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Había éste pedido por gracia mandar el fuego y recibir la descarga sin que le vendaran los ojos, pero no le fué concedido. Todos los cadáveres fueron conducidos en carros al cementerio: al de Torrijos se le colocó en un nicho, que compró después su viuda, y en que permaneció hasta que el ayuntamiento de Málaga construyó un munumento en la plaza de la Merced ó Don Francisco Fernández Golfín (a).

Don Francisco Ruiz Jara (b).

Don Francisco de Borja Pardío (c) aunque la Gaceta pone don Francisco Pardillo. Don Pablo Verdegaer de Osilla (d).

Don Juan Manuel Bobadilla.

Don Pedro Manrique.

Don Joaquín Cantalupe (e) (debe ser don Manuel Real).

Don José Guillermo Cano.

Don Angel Hurtado.

Don José María Cordero.

José Cater.

Francisco Arenes.

Don Manuel Vidal.

Don Ramón Ibáñez (f).

Santiago Martínez.

Don Domingo Valero Cortés (g).

José García.

Ignacio Alonso.

Antonio Pérez.

Manuel Andreu.
Andrés Collado.
Francisco Julián.
José Olmedo.
Francisco Mora.

Gonzalo Márquez.

Francisco Benaval (h).

Vicente Jorge.

Antonio Domené.

Francisco García.

Julián Osorio.

Pedro Muñoz.

Ramón Vidal.

Antonio Prada.

Magdaleno López.

Salvador Lledó.

Juan Sánchez.

Francisco Arcas (i).

(a) Diputado á cortes en 1820, y ministro de la Guerra en 1823.

(b) Primer ayudante de la Milicia nacional de Madrid.

(c) Comisario de guerra.

(d) Sargento mayor del primer batallón de la Milicia nacional de Valencia.

(e) Oficial, é hijo del general Real.

(f) Piloto de altura y oficial de la Milicia nacional de Valencia.

(g) Capitán de la Milicia nacional de Valencia.

(h) Oficial de la columna de la Isla de León, en el pronunciamiento de 3 de marzo de 1831.

(i) Capitán de buque mercante.

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FUSILAMIENTO DE TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS (CUADRO DE GISBERT.- COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFÍA

de Riego, al cual fué trasladado y encerrado dentro de tres cajas, una de plomo, otra de caoba y otra de cedro.

González Moreno, á quien desde entonces llamaron los liberales el verdugo de Málaga, recibió en premio de su perfidia el ascenso á teniente general y la capitanía general de Granada y Jaén; el cabildo de Málaga le felicitó por aquel acto de infamia; y al dar cuenta de aquellos sacrificios la Gaceta de Madrid ponderó la clemencia del rey y le comparó á Tito: la adulación hizo sin querer y sin advertirlo un sarcasmo sangriento.

Ahora ya es tiempo de que apartemos la vista de cuadros tan repugnantes y desconsoladores, y de que volviendo un poco atrás digamos algo de sucesos de otra índole, con que terminaremos los de este año.

Mientras una joven, inspirada de ardor patriótico, había teñido con sangre las gradas del cadalso por el solo delito de bordar una bandera destinada á los amigos de la libertad, otra joven, de más elevada alcurnia y no menos elevados sentimientos, de gran corazón y de entendimiento clarísimo, ejercitaba sus delicadas y augustas manos en bordar unas banderas con destino al ejército español. El día que la princesa Isabel cumplía el primer año de su preciosa existencia (10 de noviembre, 1831), fué el elegido por la reina Cristina, con exquisito tacto de reina y de madre, para hacer obsequio de aquellas graciosas enseñas á los generales en el salón de columnas del regio alcázar. «En un día como éste, les dijo, tan agradable á mi corazón, he querido daros una prueba de mi aprecio poniendo estas banderas en vuestras manos, de las cuales espero no saldrán jamás, y estoy bien persuadida que sabréis defenderlas siempre con el valor que es propio del carácter español, sosteniendo los derechos de vuestro rey Fernando VII, mi muy querido esposo, y de su descendencia.>>

Y luego se repartió al ejército la siguiente proclama de la misma reina: -El día en que celebráis el primer cumpleaños de la infanta mi querida hija, es el que he elegido para confiar á vuestra guarda esas banderas que hice preparar con el deseo de dar á todo el ejército y voluntarios realistas del reino un testimonio de mi aprecio por la lealtad con que sostienen los

Jaime Cabazas.

