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III.

-¿Se rien Vds? Lo siento porque yo creo que el caso es para llorar que para reir.

más

El parlamentarismo es el efecto inmediato de la ambicion de los hombres de chispa que no tienen un puesto en el festin. Entonces es cuando empiezan los ataques, las luchas, las intrigas, las conspiraciones y las insurrecciones.

Los desheredados se coaligan siempre contra el feliz que rige los destinos del pueblo y cobra un pingüe sueldo trabajo.

por este

-Es necesario que caiga Fulano, dice el más audaz.
-Sí, sí, que caiga, gritan todos.

-Pero si cae es necesario reemplazarle, añade alguno de los más cándidos, y para ese caso conviene que cada uno de nosotros esponga sus principios.

-¿Qué principios ni qué fines? ahora solo tratamos de derribar á Fulano.

-Eso es.

-En derribarle estamos todos conformes.

-Todos.

-Despues.... Dios dirá.

IV.

No todos los hombres políticos dicen ¡Dios dirá!

Sin ir más lejos, cuéntase que cuando preguntaban hace dos años al nunca bien ponderado D. Salustiano de Olózaga: -¿Qué es lo que Vd. desea?

-Destruir los obstáculos tradicionales.

-Acabar con lo dinastía ¡no es eso?

-Justo.

-¿Y qué vendrá despues?

-Lo ignoro, y no me preocupo en saberlo.
-¿Pero D. Salustiano, mire Vd?....

-Nada, nada.... quitemos lo que estorba y despues... ¡la naturaleza tiene horror al vacío!

En vista de lo que está pasando desde que se han realizado los proyectos de este hombre tan distinguido como funesto, yo creo que el vacío es el que tiene horror al Sr. de Olózaga sin duda por que le ocupa demasiado.

V.

Pero haciendo abstraccion de este caso, y generalizando mis apreciaciones, la triste verdad que deduzco, es que lo mismo en los tiempos del absolutismo que en los de la libertad, unos cuantos señores se hacen los amos de las naciones, buscan á las masas para elevarse explotando sus debilidades ó sus pasiones, y despues de subir se divierten con ellos, como Fernando VII cuando era niño con los inocentes pajarillos que caian en sus manos.

El trabajo es una ley ineludible de la naturaleza.

Hay más, el trabajo es en los pueblos la verdadera, la única fuente de la riqueza.

La causa y el efecto constituyen el bienestar, y el bienes tar hace á los hombres honrados y moraliza las sociedades. Pero el trabajo cansa, fatiga.

Durante el dia cesa en su tarea el obrero muchas veces, y

mientras limpia el sudor que corre por su frente, contempla por ejemplo desde el elevado y peligroso andamio, al jóven elegante y ricamente vestido, ó al ostentoso magnate que cruzan delante de él á pié el primero, en lujosa carretela el segundo, buscando el medio de distraer sus ociosidad ó de encontrar un nuevo goce.

—¡Qué injusto es el mundo, esclama el obrero; unos lo gozan todo y otros lo sufren todo!

VI.

Si los hombres de talento cumplieran entonces su verdadera mision, dirian al inconsciente escéptico:

¡Estás equivocado! Esa injusticia que supones no existe... Nadie puede eludir la ley del trabajo, y si observaras bien, verias cómo los que te parecen tan felices, lo son menos que tú. Mientras tu cuerpo se desarrolla y domina las intemperies, mientras el trabajo corporal mantiene en perfecto estado todos los órganos que te sirven para vivir, el hombre á quien envidias, trabaja, empobreciendo su salud, para el médico, el boticario, los industriales que espenden drogas, los artifices que inventan muebles cómodos, etc., etc.; y muchas veces, cuando el jóven elegante ó el magnate arrellanado en su carretela pasan junto al pequeño espacio en que sentados tú, tu esposa y tus hijos en torno de una cazuela de sopas ó un plato de garbanzos comes con buen apetito, ellos, que tienen mucho dinero, que no esponen su vida subiendo á un andamio, que son los que segun tu juicio lo gozan todo, te miran con envidia y se dicen á su vez:

-¡Qué felices son esas gentes; su estómago lo digiere to

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do; la piedra en que se sientan les parece mas blanda que á mí mi colchon Fénix, y sus hijos están llenos de salud y de vida, mientras los mios se consumen bajo el peso de los cuidados de los lacayos que los rodean, de las precauciones que se toman para evitarles males!

VII.

-Pero no es esto solo: debieran añadir, tú, mísero obrero, disfrutas un placer inmenso cuando el domingo descansas, sales al campo á respirar al aire, y una merienda, una partida de brisca, un baile, la cosa mas insignificante te divierte, reanima tus fuerzas, en tanto que el rico ocioso necesita que la Patti cante para poder dormir un poco en una butaca de la Opera, necesita cambiar á cada instante el mobiliario y los adornos de su casa para evitarse los efectos de la monotonía; necesita pedir cocineros á Italia para estimular un poco su apetito, y despues de todo esto, como su imaginacion está cansada, como sus nervios están escitados, se acuesta sobre mullido lecho para velar, en tanto que tú caes sobre el duro jergon, y apenas caes te duermes, y al despertar vuelves á tu trabajo, á ese trabajo que te permite sostener una familia y cumplir ante la sociedad la mision que al nacer te ha impuesto la Providencia.

Eres económico: el ahorro te dará tranquilidad, el mañana no será un problema oscuro para ti. Eres laborioso, inteligente, probo; siempre tendrás trabajo. Tienes talento, pues bien; la sociedad, admirándote, te elevará, y sin dejar de trabajar, hallarás en el aplauso de la muchedumbre la satisfaccion de tus aspiraciones.

Por lo demás, ni el rico, ni el ocioso, eluden la ley del trabajo. Dejándose dominar por los vicios, entregados á la molicie, viviendo rodeados de goces, llenos de dinero, trabajan y trabajan para tí; porque ellos enriquecen al artista, al hombre de carrera, al comerciante, al industrial, y el trabajo de estos, aumentando su capital, es la base de tu trabajo, porque entonces hacen estos casas, labran tierras; y sin esos séres, más desgraciados mil veces que tú, la riqueza estacionada, muerta, no llevaria la vida y la sávia á todas las clases de la sociedad.

VIII.

El obrero, comprenderia al oir este lenguaje, que la riqueza es hija del trabajo, la trataria paternalmente, y no existiria esa terrible lucha que vienen sosteniendo en nuestro siglo la riqueza y el trabajo, la propiedad y el socialismo.

Los hombres de talento, en vez de decir al propietario: -Sin el obrero no eres nada.

Y al obrero:

-Sin el propietario, tu único porvenir es la miseria; en vez de hablar este lenguaje, repito, se dicen:

-Yo necesito subir; para subir, necesito imponer; para imponer, necesito gente.

Y esta gente la buscan explotando unas veces el fanatismo religioso del pueblo, y el indigno egoismo del clero que desconoce su mision; otras explotando el desfallecimiento, el cansancio y la envidia de las clases trabajadoras; buscando,

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