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indiferencia que un general en embrion como era Cabrera, se viese rodeado de grandes atribuciones y obrase con mas libertad que la que à él se le concedia. Acostumbrado por otra parte á servir á un gobierno, el de Fernando VII, á ser el objeto de sus consideraciones y á disponer de grandes medios de ejecucion, no podia acomodarse á la falta de plan y de concierto, á las disposiciones de los miembros de la junta á quienes respecto á sí juzgaba inferiores, à la falta de subordinacion y disciplina de las hordas carlistas; en una palabra, á la completa anarquía en que vivian los facciosos catalanes. Desde su advenimiento al mando habia manifestado su oposicion á la junta, y esta que tampoco podia menos de hacérsela terrible al general, la habia desplegado de tal suerte, que ya en esta época la lucha era grave é intestina y dejaba prever la destruccion de una de las partes contendientes como su inmediato resultado.

Tocóle en suerte la de víctima al conde, cuya deposicion en el mando habian decretado el 25 de octubre los vocales de la junta Lavandero, Orteu y Ferrer; pero conociendo el carácter de España y calculando que no obedeceria el simple oficio ó mandato de destitucion, dirijido por los que él juzgaba que debian estarle subordinados, prefirieron el medio de avisarle para la asistencia á una junta que supusieron debia celebrarse : en cuyo aviso, para hacerle caer mejor en el lazo, no descuidaron lisonjear su orgullo y ambicion espresándose en términos adulatorios y dando por sentado que á él solo correspondia la presidencia de aquella reunion.

Lleno de confianza el conde, se presentó á la junta con solos dos ayudantes, los cuales sin haber pisado el salon donde se habia de celebrar aquella, fueron detenidos y entregados á la fuerza que de antemano tenian dispuesta para que los custodiase: en seguida se dirigió al conde uno de los vocales haciéndole saber con la mayor sangre fria el decreto de su destitucion. Irritado aquel con el nuevo linage de alevosía que contra él se empleaba, echó mano á su espada para castigarla y pedir auxilio contra sus opresores; pero antes de que pudiera ejecutarlo se abalanzó hácia él el mismo individuo de la junta que le habia notificado su sentencia y poniéndole una pistola al pecho logró desarmarle y le entregó rendido á la misma guardia que se habia apoderado de sus ayudantes. Trasladósele en seguida al pueblo de Berga, en el que permaneció preso é incomunicado hasta fin del mes en que por disposicion de la junta fué entregado á uno de los vocales para que se encargase de conducirle á Francia. El tal vocal trasladó al conde en la misma noche à una casa de campo situada á media hora de Orgaña, en la que permaneció tres dias en medio de la mayor reserva y sufriendo un trato muy semejante al que se observa con los reos que estan en capilla. Durante este período, el encargado de la junta iba tres veces diarias desde Orgaña á la casa á pretesto de dar un paseo y permanecia en

ella largo rato, regresando siempre con el mismo misterio con que habia salido. Las comunicaciones entre la casa y el pueblo de Orgaña se multiplicaban, y aunque todas ellas eran sigilosas, no han faltado algunos que hayan creido ue tenian por objeto arrancar algunas revelaciones al caudillo catalan. Es lo cierto que estos misterios duraron tres dias, al cabo de los cuales se le sacó de la casa á las diez de la noche regresando en el siguiente á Berga los sugetos encargados de conducir al preso, quienes manifestaron haberle dejado en el territorio francés.

Dos dias despues las aguas del Segre llevaban un cadáver desnudo, cosido á puñaladas y atado de pies y manos. Este cadáver era el del conde de España que debió ser precipitado desde las escarpadas alturas de Coll de Nargó. Los vecinos de este pueblo dieron parte de este suceso y el cadáver fué recogido é identificada la persona por las autoridades del gobierno legítimo de la Reina. Tal fué el trágico fin del caudillo de las hordas catalanas; de tan desastroso modo terminó su vida el que en los momentos de furor habia sacrificado mil víctimas á su capricho. Terrible pero necesaria ley la de la espiacion á que rara vez dejan de verse sujetos los que sin otros títulos que la audacia, ni otros medios que los sugeridos por la violencia aspiran á ejercer una cruenta dominacion.

Déjase conocer con facilidad que este acontecimiento habia de influir considerablemente en los asuntos de la guerra, no solo en Cataluña sino tambien en Aragon y Valencia, donde ya hemos visto se contaba con la cooperacion de don Carlos España y ser un presagio seguro de las nuevas ca→ lamidades que amenazaban á la causa carlista.