Lope de López.
Vicente García.

Francisco de Mundi.

Lorenzo Cobos,

Juan Suárez.

Manuel Bado.

José María Galisis.
Esteban Suay Feliu.
José Triay Marquedal.
Pablo Castel Pulicer.

Miguel Prats Preto (a).

(a) Hay motivo para creer que algunos de los comprendidos en esta lista tienen trocados sus nombres, bien sea por efecto de la precipitación y acumulamiento con que se ejecutaron los últimos actos de rigor contra ellos, ó porque los cambiasen voluntariamente por alguna razón que no me es dable penetrar. No obstante, yo pongo los verdaderos nombres de Real y de Pardío. (Nota de la autora.)

TOMO XIX

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sagrados derechos del rey.-Es un pensamiento que me ocurrió cuando ví las primeras tropas españolas en la falda del Pirineo, y estoy persuadida de que mi nombre grabado en ellas, y la festividad del día en que os las entrego, serán eternamente recuerdos que inflamarán vuestra fidelidad y el heroico valor que jamás faltó en la patria del Cid —Madrid, 10 de octubre de 1831.-MARÍA CRISTINA (1).

Así iba la reina Cristina, con discreta previsión, procurando captarse las simpatías del ejército, como había conseguido ganar el corazón de su esposo, cuyo testamento había sido otorgado ya con arreglo á la Pragmática-sanción publicada; y así iba preparándose para las eventualidades que estaba viendo sobrevenir; tanto más, cuanto que recrudecido el padecimiento gotoso de Fernando en los meses de octubre y noviembre (1831), en términos de inspirar su salud serios temores, movíanse las sociedades secretas del realismo y los parciales de don Carlos, á quien instigaban á sostener lo que llamaban sus derechos, para un caso que no consideraban remoto.

Digamos por último algo sobre lo que se preparaba en el vecino reino de Portugal, y que no podía ser indiferente á España.

Seguía el usurpador don Miguel provocando la enemistad de las naciones regidas constitucionalmente por las tiranías y violencias que ejercía, no sólo con los naturales, sino también con los extranjeros, de tal modo, que irritada la Francia y retirado su cónsul, envió una escuadra á las aguas de Lisboa: situóse bajo sus muros, sin que el pequeño despota tuviera valor para rechazarla, antes dió á los franceses cuantas reparaciones y satisfacciones le pidieron. Lo mismo hizo con el gobierno británico. Pero los portugueses no se movieron contra el tirano que avasallaba á sus súbditos y humillaba la nación ante los extraños. Sin embargo, nacía para él otro peligro, que con el tiempo había de arrancarle de las manos el usurpado y mal empleado cetro.

No había olvidado, ni le perdonaba su hermano don Pedro, el emperador del Brasil, la ofensa de haber arrojado del solio á doña María de la Gloria, su hija, y de haber hollado la Carta por él otorgada al pueblo portugués. No había tenido medios de vengarse; tampoco los tenía ahora; mas una revolución acaecida en su imperio, que sobrexcitó su violento carácter, le puso en el caso de abdicar la corona imperial en su hijo, habido del segundo matrimonio, y fiando más en su fuerza de voluntad que en los elementos con que contaba, partió del Brasil con la emperatriz su mujer y con doña María de la Gloria, que había ido allí desde Londres, decidido á reconquistar para ésta el trono portugués. Habiendo arribado todos á Francia, sorprendió su inopinada aparición en París. Bien acogidos los

(1) Las insignias fueron: 1. El pendón de Castilla morado, con león y castillo bordados de oro, y el lema: «La reina Cristina á los granaderos de la guardia real de infantería:»-2.a Una bandera coronela con las armas reales y de los regimientos de milicias, y el lema: «A los granaderos provinciales de la guardia real:»-3. Un estandarte con el escudo y trofeos de la caballería, con lema equivalente á los otros:-4.a Otra bandera con los trofeos militares, y lema alusivo al ejército:-5.a Una bandera para los voluntarios realistas, con las armas de las provincias en los extremos, y el lema semejante á los anteriores.

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