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bian producir el Privilegio de la Union. Muchos historiadores, añade el Sr. Castelar, pretenden ver en este privilegio la libertad. Las disposiciones de este privilegio no podian ser más humillanles para la autoridad real; YO NO VEO EN EL MÁS QUE LOS GERMENES DE UNA REPÚBLICA ARISTOCRÁTICA QUE HUBIERA CONCLUIDO POR SECAR TODAS LAS FUENTES EN QUE BEBIA SU VIDA Y SU GLORIA EL REINO ARAGONES que, á nuestro juicio, no era otra que la Monarquía, que durante tres siglos heroicos habia producido tan grandes Reyes en aquel tan sublime trono.

Elocuentemente traza despues la fisonomía política del Rey D. Pedro IV, y proclama que tenía un talento inmenso, una lógica cruel y que la diplomacia del siglo xvi fué preparada por hombres como él. Todo en él era superior al siglo, la idea y los medios de accion, y aunque la tendencia del siglo XIV se encaminaba á la destruccion del feudalismo, ya herido, y á matar el predominio de la nobleza, las libertades aristocráticas de Aragon amenazaban derribar la Monarquía. La audacia habia rayado muy alto. En el reinado de Alonso III habia conseguido inauditos privilegios; la Co

rona flotaba como un juguete en aquel reino henchido de tumultuosas libertades. Pero en justicia debemos repetir, dice el Sr. Castelar, que si atacó al Privilegio de la Union, confirmó el Privilegio General; que si hirió con el puñal la oligarquía aristocrática, se prosternó de hinojos ante la libertad tradicional, y sólo así pudo ser duradera su obra. En Aragon, cuando el estado llano se reune en la augusta Asamblea de Caspe, y superior á todas las tempestades derramadas por los nobles, forja una corona para D. Fernando de Antequera, muestra cuán grande en maravillosas consecuencias habia sido la obra de Pedro IV.

Grande obra era extraer del caos feudal de la Edad Media la unidad monárquica, y es justo reconocer, que en este gran trabajo de descomposicion del feudalismo, los jurisconsultos fueron los depositarios de la nueva idea, y por esto el Sr. Castelar, despues de referir todas las alternativas de este gran reinado, consigna estas elocuentísimas palabras: «Creemos firmemente que la destruccion de las aristocracias era necesaria para que se organizasen las nacionalidades, para que se asentara sobre sólidos fundamentos la justicia; para que el mundo diese

un paso más en esa larga y majestuosa serie de progresos, que forma el gran poema de la libertad humana. Parece imposible que aquella aristocracia aragonesa, despues de ser la más ilustrada y la más heroica de Europa, no hubiera encontrado más medios de refrenar la autoridad Real, que apelar á la rebelion. Y la rebelion, que en tiempos dados puede ser un remedio, cuando la tiranía ha cerrado todos sus respiraderos al espíritu público, y hecho ineficaces todas las leyes, la rebelion continua, no puede nunca admitirse como forma definitiva de ley y de derecho, ni áun como medio normal de resistencia, porque despues de conmover y agitar penosamente á los pueblos, consume su más vigorosa y pura savia. Del seno de aquella revolucion, del fondo de la victoria de Epila, léjos de salir la servidumbre iba á salir la libertad. Las Córtes iban á fundar el Estado en la ley; iban á trasladar las contiendas legales del campo de batalla al tribunal de justicia. Saludemos, pues, á ese gran pueblo que conserva la libertad, y la custodia y la vigoriza cuando parece la libertad más peligrosa, cuando se presenta más amenazada. En este reinado sí que puede con razon decirse, que

se despertó centelleante y gloriosa la espada de la justicia, y que sirvió de amparo á todos los oprimidos y de freno á todas las tiranías. Véase, pues, cuán profunda y cuán grande fué la revolucion llevada á cima por Pedro IV.

Hemos buscado el apoyo de nuestra opinion en las grandes ilustraciones del país, y lo hemos encontrado tan grande y tan poderoso, que no creemos que pueda negarse por nadie el principio fundamental que sostenemos, y es, que la abolicion de los Privilegios de la Union, creó la verdadera libertad política de Aragon; que desde entónces data su regeneracion política; que desde aquella época memorable y por virtud de las grandes reformas legislativas que se realizaron por el comun asentimiento, el estado llano vino á la vida pública con fuerza bastante para producir el equilibrio de los poderes sociales, y que así se sentaron los grandes gérmenes del sistema constitucional, que con el tiempo habia de desenvolverse y perfeccionarse para ser base segura del gobierno de los pueblos.

Difícilmente podrá encontrarse trasformacion más gigantesca y más tenaz que la empleada en la Edad Media por la Monarquía

contra la aristocracia feudal. La forma municipal es el primer dique opuesto á los privilegios aristocráticos, y no es extraño ver á Alfonso V escribir en el Código de 1020, dado por el Concilio de Leon, la base de las constituciones municipales. El municipio se trasforma despues en Concejo, y las Córtes, el pueblo y la Corona que con el clero, los jurisconsultos y las Universidades socavaban lentamente el castillo feudal, constituyen los grandes elementos de descomposicion del feudalismo y la base firmísima sobre la cual había de alzarse majestuosa la nacionalidad española. En medio de tan diversos elementos, sólo se distinguen en la Edad Media los pueblos germánicos que inspiran el feudalismo, la Iglesia católica que trae el pontificado, ávido de gloria y de poderio, y el recuerdo de la Roma antigua, que busca la unidad política. El feudalismo tenía por base la desigualdad y por carácter la anarquía. La division que engendraba, no podia producir más que el estruendo de la guerra, que hacia aparecer al mundo como un gran campo de batalla. La Iglesia, ya que no pudo establecer la paz, se contentó con la tregua de Dios, pocas veces guardada y obedecida. Más

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