Mientras que estos hechos tenian lugar en el principado, los gefes subalternos de Cabrera procuraban encubrir sus mal disfrazados temores y alucinar á las turbas que confiaban en sus promesas, si no con golpes de consideracion, al menos seguros, para lo cual buscaban destacamentos del ejército leal situados en pueblos indefensos y de fuerza tan escasa que pudieran contar con alguna garantía de triunfo. Conseguíase de esta suerte remover toda idea de inactividad y alimentar el espíritu carlista con las pomposas y exageradas narraciones que se cimentaban sobre el hecho mas insignificante; pero aun estos mismos medios se convertian tambien las mas veces en contra de los mismos que los empleaban. Prueba de esta verdad es la heróica defensa del pueblo de Barrachina debida al gefe de cazadores de Oporto don Juan Durando.

Hallábase este gefe en el punto indicado destinado al bloqueo de Segura y proteccion de Cutanda con 500 hombres, que era la fuerza que componia su batallon, cuando en la mañana del 6 de noviembre se vió repentinamente atacado por el cabecilla Llangostera, el cual se habia corrido desde Molinos sin pararse mas que una hora en Torrecilla, á la cabeza de unos

2,000 infantes, 290 caballos y tres piezas de artillería de á lomo, en la seguridad de que con fuerzas tan superiores le seria facil batir la escasa que mandaba Durando.

Vivia éste con todas las precauciones que la prudencia reclama de los militares en campaña; pero como el enemigo contaba con auxiliadores en el pais, logró penetrar en el pueblo, sin embargo de hallarse tomadas todas las entradas, atacar simultáneamente todos los puntos en que estaba distribuida parte de la fuerza, penetrar en muchas casas, rendir una patrulla que discurria por las calles y apoderarse de la ermita de San Bartolomé, posicion principal del pueblo ocupada por unos cuantos hombres que despues de una vigorosa resistencia cedieron al número de los contrarios. Desde este punto dominante bajó á ocupar la iglesia entregando de paso algunas casas á la voracidad de las llamas, con los combustibles que habia aportado al intento desde Segura y Torrecilla. Con la aprension de la patrulla y de la guarnicion de San Bartolomé se habia reducido el número de los soldados. que guarnecian el pueblo; sin embargo no por eso se arredraron los que aun quedaban y prefiriendo arrostrar las contingencias de un combate desesperado á la suerte que los esperaba como prisioneros, principiaron á hacer un vivo fuego desde las casas y á reunirse en el principal los que encontraban coyuntura favorable. Fué de los primeros que á este sitio acudieron el bravo gefe Durando, quien á pesar del peligro que corria determinó los puntos en que debia distribuirse la pequeña porcion de gente que alli pudo reunir arrojándose no solo á defender los inespugnados si que tambien á reconquistar los que habian sido ocupados por la faccion. Tanto valor no tardó en encontrar el premio que merecia. Al amanecer del dia siguiente la iglesia del pueblo estaba ya en poder de la tropa de Durando, aunque con la pérdida consiguiente al largo y porfiado combate que habia soportado.

A este tiempo el enemigo que habia dejado una buena parte de sus fuerzas fuera del pueblo, se arrojó en masa sobre él por el punto mas facil que es el de la montaña, quemando al paso varias casas para inutilizar la defensa de las guardias avanzadas que ya se habian logrado restablecer. A vista de este movimiento dispuso el comandante Durando que unos cuantos cabaIlos del regimiento del Rey que operaban á sus órdenes, diesen una carga, la que ejecutada y secundada por la infantería rechazó al enemigo y le obligó á retirarse hasta la altura llamada de la Cantera causándole algunos muertos y prisioneros Por este movimiento quedó libre de enemigos una parte de la poblacion; pero continuaban en su poder por el estremo opuesto las ermita de San Bartolomé y San Cristóbal, que flanqueándose recíprocamente á pequeña distancia habian hecho infructuosos y costosísimos los ataques de la caballería. Pero como el valor jamás desmaya, se hicieron los últimos sfuerzos y fueron coronados por la victoria. Copiosa sangre derramó aquel

puñado de valientes; pero logró por fin ocupar el punto de San Bartolomé y dispersar al enemigo que pronunció su retirada hácia Torrecilla á eso de las diez de la mañana, replegándose en seguida toda la fuerza del batallon de Oporto y dirigiéndose á Bañon despues de curados los heridos.

Las ventajas materiales que proporcionó este ataque fueron las de quedar 25 hombres en poder del comandante Durando, multitud de cadáveres en las calles, casas y alrededores del pueblo, sin contar con unos 80 heridos que pasaron por Torrecilla conducidos en paribuelas y caballerías. En cuanto á los efectos morales que produjo él sirvió para castigar el orgullo de una de las divisiones (que tal nombre merecia la gente que guiaba Llangostera) mas acreditada del ejército aragonés, haciéndola víctima de un vencimiento tanto mas vergonzoso, cuanto que la superioridad de su gente y las ventajas que habia conseguido en los primeros momentos de su encuentro, eran otros tantos elementos para contar el triunfo como seguro.

