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línea que le trazan su deber, el honor nacional y su adhesion invariable ai código fundamental jurado en 1812. Está V. S. autorizado para comunicar verbalmente este escrito al ministro de Relaciones estranjeras, dejándole copia, si la pidiere.

Su Majestad espera que la prudencia, celo y patriotismo de V. S. le sugerirán la conducta firme y digna del nombre español, que debe seguir en las actuales circunstancias. Lo que tengo la honra de comunicar á V. S. de órden de S. M., y con este motivo le renuevo las seguridades de mi distinguida consideracion, rogando á Dios guarde su vida muchos años.

«B. L. M. de V. S. su atento y seguro servidor

«Palacio, 9 de enero de 1823.>>

«EVARISTO SAN MIGUEL.

La lectura de estos documentos produjo murmullos de aprobacion en los bancos de los diputados y en las tribunas. El presidente, señor Istúriz, dijo: «Las Córtes han oido la comunicacion que acaba de hacer el gobierno de Su «Majestad.-Fieles á su juramento, y dignas del pueblo á quien representan, «no permitirán que se altere ni modifique la Constitucion, por la cual existe, «<sino por la voluntad de la nacion, y por los términos que la misma prescri«be.-Las Córtes darán al gobierno de S. M. todos los medios de repeler la «<agresion de las potencias que osaren atentar á la libertad, á la independen«cia y á la gloria de la heróica nacion española, y á la dignidad y esplendor «del trono constitucional de S. M.»>

Se leyó en seguida la siguiente proposicion del señor Galiano: «Pido á las «Córtes, que tomando por base la comunicacion que acaba de leer el gobierno «de S. M., decreten que se envie á S. M. un mensaje para asegurarle de la «decision de la representacion nacional, fiel intérprete de los votos de sus co«<mitentes, á sostener el lustre é independencia del trono constitucional de alas Españas, la soberanía y derechos de la nacion, la Constitucion por la cuai «existen; y para la consecucion de tan sagrados objetos no habrá sacrificio que no decreten, ciertas de que serán hechos con alegre entusiasmo por to«dos los españoles, que antes se sujetarán á padecer todo linaje de males que pactar con los que tratasen de mancillar su honor, ó de atacar sus liber<<tades.>>

No se dejó al diputado apoyar la proposicion, porque todos se levantaron á aprobarla por unanimidad, y así lo declaró el presidente en medio de ruidosos y vehementes aplausos. Preguntó luego el señor Galiano á los ministros, si á consecuencia de aquellas comunicaciones se habian espedido ya los pasaportes á los representantes de las potencias que así ofendian el honor español.

Contestó el de Estado que nó. El señor Argüelles propuso que se encargára la redaccion del mensaje á una comision, suspendiendo las Córtes la manifestacion de sus sentimientos hasta el dia en que se presentára, «para que jamá3 se pueda decir, añadió, que han sido arrancados por la impresion del momento, y para que lleven toda la solemnidad augusta que debe caracterizar la decision noble y justa de la nacion.» Adhirióse Galiano á la proposicion de Argüelles. «La discusion, dijo, de este interesante negocio seria hoy vioalenta, impetuosa y agitada; otro dia será templada, calmada y majestuosa, cual conviene á la nacion española, grande, moderada y generosa, aun cuanado se vea atacada por el medio mas vil y ratero.» Pidió que se presentára el mensaje en el término de cuarenta y ocho horas, que se imprimiera en todas las lenguas, que se difundiera gratis por el mundo entero, y que se dijera á las naciones: «ahi teneis la paz y la guerra; escoged lo que quisiéreis (vivos y repetidos aplausos).

Pidió, por último, que fuese agregado el señor Argüelles à la comision. El señor Argüelles quiso modestamente escusarse, pero le ahogaron las aclamaciones. Argüelles y Galiano manifestaron á su vez, que si por punto general disentian en opiniones, en esto habia entre ellos completa uniformidad de sentimientos: acercáronse uno á otro por un movimiento espontáneo, y se dieron las manos con las espresiones del afecto mas cordial. Otro tanto hicieron varios diputados de los que se sentaban en opuestos bancos, en medio de los aplausos de los espectadores. El presidente levantó la sesion, dando un viva á la Constitucion, á que diputados y concurrentes respondieron con fogosas aclamaciones á la Constitucion, á la libertad, al héroe de las Cabezas, á la representacion nacional y al gobierno (4).

