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Martinez de la Rosa le dió al otro dia la siguiente estensa respuesta:

Son notorios los acontecimientos desagradables de estos últimos dias, desde que una fuerza respetable, destinada especialmente á la custodia de la sagrada persona de S. M., salió sin órden ninguna de sus cuarteles, abandonó la capital y se situó en el real sitio del Pardo á dos leguas de ella. Este inesperado incidente colocó al gobierno en una posicion tan difícil como singular: la fuerza destinada á ejecutar las leyes sacudió el freno de la subordinacion y la obediencia; y militares destinados á conservar el depósito de la sagrada persona del rey, no solo lo abandonaron, sino que atrajeron la espectacion pública hácia el palacio de S. M. por estar custodiado por sus compañeros de armas. En tales circunstancias conoció el gobierno que debia dirigir todos sus esfuerzos hácia dos puntos capitales. Primero, conservar á toda costa el órden público de la capital, sin dar lugar á que el estado de alarma, ni la irritacion de las pasiones diesen lugar á insultos ni desórdenes de ninguna clase. Segundo, tentar todos los medios de paz y de conciliacion, para traer á su deber á la fuerza extraviada, sin tener que acudir á medios de coaccion, ni llegar al doloroso estremo de verter sangre española. Respecto del primer objeto, han sido tan eficaces las providencias del gobierno, que el estado público de la capital en unos dias tan críticos ha ofrecido un ejemplo tan singular de la moderacion y cordura del pueblo español, que ni han ocurrido aquellos pequeños desórdenes, que acontecen en todas las capitales en tiempos comunes y tranquilos. Respecto del segundo objeto, no han tenido tan buen éxito las gestiones practica

das por el gobierno, por la pertinaz obstinacion de las tropas seducidas: se han empleado en vano todas las medidas conciliatorias que han podido dictar la prudencia y el mas ardiente deseo de evitar consecuencias desagradables; se han agotado todos los medios para disipar los motivos de alarma y de desconfianza, que pudieran servir de motivo ó pretesto á la tropa insubordinada; se la destinó á dos puntos, repitiéndoles el gobierno por tres veces y en tres diversas ocasiones la órden de ejecutarlo; se pusieron en práctica cuantas medidas conciliatorias sugirió al gobierno el Consejo de Estado, consultado tres veces con este motivo, y el ministerio llevó hasta tál grado su condescendencia, que ofreció á las tropas del Pardo que enviasen los jefes ú oficiales que quisieran, á fin de que oyesen de los mismos lábios de S. M. cuál era su voluntad, y cuáles sus deseos; cuyo acto se verificó efectivamente, aunque sin producir el efecto que se anhelaba.

>A pesar de todo, y sin perjuicio de haber adoptado las precauciones convenientes, todavía fueron tales los sentimientos moderados del gobierno, que no solo no empleó contra los insubordinados las tropas existentes en la capital, sino que para alejar todo aparato hostíl, no desplegó otros medios que estaban á su disposicion, y de que pudo legítimamente valerse, desde el momento que sus órdenes no fueron obedecidas como debian; pero tantos miramientos por parte del gobierno, en vez de hacer desistir de su propósito á los batallones extraviados, no sirvieron sino para que alentados en su culpable designio, intentasen llevarlo á efecto por medio de una sorpresa sobre la capital. Pública ha sido su entrada hostíl en ella; públicos sus impotentes esfuerzos para sorprender y batir TOMO XXVII.

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á las valientes tropas de la guarnicion y de la milicia nacional; y público, en fin, el éxito que tuvo su temerario arrojo. En medio de esta crísis, y de la agitacion que debió producir en los ánimos una agresion de esta clase, se ha visto el singular espectáculo de conservar la tropa y milicia la mas severa disciplina, sin abusar del triunfo, sin olvidar en medio del resentimiento que eran españoles los que habian provocado tan fatal acontecimiento. Despues de sucedido no era prudente, ni aun posible que permaneciesen los agresores en medio de la capital, ni guardando á la persona del Rey, objeto de la veneracion y respeto del pueblo español. Así es que se encargó de esta guardia preciosa un regimiento, modelo de subordinacion y disciplina, y las tropas y el público conocieron y respetaron la inmensa distancia que habia entre una Guardia Real insubordinada, y responsable ante la ley de sus extravíos, y la augusta persona del Rey, declarada sagrada é inviolable por la ley fundamental del Estado.

