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nos con la invasión árabe, à la cual justo es decir que debemos la mayor parte de nuestra adelantada ilustración en los siglos medios, así como el desarrollo de todas las cualidades caballerescas que constituyeron un día nuestro carácter, y que todavía se conservan, aunque muy atenuadas, entre nosotros, como se conserva el aire de familia, ó como se distingue el tipo especial en el rostro de cada nación y áun de cada territorio.

De la misma manera que el idioma latino, el cual por su difusión vino á llamarse, á poco de la invasión árabe, la lengua de los cristianos, esto es, la lengua nacional, la lengua en que estaba escrita la legislación ó el Forum Judicum, de la misma manera, decimos se generalizó entre nosotros el árabe, al cual (como dice el sabio Marina) hubieron de trasladarse hasta los libros santos, que ni áun los sacerdotes entendían, siendo cierto que en el siglo IX no había sino uno para cada mil que comprendiese el idioma latino, cuando el caldeo era en muchos puntos de España del todo familiar. (1)

(1) Alvaro, amigo y biógrafo de S. Eulogio, se lamenta en su Indiculo luminoso de que los latinos dejasen por el árabe su propia lengua. Ese irrebatible texto, aducido por Aldrete en el cap. 3. P. I. de su Origen y principio de la lengua castellana (Roma 1606) y apoyado después (P. 11, cap. 14) con muchos autores de gran nota, demuestra que ambos idiomas, el latin y el árabe nos fueron del todo vulgares y principalmente el primero. Citando el erudito arabista Sr. Gayangos al morisco aragonés Mohamad Rabadán, natural de Rueda de Jalón y autor de un poema aljamiado en honor del anavi Muhamad, el cual se incluye por primera vez en los apéndices á la Historia de la Literatura española del sabio anglo-americano Ticknor, dice de su cuenta que en Aragón, sobre todo, donde por causas locales comenzó antes la amalgama y fusión de las dos lenguas (española y árabe), hubo pueblos en que se hablaba y escribía una jerga casi ininteligible Iara los no versados en la lengua arábiga.,

No en todos sin embargo. Los alentados españoles que, lejos de someter su cerviz al yugo musulmán, fueron á refugiarse en lo más arriscado de las montañas para preparar desde allí la más obstinada y vencedora defensa que han presenciado los tiempos, salvaron con nuestra nacionalidad nuestro lenguaje. Y no fueron sólo las invencibles huestes de Pelayo las que conservaron el depósito del idioma: también los aragoneses, reunidos en las asperezas pirenáicas bajo la conducta de Garci-Giménez, (1) preservaron el latín gótico de la destrucción completa que le hubiera cabido si como en las ciudades florecientes y áun en comarcas enteras de España, llegára á hacerse general el idioma de los árabes.

Cuál fuera aquel tosco lenguaje, ó qué grado de perfección alcanzára, no es fácil decidirlo; pero convienen los doctos en algunos puntos que nosotros agruparemos brevemente. Parece que los godos no fueron poderosos á imponer ni áun á conservar su idioma propio, y tomaron por el contrario la lengua latina, aunque en el estado misero en que ya se hallaba, como que ya venía decayendo desde su mismo Siglo de oro. (2) Las

(1) Recordamos haber visto indicada esta idea, por lo demás muy obvia en el famoso y muy apreciable Diálogo de las Lenguas, obra del Siglo de oro que se atribuye al protestante Juan de Valdés y que fué publicada por Mayans en unión de sus Origenes de la lengua española.

(2) Había, en efecto, un lenguaje que llamaban los romanos military que ya prescindía algo de la declinación: Cornelio Tácito se conduele de las pérdidas que había sufrido la buena latinidad, S. Jerónimo alude alguna vez el decaimiento de la lengua latina, y S. Isidoro llama latín mixto al idioma corrupto originado por las conquistas: en cuanto á la universalidad de este latín en España, la demuestra Berganza de acuerdo (como ya lo he mos dicho) con Aldrete, aduciendo algunas razones y documentos atendibles, y probando que hasta las mujeres, y por consiguiente el pueblo, oían y entendían las escrituras latinas.

pérdidas que diariamente sufría el idioma del Lacio permitían que se infiltrase sin obstáculo tal cual influencia gótica, y de ese mútuo decaimiento, favorecido después por elementos arábigos, rabínicos y francos, resultó una verdadera é informe fusión, en que sin embargo prevaleció el elemento latino; (1) por donde los idiomas de él engendrados se llamaron romanos ó romances, ocasionando entre otros el castellano, que bajo este aspecto bien pudo haber nacido en el siglo vin, si puede llamarse idioma nuevo el que debió de hablarse en aquella época, de lo cual disentimos nosotros francamente, por más que lo hayan sostenido, pero sin documentos ni razones de algún peso, los eruditos Aldrete, Terreros y Andrés. (2) De todas suertes y aunque fuese idioma vulgar, y áun cortesano al decir de Terreros, no le vemos hasta el siglo XII como lenguaje escrito, y por consiguiente no podemos deducir de él sino lo que de éste se desprende. Cónstanos, sí, de su existencia, como quiera que la demuestran las mejores inducciones filológicas, la declaran los mismos documentos latinos que repetidas veces se refieren al idio

(1) Así como el lenguaje actual procede del latín españolizado, así también hubo lenguaje bárbaro que era español latinizado, como lo comprueba un documento de regular latín que Berganza vió traducido marginalmente á otra especie de latín macarrónico en que se decía bracaret por amplecteretur, mataret por occideret, ayat usuale lege por sit usus et lex.

