) fué recibida ya con visible desagrado.

Muy poco, pues, tardó en romperse el fuego entre la oposicion y el gobiorno, antes que hubiese actos de éste que poder juzgar. Túvose por de mal agüero lo salida del rey con su familia el 6 al real sitio de Aranjuez, porque se observaba que la ausencia de la córte era siempre presagio de alguna mala nueva. Así fué que en la sesion de aquel mismo dia trabóse disputa sobre el órden en que los ministros habian de leer la Memoria que cada uno llevaba redactada sobre el estado de su ramo, opinando unos que fuesen por el órden de las secretarías, otros que indistintamente. El de la Gobernacion manifestó que no habiendo ley alguna que lo determinase, no tenian obligacion de atenerse á la práctica, y procedió á leer la suya el ministro de Marina, en razon á tener que acompañar al rey aquella tarde. Bastó este fútil pretesto para que acto contínuo se presentára una proposicion, que apoyó el señor Isturiz, concebida en estos términos: «Pedimos á las Córtes que manifiesten el alto des«agrado con que han visto la conducta del ministro de la Gobernacion de la «Península en la discusion sobre el órden de leer las Memorias del ministeario.» Por solos dos votos no fué tomada en consideracion, y en seguida so aprobó otra del señor Alava, reducida á que las Memorias de los secretarios del Despacho se leyesen por el órden con que éstos estaban designados en la Constitucion, y que si por un acaecimiento imprevisto no pudiese observarse precisamente este órden, se autorizase al presidente para que señalase la que debia leerse.

La admision del señor Escobedo produjo tambien largo altercado en la sesion del 7. Era Escobedo aquel jefe politico de Sevilla desobediente á las órdenes del gobierno, y como tál sometido à una causa por su conducta con arreglo al acuerdo de las Córtes extraordinarias de 24 de diciembre último. Discutióse mucho sobre su aptitud legal, y por último se aprobó una proposicion del señor Oliver, para que declarasen las Córtes que aprobados los poderes de Escobedo entrase á jurar, sin perjuicio de lo que determinase el tribunal de Córtes.

Suscitó mayor debate en la misma sesion un oficio que leyó el ministro de Gracia y Justicia, participando que S. M. no habia tenido á bien sancionar la ley de 7 de junio de 1821 sobre señoríos, y la devolvia con la fórmula de: «Vuelva á las Cortes.» Y al propio tiempo presentaba un nuevo proyecto de ley sobre la misma materia. Desagradable sensacion hizo lo uno y lo otro en la mayoría del Congreso, y vigorosamente lo combatió el señor Adan como

atentatorio á las facultades de las Córtes, diciendo que jamás en la historia de las naciones libres se habia visto devolverse á los cuerpos deliberantes una ley negando la sancion, y presentando al mismo tiempo otra ley el poder ejecutivo, como si aquellos no estuvieran facultados para devolver la misma, segunda y tercera vez, á la sancion. Hiciéronse con este motivo diferentes proposiciones, acordándose por último que quedára sobre la mesa para resolver dentro de cuatro dias.

En la misma sesion hizo el diputado Canga Argüelles la siguiente proposicion. «Que las Córtes declaren que se examinen como más urgentes los asuntos que siguen: 4.0 El arreglo de la Hacienda nacional, al cual está unido el de la dotacion del clero; 2.o La investigacion de las causas interiores y esteriores de la situacion política de la nacion, y los medios mas convenientes para asegurar la tranquilidad del Estado; 3.0 El conocimiento radical de la si tuacion de las provincias ultramarinas, juntamente con las medidas adoptadas por el gobierno sobre este punto, á fin de tomar el partido mas espedito para establecer la tranquilidad en aquellos paises; 4.° Que mientras estos puntos se discuten renuncien los señores diputados al derecho de hacer nuevas proposiciones; que el tiempo que deben durar las sesiones no se limite precisamente á las cuatro horas que previene el reglamento.» Declaráronse en efecto urgentes todos estos puntos, agregándoseles la formacion de las ordenanzas del ejército, y retirando al señor Canga el relativo al exámen de la situacion política del reino, por haber ya sobre ello otra proposicion pendiente.

Pero todo era escusado, pues lo que buscaba la oposicion no eran negocios urgentes, sino asuntos de censura para el gobierno. Así es que en la sesion del 9 (marzo) se presentó una proposicion suscrita por mas de cuarenta diputados, que decia: «Siendo tan funestas las turbulencias que se advierten en las «provincias, y las reacciones contra el sistema constitucional, seguidas de «procedimientos y persecuciones contra patriotas beneméritos, piden á las «Córtes los diputados que suscriben se sirvan resolver: que los señores secre«tarios de la Gobernacion de la Península, Guerra, y Gracia y Justicia se pre«senten en las Córtes á dar cuenta al Congreso del origen de tales procedi<<mientos, y providencias que hayan dado en su razon.» Apoyada y admitida á discusion, se acordó que los ministros se presentasen aquella misma noche en el Congreso. Hiciéronlo así, y hubieron de responder á una lluvia de preguntas, observaciones, inculpaciones y cargos, que los diputados unos tras otros les hacian; pero léjos de versar sobre puntos determinados y concretos, abarcaban vagas generalidades, á las cuales los ministros, hombres de talento que eran, respondian fácil y satisfactoriamente, aprovechándose hábilmente de la poca práctica parlamentaria de sus adversarios. Cuatro horas duró`aque

La especie de exámen en preguntas y respuestas (1), concluyendo la sesion con las siguientes palabras del presidente: «Las Córtes se han enterado por alos señores secretarios del Despacho del estado en que se encuentra la na«cion, cuyos informes tendrá presente la comision, para proponer á las Córtes lo que estime conveniente, y éstas entretanto esperan que el gobierno toma. «rá las medidas necesarias para calmar la agitacion pública, y para aliviar la asuerte de algunos patriotas que gimen bajo el peso de la arbitrariedad.>>

