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ralizar la educación de nuestro pueblo, y con ella y por ella poder mejorar nuestras costumbres! ¡Ojalá que con nuestras sencillas observaciones expuestas con desaliño, pero con toda la mejor intención y buena fe, en estos pobres artículos, llevemos siquiera un grano de arena al edificio de su regeneración, y contribuyamos à la dicha y felicidad de nuestro querido país!

HILARIO GONZÁLEZ

CONCEPTO DE LA INVESTIGACIÓN EXPERIMENTAL

EN ESPAÑA (1)

(Continuación).

Llegados á este punto, señores, y temiendo abusar de vuestra atención si continuara extendiéndome en este género de consideraciones, que no dudo en calificar de importantes, nos encontramos en el oportuno momento de preguntarnos: ¿Qué papel representa ó qué parte ha tomado España en el creciente desarrollo de la investigación experimental y en el inmenso número de invenciones que han brotado de su asiduo cultivo?

¡Ah, señores! No esperéis que sea ésta cuestión que se preste á llenaros de júbilo, á henchiros de satisfacción y á levantaros de entusiasmo; no es éste apropiado asunto para cantar nuestras vetustas glorias, tan vetustas como numerosas é imperecederas; trátase de nuestra decadente importancia, de nuestras tenebrosas interioridades, de nuestras íntimas y desconsoladoras miserias. Tal vez por el carácter adquirido en la práctica de mi profesión, se me figura que el tema es un enfermo grave, vosotros su desconsolada familia y yo el médico llamado á emitir su opinión; y como que en casos tales, la opinión más estimada, entre personas sensatas, es la

(1) Véase el núm. 593 de esta Revista.

más imparcial y sincera y, por lo tanto, la que más se aproxima á la verdad, aunque, en general, no siempre suele ser ésta la deseada, os aseguro que siento, por una parte, encontrarme en situación tan difícil, pero os confieso, por otra, que lo que me apena tal situación, en nada ha de influir en ocultaros la verdad.

Si en todas las ocasiones la lisonja es perniciosa, por ser una forma de mentir, aunque las mentiras en tal forma sean corrientes, algunas veces deseadas y siempre agradecidas, en una ocasión como en la presente, entiendo que, además, es perjudicial y peligrosa; por lo tanto, como que está muy lejos de mi ánimo incurrir en la responsabilidad que este proceder implica, no extrañéis que sólo hable de las verdades de todos conocidas y, en general, por todos ocultadas, pues al fin y al cabo, en los trances extremos, cuando los sentidos están embotados para todo lo importante y trascendente que les rodea, la inteligencia dormida para toda ideación grande y levantada, y el corazón abatido para todo acto noble y generoso, la verdad, cual poderoso y enérgico revulsivo, suele ser el único remedio capaz de despertar aquellos sentidos, de dirigir rectamente aquella inteligencia y de levantar y sostener las fuerzas de aquel corazón. Pero como que muchas veces al que dice verdades, por la falta de costumbre en oirlas, se le atribuyen fines mezquinos y bastardos, ó, cuando menos, se cree que las pregona por los deseos de vengarse de algún contratiempo que ha sufrido, juzgando el todo con el criterio nacido de lo que à él le ha pasado, me interesa extraordinariamente manifestaros que á mi me sucede todo lo contrario, puesto que ni me han ocurrido todavía tales contratiempos y, sin que sea jactancia, ni la suerte me ha abandonado en ningún momento; si tuviera que juzgar por lo que a mí me pasa, lo tendría que ver todo con los más hermosos colores; por lo tanto, podéis estar bien seguros que, al deciros la verdad examinada directamente, sólo me guía el deseo de que dichos sentidos, inteligencia y corazón den señales de robusta vida; y si la verdad lleva consigo, como todo

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revulsivo, la comezón ó el dolor, no se me culpe á mí, cúlpese, como es natural, á ella, y á mí discúlpeseme por el fin saludable con que la empleo.

