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sino en su puesto y en tiempo oportuno, porque no seria mas que suscitar polémicas y dar á los periódicos una autoridad que no podian tener, ya por lo que trataban en sí y el espíritu que solia animarlos, ya por la misma forma literaria con que estaban escritos.

La proposicion fué tomada en co sideracion, y pasó á las secciones que nombraron su comision corespondiente, compuesta toda de individuos de la mayoria. En la sesion del 23 de abril presentó esta su dictámen.

El asunto de que se trataba, era muy sencillo. En 1835 se habia hecho un contrato sobre azogues. Poco tiempo despues, á solicitud de la casa contratante, se alteraron las condiciones del convenio. El diputado acusador trató de hacer ver que la modificacion, favorable á dicha casa, habia irrogado en la misma proporcion perjuicios á los intereses de la hacienda pública. La comision opinaba que no habia habido tales perjuicios, y propuso que el Congreso se sirviese declarar que no habia lugar á la acusacion propuesta por el Sr. Seoane en su proposicion del 1.° de febrero contra el Sr. conde de Toreno, ministro que habia sido de hacienda en 1835.

Decia la comision en la parte espositiva, que se lisongeaba con la esperanza de que el Sr. general Seoane (ya no era dipulado) exento ya de las obligaciones de su último gobierno (capitania general de Cataluña), hubiese llegado á Madrid durante la deliberacion de aquel asunto, que habiéndose anunciado que asi lo haria, se hubiera complacido la comision de llamarle á su seno, y en conferenciar franca y lealmente con un antiguo compañero cuya rectitud de intenciones jamas hubiera de poner en duda. Mas que la esperanza habia quedado fallida, no habiendo venido á Madrid el Sr. Seoane. Sin duda ignoraba la comision que el Sr. Seoane habia pedido licencia para venir á Madrid, y que el gobierno se la habia negado.

En la sesion del 29 del mes mismo, comenzó el debate, en cuyos pormenores no entraremos, por la razon sencilla de que no produjo resultado alguno. Despues de haberse hablado en pró y en contra, habiendo usado la palabra los que tenian derecho

por el reglamento, se suscitó la especie de que verdaderamente no habia acusacion ninguna contra el conde de Toreno. La proposicion del Sr. Seoane habia tenido por objeto el que el Congreso le acusase; mas habiendo sido aquellas Córtes disueltas, y no pudiendo por el reglamento continuarse un asunto pendiente en una diputacion concluida, mientras en otra no se promoviese legalmente no habia lugar á deliberar en aquella circunstancia. Así lo habia propuesto el Sr. Gonzalez, a principio de la discusion: mas su proposicion no fué tomada en consideracion en votacion nominal, habiendo dicho sí 48, y no 86, entre los que se hallaban los individuos de la comision. Tuvo esta idea mejor acogida despues de estar tan empeñado el debate y ya próxima á la conclusion, y no fué rechazada por el conde de Toreno. Y en virtud de una nueva proposicion relativa á lo mismo, que fué aprobada por el método ordinario en la sesion del 7 de mayo, retiró la comision su dictámen, y propuso que el Congreso declarase que no habia lugar á nombrarse la comision que habia pedido en su proposicion el Sr. Toreno. Este nuevo dictámen fué aprobado sin discusion por el método ordinario.

Tal fué el resultado final de este negocio.

Para no dejar interrumpidas las tareas de estas Córtes, cumplíanos ahora entrar en los famosos debates sobre la ley de ayuntamientos, campo de batalla, donde lucharon encarnecidamente los dos partidos que las dividian; mas como este asunto se halla íntimamente enlazado con graves acontecimientos que ocurrie ron en seguida, le dejaremos ahora para ocuparnos en las operaciones militares, que iban á terminar aquella guerra asoladora.

Espulsado de España el pretendiente, torció sus armas, como ya hemos visto, el general en gefe duque de la Victoria, hácia el teatro de operaciones del ejército del centro. Habiendo dejado en las provincias un cuerpo de observacion á las órdenes del general Rivero, se puso en movimiento á principios de octubre de aquel año de 1839, y á los pocos dias llegó á Zaragoza, donde arregló su plan de operaciones.

Las del ejército del centro durante aquellos meses anteriores, habian pasado por las mismas vicisitudes que las habian ca

racterizado en otras épocas. Movimientos en mil sentidos, choques parciales sin resultado positivo, cambios de teatro á cada instante en todo aquel vasto pais, en que ni nosotros teniamos la fuerza necesaria para concluir la guerra, ni los enemigos la suficiente para establecerse militarmente en territorio que pudieran bajo todos aspectos llamar suy. En el Maestrazgo, donde tenian mas arraigo, hacian los nuestros frecuentes correrías, y cuando se pasaban al territorio de Valencia, propiamente dicho, era mas breve aun el término de su permanencia. Desde la funesta retirada de nuestras tropas delante de los muros de Morella, no habian conseguido los carlistas ventaja alguna digna de este nombre nosotros habíamos sido mas felices en muchas ocasiones. Salimos victoriosos en los encuentros que hubo en la provincia de Cuenca; en los campos de Muniesa; en las cercanías de Montalvan; en Utrillas, en la toma de Onda; en la de Ager, punto fuerte en los confines de Aragon y Cataluña; en el levantamiento del sitio de Lucena por el general D. Leopoldo O'Donell que mandaba aquel ejército, despues de un choque muy reñido, en que quedó por nosotros la victoria. A vuelta de estas ventajas, tuvimos que abandonar el punto de Montalvan, habiéndose tenido que replegar la guarnicion á Zaragoza, y que levantar el sitio de Segura. Estas dos operaciones tuvieron lugar algun tiempo antes del combate de Lucena, y bajo el mando de otro general en gefe.

