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gio de la nueva escuela. A tantas ilusiones, se añadia la de que nos atraeriamos la benevolencia del gobierno francés, á proporcion que acercásemos nuestras instituciones á su Carta, como si esta Carta fuese objeto de simpatías para los que en aquel gabinete dominaban. No tenian presente que la Gaceta de Francia, la Cuotidiana, la Bandera blanca y los demas papeles públicos que en Francia eran órgano de sus pretensiones y principios, comenzaban á deshacerse en elogios de los que se denominaban soldados de la fé, y se anunciaban como defensores del altar y el trono. ¿Quién podia desconocer lo que significaba este lenguage? ¿Cómo se ocultaba á la penetracion de hombres de un sentido regular, la alianza estrecha que existia entre el gobierno de la Francia, y los que en España misma hacian guerra á nuestras libertades? Y si dicho gobierno, que administrando al fin dentro de los límites de una Carta buena ó mala, manifestaba tanta hostilidad, ¿qué se podia esperar de los otros soberanos de la Santa Alianza, que no conocian traba alguna en el ejercicio de sus supremas facultades?

Para completar el bosquejo, diremos dos palabras sobre el estado de la Hacienda pública. Se hallaba este ramo en el desórden que debe suponerse, despues de una época tan fecunda en todo género de absurdos. Cuantos planes de reforma se presentasen entonces, podrian producir mejoras para lo sucesivo; mas no por el pronto, los recursos que nos eran tan indispensables. Es triste que todas las revoluciones, aun las que tienden esencialmente á promover economías, sean siempre costosas desde los principios. La renovacion necesaria de empleados, y otras medidas de seguridad pública para el triunfo de las cosas nuevas, originan gastos que no se pueden menos de cubrir, sino sé descuidan las atenciones del servicio. La reunion del mismo Congreso nacional, el establecimiento de su secretaría, y hasta el entretenimento de la parte material, sin la que eran imposibles sus sesiones, empeñaban en otros gastos absolutamente indispensables. Se veia asi la nacion con nuevas cargas, tanto mas difíciles de sostener, cuanto no podian crearse en un momento recursos para hacerles frente.

Asi hubo que recurrir á empréstitos, medida precaria que alivia por un momento las llagas de un pais, para dejarlas mas abiertas en lo sucesivo. Empréstitos que cubren necesidades del momento, y que no ponen á una nacion en el caso de no necesitarlos en lo sucesivo, son siempre un mal que ataca la vitalidad de un pais, y al fin, le deja espesto á los mayores embarazos, agoviado bajo cargas insufribles. En España no se ofrecia otro para satisfacer necesidades urgentes que no daban tregua, habiéndose aplicado los bienes nacionales á la estincion de la deuda pública, que no era apuro del momento. El presente apremiaba mas que el pasado bajo mil consideraciones, pero las Córtes lo vieron de otro modo.

Estos bienes se iban vendiendo poco á poco con la lentitud que debe suponerse en un estado de cosas, donde faltaba todavia la confianza. Produjo verdaderamente pocos efectos saludables una medida que parecia tan importante, y sobre todo, no contribuyó á la mejora material en la condicion de las clases laboriosas. Los antiguos poseedores de estos bienes, es decir, los monges, como hombres de rentas tan escesivamente superiores á sus necesidades, no tenian motivo de estrechar ni apurar á sus arrendadores que llevaban sus tierras á bajos precios, fijados ya desde tiempos muy antiguos. En general, eran propietarios indulgentes, lo que se llama buenos amos, que hacian bien á su manera en las poblaciones que estaban mas o menos bajo su inmediata dependencia. El pase de estos bienes á distintas manos, que trataban naturalmente de sacar de ellos todo el posible beneficio, produjo otras medidas que redundaron en perjuicio de sus cultivadores. No podia este cambio tan sensible para ellos, escitar sentimientos de adhesion hácia la causa de que emanaba; y asi, fueron los primeros en clamar contra una enagenacion, que por las personas que los rodeaban, dirigian y estraviaban, se les presentaba bajo el aspecto de un despojo del altar, y usurpacion sacrilega de los bienes de la iglesia.

Se acercaba el tiempo de la reunion de Córtes estraordinarias, que estaban convocadas para el 24 de setiembre. Como al tenor del artículo 162 de la Constitucion no podia tener

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lugar este paso sin determinados asuntos que le motivasen, manifestados por la corona misma, se indicaron los siguientes: division del territorio español; restablecimiento de la paz y tranquilidad en América; redaccion del código criminal y de procedimientos; reforma de aranceles; liquidacion de suministros; arreglo de moneda; reemplazo y ordenanza del ejército; organizacion de la milicia activa, y redaccion de la ley orgánica de la armada; asuntos, como se ve, todos de grandísima importancia.

El 24 de setiembre, quedaron definitivamente las Córtes instaladas. Se verificó el 28 la apertura solemne, á que asistió el Rey con todas las ceremonias de costumbre.

