L A mayor extensión del tráfico marítimo al finalizar el siglo xv y principios de la centuria xvi, descubrimientos en ambos océanos, originó exigencias y transformaciones en el arte de la construcción naval: la reforma del antiguo sistema por las nuevas condiciones generales de la navegación fué acelerada con las modificaciones que las necesidades militares impusieron en el vaso y en la distribución del buque. «La marina del mundo antiguo no era digna de saludar al nuevo mundo: la carraca debía sustituir a la galera, la coca a la carraca, la carabela a la coca, y a la carabela el galeón. El inmenso piélago exigía buques de mayor porte, y la codicia, más aún que el instinto de conservación, requería gran capacidad» (Salas: Historia de la Matrícula de Mar.) No existía la marina de guerra con carácter permanente, institución moderna, y las flotas reales formábanse casi exclusivamente con las naves tomadas en los puertos de comercio, embargos y asientos: por otra parte las embarcaciones mercantes corrían su navegación provistas de armamento y aviadas para lances de combate, usado el corso en todos los países como una industria provechosa. Las naves tomaron, pues, disposiciones esenciales para aquella aplicación estilada y se modificaron, cercano el siglo XVI, cuanto se extendieron los progresos del arte guerrero naval, revolucionado notablemente por la aplicación de la artillería a las naos. La marina velera, los navíos redondos, pasaron luego a ser, por esta aplicación de la artillería a bordo, las conocidas grandes naves de pisos superpuestos. Cedió el tiempo de las carabelas, en la descripción general naves redondas, de mediano porte, cortas de varenga y popa cuadrada, de buen asiento sobre el agua, sólidas y ligeras y fáciles para virar de bordo: conservó el galeón su pesadumbre y aparece pujante la fragata, en el principio especie de galera con puente, construída para navegar indistintamente a vela y a remo. Como se tuvieron conocidos nuevos mares de extensión insospechada se abrió a los navíos veleros una acción mayor: faltaban naves capaces y de gran velocidad y comenzáronse a cambiar las antiguas proporciones, alargando los vasos o aumentando las dimensiones según que era su aplicación y destino. Consolidada la navegación de altura, cumplidos los progresos marineros que van dichos, se transformó la vieja marina por necesidad de adaptación a las nuevas exigencias. En los astilleros vizcainos se experimentó aquella revolución parecidamente a como en otros puertos. Fabricaron ya menormente al modo de las carracas alterosas de castillos y carabelas rasas de la flota aquí dispuesta para la jornada de la princesa Doña Juana a Flandes, y se estableció y practicó el nuevo sistema de la manera que se advierte en las escuadras formadas con participación de sus naves en el primer tercio del siglo xvi, las que pudieron conducír la larga expedición de Magallanes y otras de tanta intrepidez. Se construyeron ahora numerosos galeones y navíos, combinada la tradición de obra con la influencia innovadora recibida por las alteraciones generales en el arte naval, y preferentemente naves para su comercio, embarcaciones menores supeditadas a las condiciones de los puertos donde era su contratación principal. La construcción de naves gruesas había disminuído generalmente, según parece del llamamiento que hizo su Alteza Doña Juana a los lugares marítimos para que enviasen personas quienes en su Consejo platicasen acerca del remedio de ello. Reunidos aquellos diputados confirieron como se les pedía y declararon que la causa de la falta de carracas y naves gruesas se debía poner en la duradera paz de que se gozaba, pues apartado el riesgo de navegación muchos fabricaban naves pequeñas para con ellas comerciar, como más fáciles; por lo que ordenó S. A. que se mandasen fabricar navíos mayores y que las mercaderías fuesen cargadas preferentemente en ellos. A tenor de esto se convinieron las disposiciones luego formadas en ordenanzas de |