Imágenes de páginas
PDF
EPUB

en exceso, carburo y carbono libre. Curiosas son asimismo las hipótesis de Karsten, que juzga que en los hierros carburados se halla el carbono parcialmente combinado, mezclado y disuelto; la de Jullien, que defiende la disolución total del metaloide; y la teoría del temple, preconizada por el ruso Tchernoff, según la cual las transformaciones moleculares dependen de las temperaturas y del enfriamiento, llegando el autor á marcar las condiciones para templar un acero de composición conocida con la eficacia máxima y la temperatura que no conviene exceder.

(Continuará.)

MANUEL PARDO

EL ESTADO Y LA PRIMERA EDUCACIÓN (1)

XVI

El interés social y el de los padres.- ¿Deberá ser también gratuita la primera enseñanza?-Medios que se consideran más eficaces para obligar á los padres á que eduquen á sus hijos.-Reflexiones acerca de la ejecución de los medios propuestos.

Abordando de todo punto la cuestión, vamos á demostrar que ni las familias más pobres pueden eximirse ni deben excusarse de mandar sus hijos á la escuela, porque en ello se interesa su misma penuria y falta de recursos y sus particulares provechos, además del bienestar social.

Los hijos de las familias desvalidas tienen tanto derecho á la educación é instrucción como á la existencia, al aire, la luz, á los alimentos y al vestido. Si los padres sólo les han dado el ser para hacerlos desgraciados, si sólo les consideran como débiles instrumentos de su codicia, imprimiéndoles trabajos superiores á sus fuerzas antes de tiempo, valiera más que no les hubieran dado el ser.

Muchos niños son víctimas de la temeridad é imprudencia con que prematuramente les dedican sus padres á las faenas. del campo á la conducción de objetos de gran peso y á la permanencia á la intemperie, sufriendo los ardores del sol en el verano, el agua y el viento en otoño, y la nieve y el frío en el in

(1) Véase los números 575, 576, 577, 581, 582, 583, 585, 586 y 598 de esta REVISTA.

TOMO CXLIX

26

vierno. Otros se ven precisados á trabajar en lugares húmedos, estrechos ú obscuros largas horas. Así son tantos los que sucumben de insolaciones, dolores, pulmonías, calenturas y de otras enfermades por tales causas contraídas. Mejor comprenderían sus intereses, si, en vez de utilizar de presente el insig nificante valor del trabajo de sus hijos pequeños, les mandaran á la escuela, á fin de que, recibiendo la instrucción más precisa durante su desarrollo físico, pudieran desempeñar después mejor la profesión á que les destinaran, y centuplicaran el precio de su trabajo.

El gañán que ha concurrido á la escuela hace mejor y con más presteza los surcos. Es más discreto y honrado, y llamando la atención y excitando las simpatías de su amo, pronto le da ocupación de más importancia y lucro, y fácilmente llega á desempeñar el cargo de mayoral, si es que no logra el de administrador ó comparticipe en la hacienda de su principal.

Es indudable que el sastre, que no ha tenido escuela, no pasa à construir piezas nuevas, y solamente se queda en sastre de viejo ó de composturas, ganando apenas un misero jornal; pero el que ha recibido en su tiempo la primera enseñanza és oficial de ropa fina, y muy luego es maestro que puede reunir un capital. Y si nos fijamos en un simple zapatero que po ha penetrado jamás en la escuela, le encontraremos años y años de aprendiz sin adelantar un paso en su oficio, y llegará á ser hombre sin que consiga pasar de zapatero de portal. El producto de su trabajo jamás será suficiente para llenar necesidades más precisas y vivirá siempre lleno de privaciones, si no en la miseria. Lo mismo sucederá á los que se dediquen á los oficios de albañiles, carpinteros, herreros y otros que no hubieren recibido la primera enseñanza. Siempre serán artistas adocenados ó medianías que no ganarán lo necesario para la vida.

