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po después, en los de Don Alonso el Sabio, era almirante del Océano un Pero Lasso de la Vega (1).

Hijo de este almirante era un García, quien elidiendo la vocal postrera de su nombre, aparece como el primero de los Garcilasos, que siglos andando habían de ser famosos en los orbes distintos de la gloria. Con él también asoma a presidir los destinos de la familia un astro sangriento, que tarda en ponerse lo que tardan en vivir tres generaciones.

Merino mayor de Castilla, gran privado de Alfonso XI, dice Villazán (2) en la Crónica de este rey, era este Garcilaso «ome que cataba mucho en agüeros». Hallándose en Córdoba la corte, y queriendo Alfonso terminar las civiles discordias que le suscitaban sus deudos, la despierta y ambiciosa dinastía de los Manueles, envió a su merino a tierra de Soria a juntar gentes y recoger armas. A pocas jornadas de Córdoba, los sorteros y cabalistas de que andaba siempre rodeado, ayudaron a Garcilaso a vaticinar que si caminaba a Soria, en Soria hallaría muerte con muchos de los que le acompañasen. Y con esta certidumbre siniestra, el leal caballero, sin cuidarse de evitarla, envió a decir al rey que, pues no podía excusarse de morir, estuviese cierto de que haría que su muerte fuese en honra y en servicio de su señor.

Los de Soria, gente inquieta, muy mezclada siempre en guerras de partido, y cuya conciencia no estaba muy sentada y tranquila, cuando vieron venir al merino con tal aparato de caballeros y soldados, dieron fáciles oídos a parciales y cabecillas de su ciudad, dejándose creer que Garcilaso venía con la justicia del rey a prenderlos y encausarlos. Conjuráronse para evitarlo, y estando Garcilaso oyendo misa con su comitiva en la iglesia de San Francisco, entraron y le dieron muerte con un su hijo Pedro, no inocente, pues la crónica dice que «era muy

(1) 1252-1284.-Salazar y Mendoza.-Origen de las diguidades seglares de Castilla y de León.-Había otro almirante de An alucía, que lo era entonces Pedro Martínez de Fee, lo cual confirma la importancia que en tal época habían adquirido las costas y marina del Septentrión.

(2) Nicolás Antonio.-Bib. vet., t. II, pág. 174.

sin Dios, et tomaba de lo ageno muy de buena manera», y con otros, hasta veintidós infanzones e hijosdalgo (1). Los pocos salvos de la matanza, fuéronlo por caridad de los frailes, que los vistieron con sus propios hábitos, ayudándoles a escapar desconocidos.

Dos hijos vivos dejó el merino asesinado en Soria: uno, heredero de su nombre y de su sangriento destino; otro, a quien dieron nombre ya acreditado entre sus ascendientes, conservándole los antiguos apellidos de la casa, se llamó Gonzalo Ruiz de la Vega (2).

Estos dos hermanos, Garcilaso y Gonzalo, eran mayordomos de los infantes don Fadrique y don Fernando, hijos bastardos del rey y de la célebre favorita doña Leonor de Guzmán, y en calidad de tales asistían en el ejército que el belicoso rey guiaba hacia los confines marítimos de Andalucía, bien resuelto a desalojar la morisma y arrojarla al mar desde las cerradas asperezas de Calpe. Amenazaba a Algeciras y Gibraltar la hueste; llevaban los infantes la vanguardia e iban haciendo redrar de sí las tropas ligeras del enemigo, cuando «aqueste Gonçalo Ruiz»-dice la crónica—«cuydando que facia lo mejor, llegó a una puente muy estrecha, que estaba en aquel rio del Salado, et con él algunos vasallos de don Fadrique, et por acorrer unos omes de pié que estaban allende el rio, Gonçalo Ruiz, et aquellas compañas de don Fadrique pasaron aquella puente, et Garcilaso desque vió que Gonçalo Ruiz su hermano avia pasado la puente, él con algunos vasallos de don Fernando pasó luego. Et estos fueron los primeros que en aquel dia pasaron el rio del Salado. Et los moros eran en aquel logar más que dos mill et quinientos caballeros, et los christianos eran fasta ochocientos».

Así comenzó aquella famosa batalla del Salado de Tarifa (3), que había de acabar con el poder militar de los Benimerines

(1) Crónica de Alfonso XI.-A. C. 1326.

(2) Un Gonzalo Ruiz se había señalado en días de San Fernando (12301252).-Sandoval, obra citada.

(3) Dióse el 28 de Octubre de 1349.

venidos a España, fiando en el prestigio de sus africanas victorias la esperanza de restablecer la quebrantada dominación musulmana en España. Así comenzó, por una hazaña de hidalgos montañeses, una batalla que había de terminar y decidir con su firme y resuelta acometida la infantería de los cántabros (1).

En este paso del río fué donde, ofendido Garcilaso de la insolencia del gallardo moro que traía atado a la cola de su caballo un listón con las letras del AVEMARÍA, cerró con él en desafío, dióle muerte, y puso las azules letras sobre el oro fulgente de su limpio escudo.

Pero ni esta gloria, ni el alto empleo de Justicia mayor que tuvo luego en Castilla, le preservaron de las sanguinarias venganzas del rey don Pedro, hijo y sucesor inmediato de Alfonso onceno. En su palacio de Burgos le hizo matar, y que fuese el cadáver arrojado a la plaza, donde se acosaban toros, y donde las poderosas fieras cebaron el asta y la pezuña en los despojos del heroico caballero del Avemaría.