« Señores diputados, dijo en su discurso; despues que manifesté á las Córtes los motivos que me decidian á creer conveniente la convocacion de las estraordinarias, nada ha ocupado tanto mi real ánimo, como el deseo de verlas reunidas. Las veo ya con la mayor satisfaccion, y me entrego todo á la agradable y justa esperanza del bien que á la patria debe resultar de sus trabajos. >>

Enumerados los puntos que daban motivo á la convocacion, añadió: «úrge sobremanera ponerlo todo en consonancia con la ley fundamental del Estado, dejando asi la administracion espedita y libre de los grandes embarazos que por falta de esa necesaria armonía encuentra frecuentemente, y que el gobierno no puede remover.

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Yo me aprovecharé del período en que las Córtes han de quedar reunidas, para mandar proponer cualquiera medida ó proyecto que á mi gobierno parezca necesario y urgente, asi como para reclamar su cooperacion, si asi lo exigiesen las circunstancias. »

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»Vastísimo es, señores diputados, el campo que se presenta á vuestro celo y vuestras luces, y estas prendas que tanto os distinguen, reunidas á la prudencia y discrecion con que han sido señaladas todas vuestras deliberaciones, aseguran á la patria el complemento de los bienes á que os es deudora. »

Tengo la confianza de que bajo ambos aspectos, os hareis admirar de la nacion y de la Europa, siendo cada vez mas acreedores á la particular estimacion de vuestro Rey, que considerará siempre á las Córtes como el primer apoyo de su trono constitucional.

Copiaremos algunos pasages de respuesta del presidente (el Sr. D. Pedro Gonzalez Vallejo, á la sazon obispo de Mallorca).

«Nunca, Señor, apareció V. M. mas glorioso en el augusto templo de las leyes, como en este dia memorable. Las Córtes ordinarias han sido obra de la ley. No satisfecho aún V. M. con haber juzgado conveniente su convocacion, tuvo la fina delicadeza de indicar su generoso deseo de que se instalasen en el dia 24 de setiembre. ¡Conformidad admirable de esta instalacion con la de las Córtes generales y estraordinarias en igual dia del año 1810, y oportuno recuerdo que no será estéril en los actuales representantes de la nacion, los cuales no contentándose con admirar las virtudes de aquellos ilustres diputados, fundadores de la Constitucion, y de la prosperidad nacional, trabajarán á porfía por ser sus fieles imitadores. »

Si; la nacion española que aborrece la arbitrariedad, como la desastrosa anarquía, y que al paso es celosa de su libertad, no quiere otra que la que sostenida por las leyes no puede degenerar jamas en desenfrenada licencia, ni otra forma de gobierno que la monarquía moderada, tal cual la establece la Constitucion, ama y respeta sobremanera la sagrada é inviolable persona de V. M. Estos son sus puros y sencillos sentimientos; los mismos son los de sus representantes, y su anhelo invariable de ver marchar las nuevas instituciones con magestad y firmeza. V. M. conoce estos sentimientos, correspondiendo á un pueblo que le ama. ¿Y cuáles serán los obstáculos que pueda en adelante oponer la malignidad, que no sean vencidos y desechos por el concierto del poder real de V. M. con el de las Córtes? ¡O dichosa union! ¡Manantial inagotable de inmensos bienes para la nacion española, admirable leccion para

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las estranjeras, que podrán aprender en ella la compatibilidad y armonía del sistema constitucional, y de una verdadera libertad con la monarquía y el órden! Plugue al cielo, señor, perpetuar alianza tan venturosa, y derramar copiosas bendiciones sobre los generosos esfuerzos de V. M. y de los representantes de la nacion, para que precaviéndose todo motivo de inquietudes y agitaciones, y reunidos todos los españoles á un centro comun, cual es la Constitucion y trono constitucional, se consoliden este y aquella de una vez para siempre por la mas feliz concordia, y con ella la felicidad de nuestra amada patria y la de V. M., que son una misma. »

A pesar de lo desilusionado que se hallaba el público sobre el verdadero valor de estas frases de fórmula, ceremonia y aparato, á pesar de que las cosas se veian tan de cerca y se tocaban tantos desengaños, aun asistia con fé y hasta con entusiasmo, á estas aperturas solemnes de unas Córtes que conservaban su crédito, y simbolizaban el áncora de sus esperanzas. En toda esta época que vamos recorriendo con suma rapidez, nunca se las vió suspender sus tareas legislativas sin verdadera pesadumbre, ni volverse á reunir sin un sentimiento vivo de satisfaccion, como si la patria no corriese ningun peligro sério, mientras permanecian en funciones los reputados todavia como sus legítimos representantes. Se hallaban las Córtes rodeadas todavia de su prestigio antiguo, y le merecian verdaderamente por el desinterés que brillaba siempre en su conducta, por el patriotismo que marcaba sus actos, aun cuando erraban; sobre todo, por su carácter de independencia que las hacia tan respetables, hasta para los que no participaban de sus opiniones.

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