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están sepultados; pero se saben sus descendientes que por derecho hereditario los poseen; y son las casas de Calderón, Velarde, Villa y Polanco.» «Los Barredas-añade—tienen capilla particular dentro de la misma iglesia.» Y es por cierto una fábrica sencilla, curiosa y ligera, del siglo XV al parecer, consagrada a San Jerónimo.

La ordenación arquitectónica de este claustro consiste en un zócalo corrido a lo largo de las cuatro crujías, cuadrangular y liso, cuyas aristas superiores están amortiguadas en chaflán acanalado. Los arcos semicirculares, catorce por lado, de moldura lisa (toros y filetes), descansan en columnas cortas, que de cuatro en cuatro se aparean con otra gemela, y en cuyos capiteles lució la escultura del tiempo su maravillosa variedad y riqueza: sobre ellos vuelan hacia el interior de las galerías los arranques de las bóvedas de cañón, suplidas por toscos y desvencijados alfarjes. Quizás se arruinaron, quizás no llegaron a cerrarse nunca de piedra.

Pero, ¡qué prodigioso e interesante museo el de los capiteles y sus historias! Huellas del arte babilónico o asirio, el centauro con la típica mitra asaeteando una fiera fantástica, junto a una latísima y rara expansión del arte cristiano, como acaso no hay otra prueba semejante de tiempos en que dominaba el tímido simbolismo, y el común respeto no aventuraba la representación del subline drama cristiano. El calvario y sus cruces, y su tragedia y el lloroso cortejo de las santas mujeres, y el tropel inhumano de los verdugos; el juicio final o quizás su indicación primera, su representación elemental en la ley nueva, el descenso de Cristo al seno de Abraham. Martirios en una parte, cacerías en otra; aquí los inextricables tejidos funiculares del cincel bizantino, allí las hojas lánguidas y flexibles de los mármoles griegos.

Esculpido parece el claustro para proclamar y establecer con pruebas la unidad del arte, la existencia de un elemento generador único, y el orden y la variedad sucesivos de su desarrollo. Al capitel rudimentario, tronco de pirámide invertido, desbastado apenas, se arrima en un segundo período un tallo

pobre, escueto y sin hojas, como desarrollado sin luz y sin agua, a cuyo extremo se ensancha apenas la yema fructífera y fecunda. Ya en la generación tercera la planta se vigoriza y multiplica sus tallos ricos de anchas y alternadas hojas, y tanto los revuelve y traba, que luego pierden su silvestre y frondosa fisonomía para trocarse en fantástica y vertiginosa combinación de líneas geométricas, de cintas y listones. O dando abrigo y sostén a las criaturas menores del reino animal, se pueblan de insectos, de pájaros. Y sin detenerse la zoológica progresión, llega hasta la figura humana, y las escenas animadas y diversas de la vida social, último y supremo momento del artístico génesis.

Aquel mundo animado que se despliega a la altura de nuestros ojos, hace olvidar ese otro mundo inanimado que yace debajo de nuestros pies.—¿Quiénes fueron? decimos de éstos, indolente y pasivamente.-¿Quiénes son? decimos de los otros.

III

ABADES Y SEÑORES.—EL MARQUÉS DE LOS PROVERBIOS

Dos y medio siglos antes de que dominase en las artes el estilo que luce su actual abadía, ya tenía abades Santillana (1). ¿Era monasterio de regulares, como parece indicarlo la fórmula fratres, aplicada en algunos instrumentos a los eclesiásticos que le habitaban? ¿Fué monasterio dúplice, como algunos quieren deducir de ciertas cláusulas de donaciones personales de conversos de uno y otro sexo, y de esta frase: in presentia

(1) Libro de Regla.-Escritura núm. 13, donación del monasterio de San Pedro del Valle (San Pedro de Agüera) por su abad Hermenegildo al abad Álvaro de Santa Juliana... «regnante Ramirus Rex in Legione et in Castella».-Escritura núm. 52. Agregación y entrega de la iglesia de San Román y San Pedro de Toporias por el presbítero Heredo, y según lo capitulado con el rey Alfonso II el Casto, por sus fundadores Recemiro y Betelo, al abad Álvaro de Santa Juliana... <regnante principe nostro domino rademirus in Legione...»—Ramiro I reinó desde 842 a 850.

abatissae Fronildi roboravi, contenida en la escritura de heredamiento de ciertas viñas en Liébana, que firma el abad Juan, año de 1021? (1). Flórez conjetura que la secularización e instituto de colegial se debe a Alfonso VII; pero confiesa que en una escritura de días de San Fernando, año de 1238, es donde por primera vez encuentra la calificación de canónigos aplicada a la comunidad de Santillana.

En 1209, y a semejanza de lo que había hecho en Santander, Alfonso VIII dió fueros a la villa, entregándola al señorío del abad. El señorío abadengo perseveró íntegro hasta los tiempos de Alfonso XI. Este rey emprendedor y resuelto, necesitando para el apresto de sus expediciones militares mayor caudal del que sus arcas le ofrecían, levantaba ciertos tributos, justificándolos con la patriótica razón de sus felices campañas (2). En 1327 preparaba su primera y juvenil empresa contra el moro de Granada, al cual había de tomar victoriosamente la villa de Teba y los castillos de Cañete y Priego, derrotando al celebrado Osmín, general de su caballería. El Papa le había concedido las tercias de las iglesias y el diezmo de las rentas del clero, los Estados reunidos en Madrid los servicios y monedas, y en el mismo tiempo, y ya comenzadas las operaciones militares, expide desde Sevilla su real ejecutoria al abad de Santillana para que no cobrase el yantar que por señorío le era debido, sino que fuese entregado a su Adelantado mayor de Castilla (3).

