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Decidido el Parlamento de Tortosa á concluir cuanto antes el negocio de la sucesion, y para que las discusiones y disensiones interiores que pudiesen surgir entre sus miembros, no fuesen nunca obstáculo á entorpecer la rápida marcha del asunto, nombró una comision de veinticuatro individuos de su seno, que resolviese las diferencias y discordias de los puntos en que no estuviese conforme el Parlamento. Esta comision se componia de ocho individuos de cada estado, quienes decidirian los negocios en discordia, por mayoría de votos, siempre que en la mayoría hubiese cuatro al menos de cada estado. La experiencia demostró, que la comision fué muy oportuna: y para el gran acto de elegir los nueve jueces compromisarios, el Parlamento delegó en ella sus facultades.

Es muy notable, que la comision designó uno por uno para jueces compromisarios á los mismos y por el mismo órden que pocos dias antes los habian designado al Parlamento de Alcañiz, el gobernador Lihori y el Justicia Jimenez Cerdan, y forzoso es reconocer, que los agentes del infante Don Fernando manejaron bien el asunto. El embajador de Aragon Juan Subirats, que se hallaba en Tortosa, adhirió al nombramiento de los nueve compromisarios que acababa de hacer la comision, y por fin despues de veintidos meses de muerto Don Martin, se habia dado el gran paso para nombrar sucesor.

Elegido gobernador de Caspe en representacion del principado, Alberto Latrilla, se acordó en sesion del 20 de Marzo, llamar inmediatamente á Fray Vicente Ferrer, que se hallaba en Castilla, para que se presentase en Caspe; y se encargó á los compromisarios catalanes, que tres notarios presenciasen todos los actos referentes á la eleccion. El Parlamento acordó por el mes de Abril trasladarse á Montblanch, pero esta traslacion no llegó á tener efecto.

dia

A la muerte del rey Don Martin era aun mayor la discory division de los bandos en Valencia que en Aragon. Todo el reino estaba en armas, favoreciendo unos á los Centellas y otros á los Vilarragudes, que protegidos por el gobernador

Arnaldo Guillen de Bellera, se habian apoderado de la ciudad de Valencia. Inútiles fueron en un principio los esfuerzos del obispo de Valencia y de la comision catalana del Parlamento de Barcelona, para arreglar las cosas, ó preparar al menos una solucion entre los de la ciudad, á quienes llamaban el bando de los de dentro, y los Centellas que componian el bando de los de fuera, defendiendo los primeros la causa del conde de Urgel y los segundos la del infante Don Fernando. Subió de punto el encono, porque en una salida que Bellera y sus gentes hicieron de Valencia, se apoderaron de algunas villas y lugares del bando de los Centellas y degollaron y ahorcaron á varios de sus partidarios.

Mas á pesar de contínuas hostilidades, comprendieron los valencianos que les era necesario imitar á los aragoneses y catalanes, formando tambien Parlamento, porque cansados aquellos de esperarlos, iban adelantando el negocio de la sucesion, sin cuidarse de sus disensiones, y en la seguridad de que lo hecho por Aragon y Cataluña, lo mismo tendrian que admitir en Valencia. Así es, que ya por Setiembre de 4414, los aficionados al de Urgel, y que con el gobernador se hallaban dentro de Valencia, acordaron instalarse en Traiguera, avisando al Parlamento de Tortosa, que su intencion era reunirse con los catalanes en este punto, pasado el mes de Setiembre. No habia sin embargo en el bando de los de dentro la conformidad de miras que necesitaban para hacer triunfar su causa, porque muchos se negaron á pasar á Traiguera y se reunieron en Vinaroz.

Por otra parte, los de la parcialidad de Don Fernando de Castilla, ó sea el bando de los Centellas, se reunieron en Morella, y otros que blasonaban de independientes é imparciales, se congregaron en Paterna. Por último, de todas estas juntitas y proyectos de Parlamento, resultó, que los partidarios del conde se establecieron definitivamente en Vinaroz: los del infante Don Fernando en Traiguera, y los independientes en Benicarló, pero sin dejar un momento las armas,

hostilizándose mútuamente. Los reiterados esfuerzos de los catalanes y del Papa Benedicto que se presentó en Traiguera, hicieron concebir algunas esperanzas de que los bandos se entendiesen y llegar á una avenencia tanto mas necesaria en Valencia, cuanto que ya los catalanes y aragoneses habian logrado establecer una marcha regular y ordinaria en los negocios referentes á la sucesion. Consiguió pues el Papa, que los de Traiguera consintieran en reunirse con los de Vinaroz: se adoptaron exquisitas precauciones para seguridad de las personas de uno y otro bando, dejando la mitad de la poblacion y una puerta á unos y otra puerta con la otra mitad á otros. Proponíanse Benedicto y los catalanes congregarlos á todos, y que de comun acuerdo nombrasen personas que autorizadas por el reino de Valencia se presentasen en Alcañiz y Tortosa, á tratar del asunto de la sucesion. Pero la influencia y prestigio del Papa y la cordura de los comisionados catalanes todo fué inútil, no logrando avenirlos, ni ponerlos siquiera en tregua, separándose unos de otros cada vez mas enconados.