Si con ánimo sereno examináis el papel que España representa en el movimiento científico contemporáneo, en ese movimiento progresivo que adelanta merced al motor representado por la investigación experimental, veréis que queda reducido casi siempre à la de simple expectador, con la agravante, algunas veces, de dormirse, rendida por el sueño, en pleno y público espectáculo; bien así como se dormiria en la acción más culminante de un drama de nuestros clásicos, aquel obscuro aldeano que desde los estrechos y tranquilos ámbitos de su lugar, sin otros conocimientos que los que adquirió en las pocas conversaciones que tuvo con el barbero, á quien se tiene por un Sócrates, se le hubiese trasladado repentinamente á los dilatados de una capital y se le hubiese invitado al teatro la primera noche. Así como el pobre aldeano, animado de los mejores deseos para verlo todo, pero mal dispuesto el cerebro para percibirlo, se ve acometido por el sueño, rendido por el cansancio de su abrumadora tarea, así también nosotros, tal vez animados por los mejores propósitos, pero escasa y torcidamente preparada nuestra inteligencia, nos quedamos dormidos muchas veces en medio de la febril actividad de nuestros días, representándonos cada nuevo sueño, al ver, cuando despertamos, el camino ganado que nos llevan los demás y al sentirnos las fuerzas quebrantadas por la jornada anterior, no un acicate para emprender con más empeño la jornada nueva hasta alcanzar á los que caminan á la vanguardia é igualarnos con ellos, sino un signo de nuestra inferioridad para sostener tantas fatigas y una señal de nuestro estado enfermizo, que más nos impulsa á estarnos quietos para conservar nuestra delicada salud, que à aventurarnos á la lucha, donde podemos sucumbir: lo propio que el aldeano desea y ansía, al sentirse rendido y atropellado por la vida agitada de una capital, volver á las tranquilas mansiones de su modesto lugar.

¿Queréis pruebas? Desgraciadamente sobran; la materia, es, sin duda alguna, inagotable. Fijad por breves momentos vuestra penetrante mirada en lo que pasa con los libros y veréis que mientras nuestras producciones originales son escasas, escasisimas, en el extranjero se cuentan los días por nuevos adelantos, nuevos progresos y nuevos perfeccionamientos. Nuestros libros, salvo raras excepciones, sólo son trabajos de recopilación y con frecuencia, de recopilación tarda é incompleta, de todo lo cual, como consecuencia obligada, resulta una exportación casi nula y una importación asombrosa. Mientras contamos por excepciones lo que se nos traduce al extranjero, tenemos por regla general el traducir 1á los demás, sencilla inversión de términos, comparándonos con otras naciones, que prueba con el fiel testimonio de la realidad, la decadencia en que yacemos postrados y el papel de simples espectadores que representamos en el concierto científico internacional.

Mirad también cortos instantes y atentamente lo que sucede en nuestros laboratorios, y veréis que mientras mueren por inanición los levantados, á fuer de sacrificios, por la iniciativa individual, los dependientes del Estado y dedicados á la pública enseñanza, sólo tienen de laboratorio el nombre, porque en la mayor parte no se practica labor alguna, ya sea por falta de material, por no haber partida consignada en el presupuesto, ó ya, si el material no falta, porque los alumnos no echen á perder los instrumentos y los aparatos, sin tener en cuenta que más perdidos están perfectos consumiéndose en la inactividad, que imperfectos conservándose en acción. Sin embargo, por más que esto impresiona triste y profundamente el ánimo, la impresión es más dolorosa cuando se gastan muchos miles de pesetas para colocar un laboratorio á la altura de los mejores del extranjero, y de la noche á la mañana se observa que muchos aparatos no funcionan y que otros tantos son inservibles, sin que un percance tan extraordinario y de tan rara índole provoque una indignación sin límites á nadie.

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