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secretário del Rei D. Juan y de su Consejo, en los palácios de la Costa, donde á la sazon moraba la serenísima Señora Doña Juana, Réina que allí se llama de Castilla'; y está inserta en otra escritura de 20 del mismo mes de júlio', en que Doña Juana á requerimiento del Rei D. Juan aprueba y confirma lo que antecede, y firma á estilo de Castilla Yo la Réina. Este documento se guarda original en la torre del Tombo (1).

Por él se vé que el Rei D. Juan III de Portugal, que acababa de subir al trono en diciembre de 1521, jóven entonces de veinte años é inflamado con la emulacion de las conquistas hechas en Oriente durante el feliz y glorioso reinado de su padre Don Manuel, quiso hacer memorable el suyo, extendiendo su poder en Europa, donde las turbaciones de Castilla le daban esperanza de intentarlo con fruto. Pero la vuelta del Emperador, que aportó á Santander en 16 de júlio, cabalmente á otro dia de otorgarse la renúncia de Doña Juana, no dió lugar para que madurasen los proyectos del Rei D. Juan, y la pacificacion de la península que siguió á poco, obligó á abandonarlos con mejor consejo. Guardóse secreto este asunto, la escritura de adopcion y renúncia quedó condenada al siléncio y polvo de los archivos, y el Rei D. Juan, cambiando enteramente de planes, trató de estrechar sus relaciones con el Emperador Rei D. Carlos, como se verificó por su casamiento con la infanta Doña Catalina, hermana del Emperador, concertado en 1524, y por el del Emperador con su hermana Doña Isabel, que se ajustó en el año siguiente de 1525.

Entretanto la Excelente Señora conservaba el mismo estado de honor y grandeza, con mucha ostentacion y aparato de criados, damas, oficios, capellanes y cantores, como lo muestra la nómina de su família que D. António de Sóusa copió de un papel antiguo del archivo de la serenísima casa de Braganza, é insertó entre las mencionadas pruebas de su história genealógica (2). Y en un apuntamiento que tambien publicó Sousa con el nombre de testamento de la Réina Doña Juana de

(1) Cajon 13, leg. 9, segun Sóusa. (2) Pruebas del lib. IV, núm. 15.

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Castilla (1), que es un memorial de várias cosas relativas al descargo de su conciencia, pago de déudas y gratificaciones de sus criados, que escrito de su propia mano envió al Rei por médio de su confesor, y se guarda original en la torre del Tombo entre los testamentos de los Reyes, se firma Yo la Réina, repitiéndo la misma firma en cada una de las dos posdatas ó apéndices que contiene. Donde es de notar que Doña Juana escribió esta espécie de codicilo, segun se deduce claramente de su contexto, á instáncia del Rei, que quiso informarse de las cargas de su conciencia; que eligió en él para su sepultura el convento de Varatojo; y que dejando una manda al de Santa Clara de Ébora, no menciona el de Coimbra donde habia entrado y profesado, ni al de Santarén donde tambien habia vivido. Ultimamente falleció Doña Juana de de edad 68 años el de 1530 en Lisboa en el palácio de la Alcazaba ó Castillo, habiendo sobrevivido á todos sus novios, pretendientes y rivales (2).

Corregida de esta suerte la opinion vulgar de que Doña Juana la Excelente vivió y murió profesando vida religiosa en Coimbra, volvamos á tomar el hilo del matrimonio que intentó contraer con ella el Rei católico D. Fernando.