(2) Terreros en su Paleografia, atribuída al P. Burriel, divide nuestra lengua en épocas ó temporadas, y en la segunda, que corre del siglo v al VIII, supone su nacimiento, así como en la siguiente hasta el siglo XI su cultura: Aldrete asienta que de la corrupción latina nació el idioma vulgar hasta que los árabes vinieron á modificarlo, si bien más adelante establece al cap. V de la P. I. que los godos estragaron la lengua romana aunque sin introducir la suya: el abate Andrés, ya que no concede al siglo VIII los versos compuestos en alabanza de unos caballeros gallegos que vencieron con

ma que llaman vulgar (ó rústico como D. Alonso el Batallador), y sobre todo la argüirían con su misma perfección relativa los primeros monumentos verdaderamente castellanos.

Pero antes de fijar la época á que éstos se refieren, conviene anticipar dos observaciones diplomáticas, á saber la falibilidad de muchos documentos en órden á su lenguaje y fecha, y la abundancia de documentos latinos y absoluta carencia de castellanos hasta los tiempos críticos á que nosotros referimos el uso del castellano escrito..

En cuanto á la primera de estas dos ideas, diremos que ha habido muchas piezas, latinas en su origen pero vertidas más o menos pronto al castellano, lo cual puede inducir á fácil error por la aparente conformidad pero verdadera disonancia entre la fecha y el idioma, de lo cual (entre muchísimas) pueden ser ejemplo los fueros de Sepúlveda y de Arguedas, 1076 y 1092: hay también privilegios, cuyas confirmaciones se conocen pero no sus instituciones, habiéndose redactado aquéllas en idioma castellano sobre original latino: ha ha

ramas de higuera á los moros que cobraban el feudo de las cien doncellas, ni el poema en octavas A la pérdida de España que citó Faría en sus Comentarios á Camoens, supone del siglo XI los poemas del Cid y de Fernán González é igualmente los versos del capitán portugués Gonzalo Hermiguez dirigidos á su esposa Ouroana, como también la cultura de nuestra lengua. Al mismo siglo XI y año de 1050 refiere D. Florencio Janer el primer documento catalán, y á fines del x refiere la Academia de Buenas Letras de Barcelona los primeros instrumentos latinos con cláusulas en romance. El mismo Janer, recorriendo algunos documentos franceses, cita un instrumento entre Carlos el Calvo y su hermano Luis contra Lotario en 842, y el epitafio del Conde Bernardo en 844: añade que los concilios de Tours y de Arles en 812 y 851 mandaron que los obispos tradujesen las homilías en lengua rústica vulgar romana y en tudesca.

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bido también privilegios y fueros que sucesivamente se han copiado, y modernizado á cada copia, considerándose vigente la última de éstas, entre la cual y la fecha, que es de suyo inalterable, resultaba un desacuerdo filológico no siempre preceptible: ha habido, en fin, alteraciones interesadas y por consiguiente lingüísticas en algunos pasajes, lo cual ya denunció D. Alonso el Sábio en aquellas palabras «aun aquellos libros raien et escribien lo que les semejaba á pró de ellos e a danno de los pueblos.>>

El segundo extremo se comprueba con los muchos fueros municipales redactados en idioma latino durante el siglo XI, y áun con los muy numerosos que se otorgaron en el mismo idioma por toda la primera mitad del siglo xn, como lo demuestran, sin salir de los reinos de Aragón y Navarra, los de Alonso el Batallador de 1117, 1122, 1124 y 1129, concedidos á Tudela, Sangüesa, Cabanillas, San Cerni y otros pueblos, y lo que es más, los concedidos por Sancho el Sábio de Navarra desde 1150 á 1193, cuyo rey (ni ningún otro que sepamos) no se sirvió del castellano sino en el fuero de Arguedas, año de 1171.

Resulta, pues, que los primeros documentos castellanos corresponden al siglo XII, pues aunque se habla de documentos de 950, (1) de una escritura de 1066, (2) de

(1) Los eruditos anotadores de Ticknor SS. Gayangos y Vedia, apuntan dos piezas del año 950, pero lo hacen con mucha reserva, diciendo que son documentos curiosos, si no están romanceados en época más moderna, lo cual nos parece á nosotros incuestionable.

(2) Es la restitución á Dios de un monasterio benedictino; pero aunque el autor de la Declamación contra las abusos introducidos en el castellano lo cita como el documento más antiguo que ha llegado á su noticia, ¿quién

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