En la sesion siguiente se propuso que el acta de la anterior se firmára por todos los diputados, que se imprimiera y circulára á todos los pueblos de

(4) Escribiendo el representante de Inglaterra en Madrid sir William A'Cour en 10 de enero al ministro inglés Mr. Canning, le decia hablando de esta célebre sesion: «Las Córtes mostraron en alto grado una circunspecta moderacion..... Como no era generalmente sabido que los despachos se iban á leer públicamente, no fué muy concurrida de diputados la sesion, y las galerias estaban dispuestas á algun tumulto, prorumpiendo el ardor constitucional de los concurrentes en repetidas aclamaciones, y algunos gritos, poco sostenidos, de ¡mueran los tiranos! etc. Sin embargo, puede decirse, considerado todo, que la sesion se celebró con órden y TOMO XIV.

tranquilidad.-No puedo menos de creer que alguna parte de la moderacion que allí apareció fué efecto del lenguaje que he usado constantemente, tanto con el señor San Miguel, como con otros que tienen un considerable influjo. Seguramente, conseguí evitar se diesen los pasaportes, aun no pedidos, à los tres encargados de negocios, como al principio se habia intentado. Esto acaso no es ganar mucho, puesto que inmediatamente serán pedidos por ellos; mas sin embargo, evité lo que mas adelante pudiera dar lugar á un nuevo pretesto de ofensa de parte de este gobierno.»

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la monarquía, juntamente con los discursos relativos à las notas de los gabinetes estranjeros. Mas dónde subió de punto el entusiasmo patriótico fué en la sesion del 14, con ocasion de haberse presentado el proyecto de mensaje á la corona; el cual, suscrito por los señores Carga-Argüelles, Alava, Saavedra, Argüelles, Ruiz de la Vega, Adan, Salvá y Galiano, se reducia á manifestar al rey que las Cortes habian oido con la mayor estrañeza las doctrinas que sentaban las notas de París, Viena, Berlin y San Petersburgo, porque además do no estar conformes con las prácticas establecidas en las naciones cultas, se injuriaba á la nacion española, á sus Córtes y su gobierno, al mismo tiempo que habian oido con el mayor agrado la respuesta franca y decorosa que á es. tas notas habia dado el gobierno español, manifestando la falsedad de los cargos que en ellas se hacen á la nacion. Pidieron muchos la palabra en favor del Mensaje, mas solo la usaron los señores Saavedra, Canga, Ferrer, (don Joaquin), Argüelles y Galiano, todos en el mismo sentido.

Los discursos de aquel dia fueron de los más notables y de los más elocuentes que se han pronunciado desde la tribuna española. Inspirábalos el amor pátrio ultrajado y ofendido, la independencia nacional escarnecida, la pasion de la libertad política sobreexcitada, la dignidad del carácter español vilipendiada por los mismos estranjeros que no hacia muchos años habian debido á España el no ser oprimidos por el gigante del siglo. Cada uno de los oradores tuvo momentos y frases felices, que arrancaron estrepitosos aplausos. «¡Vituperan, decia el señor Saavedra (don Angel), nuestro código sa«grado! ¡Este código que hizo traducir en su lengua el emperador de Rusia en «al año 13! ¡Este código que hizo jurar ese mismo emperador á algunos pocos «españoles que se hallaban en sus dominios, y Código que reconoció el rey de «Prusia en el año 14! ¡Ah, señores! En aquella época necesitaban de nuestros «brazos para sostener sus tronos. Conocian que el fuego sacrosanto de la li «bertad era el que debia darles la energía necesaria para derrocar al tirono «que nos amenazaba. Tál contradiccion, táles calumnias contienen estas no«tas, á que el gobierno de S. M. ha contestado con la energía digna del alto «puesto que ocupa, y por lo que yo siempre le daré los mayores elogios..... «Por lo tanto concluiré diciendo solamente, que la nacion española no está «en estado de que ninguna otra le imponga la ley; que aun tiene en si fuerza ❝y recursos, que serán siempre terribles para los enemigos de nuestra liber«tad, y que la nacion española no reconocerá jamás una dominacion estranje«ra. No señor, aun viven los valientes que destrozaron al intruso; aun están «<teñidas sus espadas de la sangre de los que osaron invadir su territorio. Di<«cen que estamos desunidos: todos queremos libertad: en los principios estaamos todos conformes: la libertad de la nacion y la independencia es lo que

queremos, y no hay enemigos suficientes para arrancárnosla. El que so «atreva á insultarnos, venga, pues, á este suelo, en donde encontrará, en vez «de la mala fé, la virtud y el hierro.»>

«No es cosa original, decia Canga-Argüelles, ver á la Rusia y á la Prusia <defender la causa de la Iglesia Apostólica Romana? Pero yo no veo á estas dos «naciones, no señor, veo á la curia romana..... que se ha puesto acorde con «las altas potencias, y les ha dicho: «inserten vds. este artículo, á ver si saco apartido..... Yo les diré que España tiene buenos españoles, que jamás ad«mitirán ninguna intervencion estranjera; y les repetiré, que en una ocasion <prefirieron tener un rey bastardo y español á uno legitimo y estranjero; y por último, les diré, como diputado de la nacion española, lo que los arago<neses dijeron en el año 1524 á Carlos V., cuando se empeñaba en que le concediesen auxilios. Señor no será razon que el reino que tantas coronas aha dado á V. M. á costa su sangre y privaciones, pierda ahora su libertad.»>