El mismo Llangostera sorprendió á muy poco tiempo un convoy entre Alcorisa y el Mas de las Matas. Hallábase á la sazon establecido el cuartel general del ejército constitucional en este último punto, del cual habia salido ESPARTERO COn muy poca escolta para recorrer la línea, y como llegase esta circunstancia à noticia de aquel cabecilla determinó apoderarse de la persona del Duque emboscando parte de sus fuerzas para cortarle la retirada: pero la Providencia que visiblemente le favorecia, no consintió que el vencedor de cien batallas cayese á merced de un medio tan villano en poder de sus encarnizados enemigos y que se malograsen tan pronto los hermosos trofeos que acababa de proporcionar á su patria y los que andando el tiempo habia de conseguir de nuevo. Un pastor que tuvo ocasion de enterarse de las combinaciones de Llangostera y de conocer su tendencia, aviso á ESPARTERO del riesgo que corria, y éste que tuvo la suerte de encontrar aun sin ocupar un solo desfiladero, marchó por él á escape con su gente dejando burlados los designios de Llangostera y los del mismo Cabrera, de cuya órden se habia verificado aquella emboscada. Necesitaba éste una víctima para aplacar el encono que habia levantado en su pecho el ver desbaratados sus planes y la encontró en el indefenso pastor, á quien sacrificó inhumanamente fusilándole en gracia del señalado servicio que acababa de prestar al general en gefe de las fuerzas leales.

Otro de los golpes parciales, pero de importancia, con que los generales de las tropas de la Reina se veian precisados á entretener el tiempo en que no podian arriesgarse las grandes operaciones militares, fué el de la toma del fuerte de Castro. Era este un antiguo torreon situado en un áspero monte, próximo al pueblo de Callas y que á lo inespugnable de su posicion natural añadia multitud de parapetos, zanjas y otros mil medios artificiales con que los carlistas habian reparado los deterioros que en él habian causado los

tiempos y dádole mayor consistencia y valimiento. Impunes en él los carlistas, á virtud de tanta circunstancia como le favorecian, tenian en contribucion contínua á los pueblos inmediatos y los hostilizaban interceptando las comunicaciones entre todos ellos; pero con particularidad entre los de Chelva y Domeño. Era preciso privar á los carlistas de aquel baluarte que tantos recursos les proporcionaba, lanzarlos del torreon y destruirle ante su vista. El general Azpiroz fué el encargado de llevar adelante esta empresa y para realizarla ordenó el 21 de noviembre que marchasen contra Castro la compañía volante del Turia, tres batallones de Saboya, cuatro compañías de la Reina Gobernadora, una seccion de artillería y otra de cazadores: siguiendo Azpiroz el movimiento de estas fuerzas con otras hasta el número de cinco batallones y un escuadron. Antes de amanecer ya se hallaban todas ellas al frente del fuerte, mas al circunvalarle para emprender el asalto tropezaron con el obstáculo de no ser accesible sino por uno solo de sus lados. Fatal como era esta circunstancia, no fué capaz sin embargo de arredrar á los valientes del ejército leal, quienes acomodándose á la única posicion que podian ocupar y á pesar de ser aquella altamente comprometida y hallarse todas las desventajas de su parte, tuvieron el suficiente arrojo para emprender el ataque. Habia este de ser por necesidad obstinado y sangrien_ to porque los carlistas despues de vomitar un terrible fuego de fusilería contra los sitiadores, los hostilizaban con los enormes pedruscos que arrojaban desde los muros cuantas veces intentaban aproximarse. Nuestros soldados no se descuidaban por su parte, y á pesar de pelear á pecho descubierto devolvian con usuras el destrozo que en sus filas causaban los carlistas; pero viendo que el combate se prolongaba demasiado, determinaron volar el torreon que con tanta tenacidad se sostenia. Apenas habian empezado los trabajos de la mina, cuando los sitiados seguros de su vencimiento demandaron parlamento que les fué concedido, rindiéndose un capitan, 3 tenientes, un subteniente y 76 individuos de tropa El fuerte torreon, terror de aquella comarca, fué destruido despues de haberse apoderado los leales de 100 fusiles, 12,000 cartuchos y otros efectos de guerra.

En el mismo dia que tuvo lugar este brillante encuentro, separó Cabrera del mando al gobernador de la plaza de Morella D. N. Ocallagan, susti_ tuyéndole con D. Pedro Beltran. En seguida conociendo que su presencia era indispensable en aquel punto se trasladó à él, mas no sin haber dado una prueba de su inexorable conducta en las tremendas circunstancias en que vivia, fusilando al gobernador de Cantavieja. No debian inspirarle gran confianza las guarniciones respectivas de estas dos plazas y las mandó relevar dando al mismo tiempo las órdenes mas rigurosas para que sus subalternos destruyesen con mano pronta todos cuantos edificios podian ser fortificados por ESPARTERO.

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