Habiendo fallado á la oposicion aquella tentativa, buscó otro camino para quebrantar al gobierno, presentando en la sesion del 12 (marzo) la siguiente proposicion, firmada nada menos que por cincuenta y tres diputados: «Pediamos á las Córtes se sirvan acordar, que ningun diputado pueda admitir des«tino alguno de provision real, como no sea de escala en su respectiva carreara, sino despues de trascurrido un año, siguiente al de su diputacion.» La comision opinó que debia aprobarse. El objeto, plausible en su fondo, y bien conocido, era impedir que el gobierno ganára con el aliciente de los empleos á los miembros del poder legislativo, haciéndoles perder su independencia, y desvirtuando así la índole del cuerpo y de la institucion. La cuestion no era nueva, y la hemos visto ya tratada en las Córtes de Cádiz, cuyos diputados con su espontáneo desprendimiento en este punto ganaron gran prestigio. El problema sin embargo no es de fácil solucion; tiene en cada uno de sus estremos inconvenientes incontestables: la dificultad está en discernir cuál de los dos males es el mayor, si la libertad ó la prohibicion absoluta. Argüelles conbatió la proposicion con valor y con elocuencia. «Yo convendré, decia entre «otras cosas, que es fácil que un diputado se deje corromper por la esperanza «de un destino: hasta cierto punto conozco la fuerza de este argumento, pero «no me deslumbra; porque si es verdad que un diputado ha dado pruebas pú«blicas de que quiere contribuir al bien de su patria, ¿qué cuidado debe causar «el que ocupe un empleo en que continúe dando las mismas pruebas....? La Constitucion ha estrechado ya mucho en el dia el circulo de los patriotas

(4) No bien se presentaron los ministros, dice un diputado de aquellas Córtes, cuando empezaron los diputados á hacerles preguntas sobre la situacion de las provincias de donde ellos venian, y aun sobre la de ciertos lugares, que por lo comun eran los del nacimiento ó de la residencia del interrogante. Quién preguntaba de Barcelona; quién de Orihuela; quién de Lucena. Repitiéndose este preguntas, y no queriendo diputado alguno quedarse ignorado ó dejar de dar satisfaccion á su pueblo, le sacaba á

plaza, averiguando qué sabian de él los mínistros. Empezaron en las galerías á fastidiarse los amigos de los preguntantes, y con el fastidio iba mezclado el coraje al ver en los de la opinion opuesta sonrisas de satisfaccion y desprecio. Envalentonáronse los ministros con ver tan flaco al enemigo que los acometía, de suerte que llegó Moscoso (el ministro de la Gobernacion), al hacerle una pregunta sobre la situacion de cierta ciudad, á responder en tono de plácido insulto, que no tenia novedad en su salud.v

«que pueden ser empleados.... En las revoluciones es preciso no desperdiciar «<los talentos, y ya vemos que resultan mas de trescientas personas escluidas por un tiempo determinado de poder desempeñar los primeros cargos de la «nacion. ¿Cómo, pues, hemos de aumentar nosotros esta esclusion?»> Muchos y fuertes fueron los argumentos y razones que adujo, pero esta vez no prevalecieron en el ánimo de la asamblea, como tampoco los de otros diputados que hablaron hábilmente en el mismo sentido, puesto que votado nominalmente el dictámen, fué aprobado por sesenta y siete votos contra sesenta y cuatro. Igual suerte tuvieron los esfuerzos que en otro discurso hizo con motivo de otra cuestion análoga que se suscitó á los pocos dias (17 de marzo). Llevados de cierto alarde de independencia los diputados de oposicion, y queriendo al propio tiempo representar como sospechosas y poco dignas ciertas relaciones entre el ministerio y los ministeriales, se hizo otra proposicion para que no se permitiese á los diputados concurrir personalmente por ningun título á las Secretarías del Despacho. Tanto éste como el anterior son temas que se han reproducido en todas las épocas y casi en todas las legislaturas, si no con esta publicidad, en desahogos y conversaciones privadas, siempre en son de queja de abusos en este órden cometidos. Argüelles lo impugnó tambien, «Yo me abs«tendré seguramente, decia, de concurrir á las Secretarías del Despacho; pe«ro como diputado de la nacion, quiero quedar en absoluta libertad para ir á «ellas á cara descubierta á las horas mas públicas si algun justo motivo me «obligase á ello; y si la provincia que me ha dado sus poderes me hubiese <«impuesto la precision de obrar de otra manera, yo hubiera tenido suficiente «libertad para decirle, que no era digno del honor que me dispensaba, pero «que no podia sujetarme á semejantes restricciones.» Y atacó además la proposicion como ofensiva á la dignidad y decoro de los diputados, sin negar el abuso que hubiera podido haber.

Por el contrario, Alcalá Galiano la defendió con razones como las siguientes: «Los acontecimientos que se han notado últimamente, la observacion de «que ciertas personas votaban unánimes á favor del ministerio, ciertas provi«siones que el gobierno ha hecho de los destinos de su atribucion, todo esto «ha introducido una desconfianza tál, que ya se cree que no venimos aquí si<no á pretender empleos; no se mira esto sino como un escalon para subir á «otro puesto, y ocupar destinos lucrativos. Si el Congreso quiere adquirir una «fuerza moral cual necesita, es preciso que lo haga por medio de esta propo<«<sicion, cuyo efecto es mas moral que verdadero....... Es preciso que se des«truya el influjo fatal que ha producido la vista de los paredones de palacio (1),

(1) Designaban asi los ministerios, por ballarse entonces en el Palacio Real.

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