Agotados inútilmente los medios de concordia y deseando los del bando del conde acabar con sus adversarios, salió Bellera de Valencia á combatir á los Centellas, y auxiliados estos por las tropas castellanas, vinieron á las manos en Murviedro, quedando derrotado y muerto el gobernador, por su impaciencia en no esperar las cuatrocientas lanzas que le mandaba el de Urgel, y tan mal parada la causa de este, que hasta sus mismos partidarios conocieron que con esta derrota se habia perdido. La consecuencia natural fué, que el Parlamento de Traiguera adquiriera gran importancia, trasladándose inmediatamente á Morella.

Adelantaban entretanto los aragoneses y catalanes, y al saber los de Vinaroz y Morella que en Alcañiz y Tortosa habian acordado el nombramiento de nueve compromisarios á quienes debia encargarse la eleccion de rey; que se preparaban al nombramiento, y que para nada contaban con ellos, entraron en cuentas, y dando un tanto al olvido la batalla de

Murviedro, acordaron reunirse todos en Valencia, como lo hicieron, á excepcion de los mas tercos del bando de los Vilarragudes, que sin éxito alguno político se reunieron en Algeciras. No estaban los de Valencia para perder tiempo, y se pusieron al instante de acuerdo, en mandar comisionados à Tortosa y Alcañiz, diciendo pasaban por todo lo que habian hecho los otros. dos Parlamentos, siempre que entre los compromisarios que se habian de reunir en Caspe, se contasen por Valencia, Bonifacio Ferrer, Arnaldo de Conques y Ginés Rabaza, habiéndolo estimado así aragoneses y catalanes, menos respecto á Conques, que fué reemplazado por Fray Vicente Ferrer.

En cuanto á Sicilia, al saber la muerte del rey Don Martin, se convocó Parlamento general para proveer al gobierno de la isla, apoderándose de ella D. Bernardo de Cabrera; y Mallorca, Córcega y Cerdeña como feudos de la corona de Aragon, no tuvieron representacion particular en el interregno.

Antes de ocuparnos de las actas de Caspe, conviene dar á conocer las cualidades y circunstancias de los jueces compromisarios encargados de declarar á quién pertenecia la corona. Por los aragoneses fué el primero D. Domingo Ram, obispo de Huesca, varon virtuoso y respetado por sábio; se le cree natural del mismo Alcañiz. Despues de la eleccion de Don Fernando, pasó al obispado de Lérida: de este al arzobispado de Tarragona, y despues fué Cardenal obispo Portuense.

El segundo, D. Francés ó Francisco de Aranda, era natu— ral de Teruel, de familia noble: pasaba por justo y amante de la verdad y de la razon. Bienquisto y simpático á todos, habia sido muchos años consejero de los reyes Don Juan y Don Martin; però despreciando al fin honores mundanos, habia tomado el hábito de donado en la Cartuja de Portaceli en Valencia, y era gran privado y aun consejero del Papa Benedicto.

El tercero, Berenguer de Bardají, era señor del lugar de Zaidí, y el jurisconsulto mas famoso de Aragon; sumamente versado en todo el derecho y política de aquella corona y sus antiguedades, como que habia desempeñado mucho tiempo el

cargo de presidente y vicecanciller. Era indudablemente este personaje, el que inspiraba mas confianza á todo Aragon, y el que mas trabajó en union del Papa para la conclusion de tan grave asunto.

Por los catalanes, fué el primero, D. Pedro Zagarriga, arzobispo de Tarragona, que habia sido ya obispo de Lérida, varon sábio, prudente y virtuoso, que trabajó mucho en los Parlamentos de Tortosa y Alcañiz; y que en la decision del compromiso dió relevantes pruebas de conviccion y justicia.

El segundo, Guillen de Vallseca, eminente jurisconsulto catalan, muy práctico en las leyes y usajes del principado, que comentó sábiamente, y el mas á propósito para su genuina interpretacion. Se le cree muy amante de la justicia, y tan generoso y desprendido, que jamás cobró honorarios de sus litigantes.

El tercero, Bernardo de Gualves, era tambien muy famoso jurisconsulto, y ajeno de toda sospecha y dolo.

Por Valencia fué el primer nombrado Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja de Portaceli, varon justo, prudente, natu— ralmente bueno y estimado por sus altas prendas: muy versado en ambos derechos, y á propósito por consiguiente, para la decision de tan grave negocio.

El segundo, Fray Vicente Ferrer del órden de Predicadores, sábio doctor en teología, ejemplar de virtud, santidad y prudencia: eminente orador sagrado y de gran prestigio en todo el reino, principalmente en Valencia. Cuando fué nombrado se hallaba en Castilla, y acababa de hacer la conversion de los judíos de Salamanca con su predicacion y el famoso milagro de las cruces blancas que hizo bajar del cielo sobre la sinagoga, cuyo edificio desde entonces se llamó de la Veracruz. Veintiseis años despues de su muerte acaecida en Vannes el 5 de Abril de 1419, fué canonizado por Calixto III, á quien habia profetizado seria pontífice, cuando todavía estudiaba Calixto humanidades.

El tercero, Ginés Rabaza, era un noble valenciano muy

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