¿Qué había de hacer su hijo, el tercer Garcilaso, sino alistarse entre los enemigos del rey y vengadores de su padre? Siguiendo las armas de los bastardos, se acreditaba de valeroso y esforzado; pero no podía vencer el influjo de su estrella siniestra alta todavía sobre el horizonte.

En la batalla de Nájera (2) aventuraba el infante de Trastamara todo su poder contra el de su reinante hermano, a quien

(1) La crónica expresa cómo el rey había formado su reserva con los peones de las provincias septentrionales. "Tenia y gentes de pié de las montañas de Vizcaya, et de Guipúzcoa, et de Alava, et de Asturias de Santa Illana, et de Asturias de Oviedo... dióles por cabdillo a Pero Nuñez de Guzmán... et mandó... que aquellas gentes... levase cerca del su tropel... porque se podiesen acorrer dellos, quando los oviese menester." Asimismo refiere la acometida de estas reservas y su decisivo efecto contra los enemigos: "et los moros non los esperaron et començaron de fuir: ca si non por aquellas gentes de pie, mas porfiaran los moros la pelea en aquel logar".-Crónica.- Cap. CCLIII y CCLIV.

(N. del E.) Son los capítulos CCL y CCLI de la colección ordenada por Rosell (Biblioteca Rivadeneyra).

(2) 1366.

la suerte ayudaba y favorecíale con victoria completa. Entre los cadáveres del campo de batalla quedaba el de Garcilaso de la Vega, último descendiente varón de la rama primogénita. Pero la heredera de la segada estirpe, si no podía por su sexo perpetuar el apellido, quedaba con caudal bastante para ser solicitada por tal varón que entroncase en una de las más altas y próximas a la estirpe soberana de Castilla.

Al día siguiente a la batalla del Salado, el rey, según su magnífica costumbre, había hecho merced a los más señalados de su hueste en la pelea, ricos hombres, hidalgos o escuderos. Allí, en la Peña del Ciervo, donde acampaba, armó caballero a Gonzalo Ruiz de la Vega, su buen servidor, dándole heredades y tierras que le ayudasen a sustentar su buen nombre; y ampliando y precisando mejor sus mercedes en el año siguiente de 1341, le daba en señorío aquellos valles de las Asturias de Santillana, donde radicaba su solar y no corta herencia de sus mayores.

El señorío era el paso de la nobleza solariega a la nobleza titulada; daba jurisdicción, salvos siempre, más en la forma que de hecho, los derechos del rey; constituía estado, y facilitaba con una nueva merced regia el cambio del yelmo o el coronel cerrado sobre el escudo, por una corona abierta y floreada, y la entrada del agraciado en aquella peligrosa oligarquía de que el trono se rodeaba y hacía a menudo vacilar los tronos.

Gonzalo Ruiz de la Vega dejó una hija legítima, doña Teresa, casada con Pero Ruiz de Villegas; con consentimiento de estos herederos, los testamentarios de Gonzalo Ruiz hicieron venta y cesión de los bienes de Asturias de Santillana a Garcilaso, su hermano, y muerto éste en Nájera, su hija doña Leonor era la señora de la Vega (1).

Don Diego Hurtado de Mendoza, de nobilísima estirpe,

(1) Del codicilo de Gonzalo Ruiz, otorgado en Castro del Río (Córdoba), a 3 de Octubre de 1349, se desprende que, ya señor de los valle, pretendió en ellos algo en perjuicio del rey, pues pide perdón a éste de haber desobedecido, cuando le prohibió entrar en las Asturias; le manda en memoria «su lorigon, el que

almirante mayor de Castilla, viudo ya de una esposa de sangre real (1), pretendió y obtuvo la mano de la rica heredera montañesa, y en el segundogénito de esta unión venturosa y en su título de marqués de Santillana, quedaron ahogados apellidos y señoríos. Es verdad que nunca en tiempo alguno alcanzó en cabeza de sus sucesores la alta y purísima gloria que en la de este su poseedor primero.

Señora ya la dura raza, y autorizadas por el rey sus justicias, hízose temer acreditándose de inexorable. La natural turbulencia y ánimo independiente de sus vasallos eran domados por el espanto. Contábase en las aldeas que la torre de la Vega escondía una sima insondable, patíbulo y sepulcro a la vez de los malavenidos con el nuevo dominio (2), misterioso castigo que amedrentaba a los que veían sin temor alzada frente al solar la horca, instrumento de sumarios procedimientos y sentencias ejecutivas.

Pregunta ahora, lector, a la extinguida tradición si con sucesos de aquellos días tienen lazos de origen los nombres de dos de los barrios de Torrelavega, edificados precisamente al entrar y salir de sus arterias, la Quebrantada y el Mortuorio.

Porque entre dos tan significativos y lúgubres nombres sienta el centro de que te hablé a los comienzos de este capítulo, la colmena a la cual hallas, si llegas en jueves, enjambrada dentro del recinto de su ancha plaza, cuyo piso recuerda el del cóncavo y desnivelado foro de Sena. Agitada, hacendosa, hirviente, despoblándose de los enjambres ya ahitos y repoblándose de los que llegan hambrientos, manteniendo perennes y vivas las dos ccrrientes del hormiguero humano, la que va y la que viene, fluyendo y refluyendo por calles, cami

el me dió, e si finase que me mande llevar a enterrar a Santa María de la Ve`ga». --Pleito de los Valles.-Del mismo instrumento se colige que Gonzalo tenía su casa-solar en la Barca, lugar así llamado de la que facilita el paso del río Besaya.

(1) Doña María de Castilla, hija del rey don Enrique II.-También doña Leonor era viuda de un nieto bastardo de Alfonso XI.

(2) Declaraciones de testigos en el Pleito de los Valles.

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