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cohecho (ambitus), y el delito de lesa majestad (majestatis), fueron los calificados de Quæstiones perpetuæ, porque ya dejamos dicho que del de alta traicion (Perduellion) conocian las Centurias. Finalmente, al acercarse la declinacion de la repú– blica se nombraron jueces para sentenciar á los asesinos (de sicariis), para castigar la violencia pública (de vi publica), la privada (de vi privata), y tambien se estableció un tribunal especial contra los falsarios y envenenadores (de falsis et veneficiis).

El cargo de Edil Curul era muy apetecido en Roma, no solo porque daba derecho para transmitir en medallas su memoria á la posteridad, que era en lo principal que fundaban los romanos su nobleza, sino porque servia de primer escalon á todas las altas dignidades de la república. Sus funciones consistian en cuidar de la policía y limpieza general de la ciudad, de la superintendencia de los víveres y de los juegos y diversiones solemnes, por lo que reunian la condicion de censores de teatros, segun se ve en los títulos que preceden á las comedias de Terencio; y tambien Suetonio añade que por El Eunuco dieron á este poeta 8,000 sextercios (unos 4,800 rs.). Los ediles sufragaban de su bolsillo las diversiones públicas y preparaban de este modo al pueblo á concederles sus votos para las magistraturas superiores, siendo preferidos siempre los que habian logrado divertirle mejor y con espectáculos mas raros. Pudiéramos citar numerosos ejemplos de derrotas electorales de personajes muy célebres, por no haber correspondido, mientras fueron ediles ó pretores, á las esperanzas que el pueblo habia concebido de que les diesen grandes y sorprendentes funciones. Murena ganó el consulado á su competidor Servio Sulpicio, por los magníficos juegos que costeó siendo pretor. Mamerco no pudo conseguir el consulado, porque siendo riquísimo no quiso aceptar el cargo de edil por no gastar: y el pueblo negó sus votos á la pretura de Sila, porque habiendo sido cuestor de Mauritania no le dió cuando fué edil, el espectáculo de una lucha de animales raros y feroces de

Africa. Numerosas medallas nos demuestran hoy la profusion de los ediles. Parece imposible que la fortuna de unos particulares pudiese sufragar tan enormes gastos; pero no debe perderse de vista que como las familias principales de Roma tomaban bajo su proteccion reyes, provincias y ciudades, estas eran las que mas contribuian á tales dispendios, y aun de una carta de Ciceron á Quinto (1) pudiera deducirse, que debia pesar sobre ellas algun impuesto, y no pequeño, para los ediles, porque dice: Gravi vectigali ædilitiorum: y en los Oficios añade, que los gastos que habia hecho durante su edilidad habian sido muy módicos, y que sin embargo el pueblo le habia conferido las principales dignidades.

En los municipios y colonias habia tambien ediles, cuyos nombres se encuentran en muchas medallas (2).

El cargo de Cuestor era antiquísimo en Roma, pues los instituyeron los reyes y los conservaron los primeros cónsules. Fueron al principio dos, llamados Urbani, del órden patricio; pero en el año 346 vemos en Livio cuatro cuestores, y de ellos tres plebeyos. Tomaron su nombre del verbo quærere, segun Varron. Los antiguos definian al cuestor: «Prepositus pecuniæ publicæ, qui curam ærarii habet.» El encargado de cobrar las rentas públicas y cuidar del Erario. Budeo manifiesta que sus funciones en la ciudad eran «curare ærarium, ejus pecunias, expensas et acceptas referre in tabulas públicas;» es decir, cuicar del erario y dar cuenta en estados públicos del dinero que cobraban y pagaban. Los cuestores fueron de tres clases: urbanos ó del erario, que desempeñaban funciones de tesoreros; militares ó provinciales, que acompañaban á los gobernadores de las provincias, y cuestores de parricidio ó crímenes capitales (Quæstores parricidii aut rerum capitalium), nombrados por el pueblo cuando el caso lo exigia. Todos eran elegidos en los comicios por tribus, y las principales atribuciones de los

(1) Lib. I, epíst. 1.*

(2) Otto de ædil. Colon.