El señor Ferrer habló en el propio sentido, haciendo un cargo á cada una de las naciones signatarias de las notas. Siguiéronle en el uso de la palabra Argüelles y Galiano, los dos más fáciles y distinguidos oradores; y aunque h circunstancia de no haber quien combatiera el mensaje no era apropósito para escitar el sentimiento y el fuego de la elocuencia, la materia por sí misma los hacia ser vehementes y fogosos, y muchos períodos de sus discursos produjeron vivas y prolongadas aclamaciones. Argüelles, despues de tronar contra la conducta de la Francia, cuyos designios ambiciosos calificó de «llenos de perfidia,» despues de llamar la atencion hácia el lenguaje hipócrita, al propio tiempo que insultante de las otras potencias, dijo que era impostura suponer al rey privado de libertad: «Solo, añadió, tiene restricciones para hacer el mal «que como hombre podria hacer, y que desgraciadamente ha hecho por culpa «de malos consejeroз. El rey de España, decia después, ha sido siempre vic<<tima de las promesas de los estranjeros; pero yo confío en que se aprovecha«rá de las lecciones de la historia y de su propia esperiencia. Pedro, rey de <«<Castilla, murió rodeado de estranjeros, asesinado por su hermano Enrique en <«la tienda de Beltran Duguesclin..... La córte de San Petersburgo debe acor«darse de que Pedro III., marido de la célebre Catalina II., fué destronado, y «todas las señales evidentes que aparecieron en su muerte demostraron que <<habia sido envenenado. Es más memorable lo ocurrido con el emperador Pa«blo I., que tambien fué destronado; pero lo es aún mucho más el escandaloso «destronamiento de Gustavo IV., de la casa de Wasa, que todavía anda por «Europa hecho un peregrino, y probablemente en estado de demencia.... etc.>>

Muchos pasajes del discurso de Galiano arrebataron tambien á los espectadores, «Y á la nacion española, decia, ¿qué le importa que los despotas

«mantengan esta ó la otra relacion? ¿Qué le importa, digo; á esta nacion aque tiene por principal timbre haber sabido sostener su independencia á cos«ta de tanta sangre, despues de comprarla con tanta gloria?» Rechazó el derecho de intervencion que querian arrogarse las naciones, y decia: «¡Estaba areservado para esta época de ignominia el inventar semejante derecho!..... «Pretenden esos monarcas fundar sus gobiernos en la tiranía y opresion de los «pueblos; pero éstos están autorizados para recobrar su libertad. No me deatendré en hacer reflexiones sobre la conducta de estas mismas potencias que «reconocieron ántes el gobierno español en 1842, y que después le injurian y «vilipendian....>>

Otros varios diputados quisieron hablar, mas como nadie lo hiciese en contra, se declaró el punto suficientemente discutido. El Mensaje se aprobó por unanimidad, votándole nominalmente todos los presentes, en número de 445. Nombróse una comision que le pusiera en manos del rey, á cuya cabeza iba el general Riego; y se mandó imprimir íntegra aquella interesantisima sesion, para que se difundiese hasta los ángulos mas remotos de la momarquía.

A la salida de ella esperaba á los diputados un numeroso gentio, que los recibió con aplausos, victores y abrazos. A Argüelles y Galiano, adversarios hasta entonces, amigos aquel dia, los paseó la multitud en hombros por la plaza inmediata, hasta que pasando el coche del presidente fueron introducidos en él siguiéndolos todavía buen trecho la muchedumbre con entusiasta gritería. Pero aunque de este entusiasmo participaban muchos, estaba lejos de representar entonces la opinion general de la nacion. Tampoco tuvo, sin embargo, aquella escena el carácter de alboroto que otros le atribuyeron.

Ya el 10 habian pedido y recibido sus pasaportes los encargados de negocios de Austria, Prusia y Rusia. Detúvose un poco el de Francia, como para aparentar que no dejaba á España sino en el caso apurado y estremo, mas no tardó en seguir los pasos de sus compañeros, como era de esperar.

La córte de Roma, que hasta entonces habia estado callada, encontró tambien en este tiempo pretesto para unirse á la conjuracion de la Santa Alianza. Habia sido nombrado embajador de España en Roma don Joaquin Lorenzo Villanueva, uno de los más ilustrados eclesiásticos y que más se habian distinguido en las Córtes del año 12 y en las de 20 y 21. Al llegar á Turin, intimóle un delegado del Santo Padre que Su Santidad tenia el sentimiento de no poder recibirle con carácter de diplomático. Se quiso atribuir esta medida á una publicacion de que se suponia autor al Villanneva, con el título de Cartas de don Roque Leal; si bien traslucia todo el mundo que la verdadera causa eran

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