Obran, pues, los padres de familia negligentes y abandonados que no mandan sus hijos á la escuela con la misma indiscreción y locura que el que por tomar hoy el valor de un

real, perdiera el derecho á tomar mañana el de una onza de oro. ¿Y qué diremos del amor que les profesan, cuando les consta que con saber leer y escribir se librarían después en el ejército de las mayores penalidades del servicio, siendo cabos ó sargentos?

Esto sólo por lo que se refiere al interés material, que por lo que hace á la educación moral, que nadie ha dado á estos hijos, son incalculables los disgustos, rebeldias y aversión al trabajo con que han de amargar la existencia de sus padres, si es que no les precipitan en el sepulcro á fuerza de disgustos, expiando de este modo su falta de previsión y amor á la prole.

Con respecto al interés social que siempre está y debe estar muy por encima del privado, es todavía más necesaria y urgente la enseñanza obligatoria, porque son hoy raros los padres que pueden educar é instruir á sus hijos en su casa y suplir así la falta de asistencia de éstos á la escuela.

La sociedad no debe ni puede ver impasible la inhumanidad con que algunos padres abusan de sus hijos, como dejamos dicho anteriormente, impidiendo su desarrollo físico, ocasionándoles enfermedades y aun la muerte por haberles dedicado prematuramente á trabajos violentos y duros. No puede ni debe consentir que padre alguno en vez de mandar sus niños á la escuela para que les enseñen la doctrina cristiana, el respeto á las personas y á la propiedad ajena, el amor à la patria y cuantas virtudes ennoblecen al hombre, les excite y obligue á que vayan al campo, á deshora y aun en medio del día, á que tomen furtivamente las mieses, los frutos y la leña que no son suyos, enseñándoles de este modo y con grandes resultados la carrera de ladrones, que muy luego ejercerán en gran escala.

La sociedad no puede ni debe consentir que ciertos padres inconsiderados verdugos de sus hijos, les escandalicen con su desprecio á todo lo santo, con su lenguaje soez y blasfemo, les exciten å reñir con todo el mundo y á desconocer toda clase de autoridad. El interés social debe oponerse abierta

mente á que haya ciudadanos que en el secreto de su hogar estén criando esta especie de fieras para soltarlas en medio de las gentes cuando lleguen á la plenitud de sus instintos carniceros, según expone un escritor contemporáneo.

Es de todo punto urgente impedir los repugnantes espectáculos que ofrecen por todas partes los chicos sin escuela, apedreando aquí perros y tejados, burlándose allí de los ancianos, de los pobres, haciendo daños en las fuentes y arbolados, embadurnando las paredes de los edificios, adiestrándose en hurtos ó raterías, y haciendo gala de su misma prematura corrupción y de su procaz lenguaje.

En tales niños se encuentra el origen de los vicios; con tales niños ha de emplearse la justicia, en ellos tiene su porvenir el crimen y sus víctimas el verdugo.

Podrá ser cierto que con la enseñanza obligatoria se vulneran los derechos del individuo y, hasta cierto punto, la libertad personal. Que con aquélla se arrancará quizá del lado de sus padres á un hijo querido, privándoles del auxilio que puede ofrecerles en las faenas domésticas, agrícolas ó de otra especie, y en consecuencia, de algunos recursos para ayudar á sostener la prole. Mas en todo esto sólo hay daño para uno ó varios individuos, para alguna ó muchas familias, al paso que la falta absoluta de educación y la completa negligencia y abandono de los padres en mandar sus hijos á la escuela ocasionan enormes perjuicios al resto de la sociedad.

Se exagera con frecuencia, como queda dicho, la absoluta escasez de recursos, numerosa familia y enfermedades de algunos padres, como excusa legítima para utilizar el trabajo de sus hijos pequeños y no cuidar de que asistan á las aulas; pero estos son casos excepcionales, en que pueden utilizarse los establecimientos de beneficencia, y no causan estado, ni son bastantes para dejar de atender como es debido á los intereses del país. Ninguna causa, por legítima que parezca, dispensa á los padres de dar á sus hijos el pan de la educación y de la inteligencia que es tan necesario para el alma como el pan que sirve de alimento al cuerpo.

« AnteriorContinuar »