de la primera clase, única de que por ahora nos ocuparemos, eran la custodia del tesoro público, que se guardaba en el templo de Saturno. Recaudaban todas las rentas de la república: entregaban á los magistrados las sumas que se les asignaban, previa órden por senado-consulto, pero los cónsules podian disponer por sí de cuantos fondos creyesen conveniente. Debian llevar cuenta de lo que recaudaban, y eran además los encargados de vender en subasta pública el botin de los enemigos y los bienes confiscados. Como las banderas de las le— giones estaban depositadas en el Tesoro, ellos eran quienes se las entregaban á los cónsules. Cuanto se referia á gastos públicos, como recibir embajadores, hacer funerales á expensas de la república, levantar estátuas y otros de esta clase, todo corria á cargo de los cuestores. Antes de la creacion de los Triumviri monetales, tenian la inspeccion superior de la moneda, por eso sus nombres se encuentran en muchas medallas. La cuestura era el primer escalon de la dignidad senatorial Y todas las demás de la república. Concurrian á las deliberaciones del Senado; mas para continuar asistiendo despues de salir del cargo, era preciso que los censores los incluyesen en la lista. Sila estableció fuesen senadores natos por derecho propio. Los emperadores, no solo variaron y reformaron las atribuciones de los cuestores, sino que aumentaron su número, conforme á los servicios que tenian que recompensar, y á las gracias que deseaban dispensar á sus favoritos. Tambien crearon otra cuarta clase de cuestores á que llamaron Candidati Augusti. Despues que Tiberio transfirió al Senado el derecho de legislar aboliendo los comicios, estos cuestores eran los encargados de llevar al Senado, en nombre del príncipe, los proyectos de ley que habian de ser materia de decreto. Cuando hablemos del gobierno de las provincias, trataremos de los cuestores que acompañaban á los generales y gobernadores.

de

TOMO 1.

CAPITULO IV.

Jurisconsultos romanos.

Dedicamos este capítulo á tratar de los jurisconsultos, tanto por la gran consideracion que disfrutaron entre los romanos, como porque dedicada esta obra á dar noticias generales sobre todo lo relativo á la jurisprudencia, es de mucha satisfaccion para nosotros, demostrar lo honorífica que siempre ha sido esta profesion en las naciones civilizadas. No habia en la antigua república hombres mas generalmente respetados que los que se dedicaban al estudio y práctica del derecho. En ellos se encontraba la ciencia y la importancia civil y política. En las historias del Derecho Romano, se ven algunas indicaciones acerca de los hombres mas eminentes de la nobilísima profesion; nosotros las ampliaremos ahora con otras nuevas, no muy generalmente conocidas, que esperamos recibirán con gusto nuestros compañeros.

El inmenso prestigio de los jurisconsultos romanos se remonta á la fundacion de la ciudad, y es muy notable que en vez de decaer, fuese siempre en aumento, aun en las épocas de fuerza y violencia que nos presenta su historia, principalmente desde el siglo VIII. La division del pueblo en patricios y plebeyos, hecha por Rómulo, es la base de la importancia de los jurisconsultos. Con el fin eminentemente político de es

tablecer un lazo de cohesion entre las dos clases, superior á los cálculos del egoismo, hijo del sentimiento y del corazon, y al que indudablemente se deben los pacíficos resultados de las discordias que mas tarde acaecieron entre las dos clases, mandó aquel rey, imitando á los atenienses y tesalienses, que los plebeyos eligiesen patronos de entre los patricios, y á estos que protegiesen á los plebeyos. Adquirieron unos y otros deberes y derechos recíprocos, y de los primeros el principal era, que los patronos debian encargarse de los pleitos y causas de los plebeyos y defenderlos en todos los negocios. De aquí nació, y aun se conserva, la costumbre de llamar patronos á los abogados defensores, y estos, clientes á sus defendidos. La mayor honra entre los patricios consistia en tener mas número de clientes que los demás de su clase, y como la ciencia del derecho era uno de los medios seguros de lograrlo, la jurisprudencia adquirió un desarrollo tal y tan asombrosos adelantos, que no han podido luego igualarse.

La profesion fué muy penosa y difícil, porque los patronos debian recibir desde el amanecer á todos los clientes que venian á cumplimentarlos y consultar los negocios. Horacio nos describe admirablemente este deber de los patronos:

Rome diu dulce fuit et solemne, reclusa
Mane domo vigilare, clienti promere jura (1).

-Agricolam laudat juris legumque peritus,

Sub galli cantum consul'or ubi ostia pulsat (2).

Sentados en una especie de trono ó tribunal, daban desde él sus contestaciones á los clientes con brevedad y exactitud, imitando á los oráculos sagrados. Ciceron en su Diálogo sobre la Amistad, nos presenta á su maestro de jurisprudencia

(1) Lib. II, epist. I.

(2) Lib. I, sat. I.

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