(1) Es la 42 del libro de Regla.

(2) En el libro de las behetrías es cláusula frecuente al hablar de pueblos exentos o de señorío particular: «pagan fonsadera desde la cerca de Algecira acá, como quiera que son privilegiados de la non pagar».-En 1342, convocados los prelados, ricos-omes, e hidalgos del reino, y consultados los vecinos de las ciudades en Burgos primero y en León después, habían otorgado al rey las alçabalas, para los empeños de aquella guerra.

(3) El abad don Gaspar de Amaya, en un papel al rey, fecho en San Ildefonso a 6 de octubre del año de 1744, solicitando seguir litigio sobre detentación del señorío y vasallaje de la villa y su territorio con la casa del Infantado, dice expedida la ejecutoria en el año de 1365. Debe entenderse la era de igual título, que corresponde al citado año de 1327. En 1365 reinaba Don Pedro, hijo de Alfonso onceno.

No es de creer que pasada la ocasión de la necesidad, los pueblos quedasen desahogados del nuevo tributo, ni tornasen a los señores sus cedidos derechos, pues tal sucedió siempre con toda pensión y carga de dinero, cuando ha de renunciarla el mismo que la aprovechó y goza; y así mermado el señorío vino a encontrarse con las dificultades que le suscitaba necesariamente la casa de la Vega, engrandecida como atrás vimos con el territorio de las cercanías en cabeza de Gonzalo Ruiz.

Acogido el abad al regio patronato, pretendía escudarse con la autoridad del soberano, cuyo representante se llamaba; pero sabido es el ningún respeto que a los próceres imponía el trono en aquellos siglos.

Así en el «Pleito de los valles» tantas veces citado, dice un testigo que «vido, siendo alcalde en Santillana (puesto por Gomez Arias, corregidor del rey) Juan Perez de Piñera, porque avia dado algunos mandamientos para emplaçar y prendar algunos vasallos del almirante (1), y doña Leonor, yr el dicho almirante á Santillana y entrar en casa del dicho Juan Perez alcalde, y tomarlo y quererlo echar por las varandas a baxo, llamandole villano, ruyn; que quien le mandava meter en su jurisdicion. E que todavia le echara por las varandas abaxo: salvo por ciertas personas que ende estavan. E que vió al dicho almirante dar al dicho alcalde con el puño y la mançana de la daga quatro ó cinco golpes buenos y bien dados en la cara: fasta que prometió y juró no entrometerse á juzgar entre los vasallos del dicho almirante. Y que oyó decir á personas que nombra, que Garcilasso, padre de doña Leonor avia ido á Santillana á prender á Juan Tacon, porque diz que se avia entrometido a conocer de pleitos entre vasallos del dicho Garcilasso, y que lo prendiera y lo fiziera degollar en la plaça de la dicha villa».

Y no trataba con mayores miramientos al propio corregidor real aquel terrible Diego Hurtado, porque otro testigo cuenta cómo estando en Santillana assentado á juicio, el dicho almi

(1) Diego Hurtado de Mendoza.-Véase la pág. 219.

rante le avia dado ciertos palos, porque avia entrado á corregir en sus valles. Y que oyó decir á dicho almirante, que si supiesse que el dicho Gomez Arias entrava otra vez á corregir en los dichos sus valles, que le faria matar por ello... y que el dicho corregidor non osava andar fuera de su posada; antes dice que estaba abscondido en casa del herrero de Valles, donde el dicho corregidor posava, que es en la dicha Santillana».

Así iban las cosas en la villa cuando Iñigo López de Mendoza entró a suceder en la herencia de doña Leonor, su madre, en 1432. No mejoraron por ello, ni fueron deslindados y más claramente establecidos los poderes y atribuciones de cada autoridad y los derechos de cada señor, porque en 1436 dice el pleito: «Sobre la jurisdiccion del mayordomazgo ovieron ruydo é pelea en uno Fernan Gonzalez del Castillo corregidor que á la sazon era del rey en Asturias de Sanctillana, y Sancho Lopez de Guinea alcalde por el dicho Iñigo Lopez en la casa de Vega... en el cual ruido murieron hombres de ambas partes».

No descuidó el cortesano magnate medios más suaves y eficaces que el rigor y la violencia para lograr sus fines; acudió con éxito a ganar las voluntades, y consiguió que en el otoño de 1439 los valles de Reocín y Cabuérniga revocasen los poderes dados a sus procuradores, «porque querian fazer ó procurar algunas cosas contra el señor Iñigo Lopez de Mendoza en contrario de la jurisdiccion que demandava de los dichos valles», y pidieron al rey que le reconociese el tal señorío y jurisdicción (1).

Mas ni aun el título de marqués de Santillana, extendido a favor del Iñigo López por el rey don Juan II, a 19 de Mayo de 1445, puso temor a los montañeses ni les movió a mayor obediencia, pues cuenta el octogenario Pero Alonso, vecino de

(1) Amador de los Ríos.-Vida del marqués de Santillana, escrita con presencia de los archivos de la casa del Infantado, y publicada al frente de la primera edición completa de sus obras en 1852.

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