>>Jamás pudo recibir S. M. y real familia mas pruebas de adhesion y respeto que en la crisis del dia de ayer, ni jamás apareció tan manifiesta la lealtad del pueblo español, ni tan en claro sus virtudes. Esta simple relacion de los hechos, notorios por su naturaleza, y de que hay tan repetidos testimonios, escusa la necesidad de ulteriores reflexiones sobre el punto importante á que se refiere la comunicacion de VV. EE. y VV. SS. de ayer, cuyos sentimientos no pueden menos de ser apreciados debidamente por el gobierno de S. M., como proponiéndose un fin tan útil é interesante bajo todos sus aspectos y relaciones.-Tengo la honra, etc.

FRANCISCO MARTINEZ DE LA ROSA.

Madrid, 8 de julio de 1822.

Los ministros, que durante la noche del 6 al 7 habian estado como aprisionados dentro del palacio, fueron llamados por el rey á su cámara, donde los recibió con halagos, y solicitó de ellos un apoyo que conocian no poderle prestar. Así fué que en vez de querer continuar en sus puestos, le reprodujeron aquel mismo dia la solicitud tantas veces hecha de que les admitiese la renuncia, é hiciéronlo en las dignas frases siguientes:

«Señor: Nuestra posicion durante la noche ante»rior, que es notoria á V. M., habia acabado de impo>> sibilitarnos para continuar por mas tiempo al fren»te de las Secretarías del Despacho. Ahora que se » han mejorado las circunstancias, es llegado el caso » de dejar la direccion de los negocios, sin que parez>>ca que abandonamos á V. M. en el momento del pe»ligro. Esperamos, pues, de la bondad de V. M. que » se dignará admitir la dimision de dichos destinos, »en cuyo ejercicio hemos cesado de hecho, protestan»do á V. M. los sentimientos que nos animan y anima»rán siempre de respeto y adhesion á su sagrada per>>sona.-Dios, etc.-Señor, A. L. R. P. de V. M.— » Francisco Martinez de la Rosa.—José María Moscoso » de Altamira.-Diego Clemencin.-Nicolás Garelly. -Felipe de Sierra y Pambley.-Jacinto Romarate. »-Palacio 7 de julio de 1822.»

El Ayuntamiento por su parte dirigió con fecha del 9 una representacion al rey, en la cual, entre otras

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cosas, le pedia la pronta exoneracion de aquellos ministros. «Para dar la primera prueba, le decia, de »que V. M. ha abrazado sinceramente esta causa (la » de la Constitucion), nada es tan necesario como » nombrar en reemplazo de los ministros que han he>>cho dimision de sus empleos, hombres de conocida » ilustracion y notoriamente adictos al sistema, y de »una energía y actividad capaces de alentar el cuerpo social, exánime y moribundo por la mala fé de mu»chos, ó la indolencia ó impericia de no pocos.» Y añadia: «Vuestra córte, Señor, ó sea vuestra servi» dumbre, se compone en el concepto público de cons>tantes conspiradores contra la libertad. La perma>> nencia de uno solo de ellos privaria á V. M. de la con>>fianza de sus leales españoles..... No interesa menos, >Señor, para que se restablezca completamente el sosiego público y renazca la seguridad, el ejemplar y >> pronto castigo de los malvados y perjuros que han > hecho correr la sangre inocente de los que no tenian » otro delito que el de haberse mantenido fieles á sus >> sagrados juramentos. Un castigo pronto y severo, >tál como exigen las leyes para su conservacion, ahorra muchas víctimas, economiza la preciosa sangre española, y evita los horrendos crímenes que son » causa de que se derrame, etc.»

Respecto al ministerio, ya el rey habia pasado el 8 una real órden al Consejo de Estado, cuyo presidente era el ilustre don Joaquin Blake, mandándole

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