Estaba, pues, como estacionada la guerra en aquel vasto pais, á la llegada del general en gefe duque de la Victoria. Despues de publicar una proclama á los habitantes de Aragon, Valencia y Murcia, fechada en Zaragoza, se movió de este punto en direccion de Teruel, á mediados de aquel mes de octubre. Su ejército era brillante, numeroso, acostumbrado á vencer en mil encuentros, entusiasmado con la idea de la victoria que le aguardaba en aquel nuevo teatro de guerra; con la de la paz, que iba á á coronar tantos esfuerzos. Mas el invierno, crudísimo por lo regular en aquel pais, estaba encima. Las tropas se acantonaron durante algun tiempo, y el cuartel general se situó en el Mas

TOMO IV.

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de las Matas, nombre que sonó muchísimo en mas de un sentido, durante las elecciones para las Córtes de 1840.

Nombró por aquel tiempo la Reina al duque de la Victoria general en gefe del ejército de Cataluña, que agregó á su mando de Aragon, Valencia y Murcia. Desde entonces comenzó á titularse general en gefe de los ejércitos reunidos. Era verdaderamente el generalísimo de los de España.

A principios de marzo de 1840, comenzó sus operaciones por el sitio de Segura, como el punto mas central que ocupaban los carlistas. Era lo mas importante de la operacion, situar las tropas de manera que no pudiesen los enemigos impedir la embestida del castillo. Asi se hizo en efecto, despues que estuvo preparado y en estado de servir el material del sitio. Los enemigos no se atrevieron á acercarse, mientras bajo el fuego del castillo se establecieron cinco baterías, con los nombres de Isabel II, Reina Gobernadora, Constitucion, Córtes y Victoria. A las dos de la tarde del dia 26, rompieron el fuego con tal acierto, que mientras unas destruian las cañoneras del castillo apagando sus fuegos y toda la série de aspillerías del primer recinto, dirigian otras sus disparos al formidable torreon que cubria la entrada, y llegaron á desmoronarlo en términos, que muy pronto pudiera haber estado la brecha practicable; mas los enemigos, viendo esto mismo, y por consiguiente muy próximo el asalto, pidieron capitulacion; pero no obtuvieron otra, que el que se rindiesen á discrecion, perdonándoles las vidas. Asi lo hicieron, quedando prisionera la guarnicion, compuesta de un gobernador, 13 oficiales y 274 individuos de tropa. Se hallaron en el fuerte 6 piezas de artillería, 80,000 cartuchos, 25 quintales de pólvora, muchas balas y otros efectos de guerra, con repuestos abundantes de víveres.

A la espugnacion del fuerte de Segura, siguió la del de Villarluengo, que por su formidable posicion, costó mas dias y mas sangre. Igual destino cupo al de Castellote, y en seguida al de Aliaga, cuya operacion fué mandada por el general O'donnell. Todos estos puntos fuertes situados en eminencias, favorecidos

por el terreno en todo aquel pais tan quebrado y fragoso, ponian á prueba el valor y la constancia de las tropas de la Reina; mas se presentaba la campaña bajo auspicios tan felices, que superaban su buen espíritu y entusiasmo to lo género de obstáculos.

Comenzaron los nuestros á penetrar por el Maestrazgo, don de tenian los carlistas puesta su esperanza de contener su carrera victoriosa. Cabrera que los mandaba en gefe, hacia todos los preparativos de defensa que estaban al alcance de su genio activo. Las tropas de la Reina avanzaban mientras tanto. Amenazado el punto fuerte de Cantavieja, tomó el general Ayerbe á viva fuerza el de Ares, situado en una elevacion que hacia doblemente difícil su conquista. En seguida abandonoron los enemigos á Cantavieja, despues de haberla incendiado dejando intactos sus fuertes, y en ellos un considerable material de guerra.

Mientras tanto el general conde de Belascoain, despues de haber arrollado á las tropas que intentaron disputarle el paso, se apoderó de Mora de Ebro; y asimismo y tras de una tenaz resistencia, cayeron en manos del general D. Leopoldo Oʻdonnell el fuerte de Alcalá de la Selva, y en las del general Azpiroz el de Alpuente.

A tan brillantes hechos de armas, siguió el sitio de Morella, último baluarte que restaba en aquel pais á los carlistas, y donde segun avisos, habia concentrado Cabrera todos sus medios de defensa. Guarnicion numerosa, grandes reparos en la fortificacion, buen surtido de armas, víveres y municiones, artillería bien servida, nada faltaba para hacerse fuerte en un punto que por naturaleza y por arte lo era ya de suyo. Sin embargo, Cabrera no se hallaba dentro de los muros de la plaża, cuando fué embestida.

El 18 de mayo movió el general en gefe sus tropas para emprender formalmente el sitio, brillante hecho de armas en cu. yos pormenores no entraremos. Duró el asedio diez dias, en cuyo período no desplegaro menos constancia y denuedo los siliados, que ardor é intrepidez los sitiadores. Por todos los puntos accesibles, fué embestida la plaza fuerte de Morella. So

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