Fué opinion de algunos segun Zurita (,), que antes de que la Réina Doña Isabel falleciese, su marido le prometió bajo juramento el no casarse otra vez. Sin embargo á poco de su muerte entabló el Rei viudo esta negociacion, enviando para ella á Portugal á D. Rodrigo Manrique (4). El objeto de tan extraña so

(1) Sousa, pruebas del lib. IV, n. 14. (2) Doña Juana nació en 1462. En 1464 se trató de su casamiento con el príncipe D. Juan de Portugal, que murió en 1495. En el mismo año se habló de casarla con el infante D. Alonso de Castilla, que murió en 1468. En 1459 con Carlos duque de Guie na, que murió en 1472. En 1471 con D. Fadrique hijo del Rei D. Fernando I de Nápoles, que murió en 1504. En 1473 con el infante D. Enrique Fortuna, hijo del infante de Aragon

D. Enrique, que murió ácia 1523. En el mismo año de 147; con D. Alonso, Rei de Portugal, que murió en 1481. En 1479 con el príncipe D Juan de Castilla, que murió en 1498. En 1483 con Francisco Febo, Rei de Navarra, que murió en 1483. Y finalmente en 1505 con el Rei católico, que murió en 15 6.

(3) História del Rei D. Hernando lib. 5, cap. 84.

(4) Sandoval, hist. de Carlos V, lib. 1, §. 21.

licitud, que desde luego afearon los parciales del Rei D. Feli

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el Hermoso, y que como advierte el mismo Zurita, á quien no puede tacharse de desafecto al Rei católico, se divulgó mas de lo que este quisiera (1), era patente y manifiesto: entrar á la parte de los derechos de Doña Juana, hacerlos valer contra los hijos que habia tenido de su primera muger, despojarlos de la heréncia de Castilla, y vengarse así de Felipe y de los grandes castellanos, que por la mayor parte preferian el partido del yerno al del suegro.

Son incalculables los distúrbios, guerras civiles. y daños que hubieran resultado si se verificara el proyecto: mas por fortuna de España, Doña Juana no dió oidos á la propuesta del Rei D. Fernando, fuese aversion al estado de matrimónio ó á la persona del pretendiente, á quien no podia menos de mirar como uno de los principales autores de sus desgrácias. Intervino probablemente en la resolucion de Doña Juana el influjo de la Réina de Portugal Doña Maria, á quien no podia agradar este matrimónio, ni por los respetos de su difunta madre Doña Isabel, ni por los de su hermana que habia sucedido en los réinos de Castilla, ni por sus propios derechos y los de sus hijos.

Mui corto espácio de tiempo debió mediar entre el proyecto de boda del Rei Católico y la muerte de Doña Isabel. Acaeció esta en 26 de noviembre de 1504; y para el enero próximo convocó cortes el Rei D. Fernando en la ciudad de Toro, cuya inmediacion á Portugal y la mayor facilidad de negociar y ajustar desde allí el nuevo enlace, fueron segun las apariencias la causa de la eleccion de sítio. Lo cierto es, que habiéndose concluido las cortes á mediados de febrero, el Rei por seguir mas de cerca los tratos con Portugal, como dice Zurita (2), continuó en Toro hasta fines de abril, en que se retiró á lo interior de Castilla; y esto arguye que ya entonces se hallaba desvanecido Y desahuciado el negócio,

(1) História del Rei D. Hernando lib. (2) Lib. 6, cap. 8.

6, cap. 3.

Corrió por aquel tiempo la notícia, y la insertó Lorenzo Galindez de Carvajal en el Memorial ó registro de los viages y estáncias de los Reyes católicos, de que el Rei D. Enrique IV de Castilla al morir habia hecho testamento, en que apesar de lo pactado anteriormente con su hermana Doña Isabel, dejaba por heredera á Doña Juana, jurando que era hija suya, y nombrando por albaceas al marqués de Villena, al conde de Benavente y al obispo de Sigüenza; que Juan de Oviedo, secretário del Rei D. Enrique, dejó depositado el testamento en poder de un clérigo que era cura de Santacruz de Madrid; que este cura porque no se lo quitasen, lo llevó y enterró metido en un cofre con otros papeles cerca de Alméida en Portugal; que la Réina Doña Isabel noticiosa de ello por aviso que dió el bachiller Hernan Gomez de Herrera, vecino de Madrid y amigo del cura de Santacruz, cuando ya estaba enferma del mal que murió, envió al cura por el cofre; que llegó este pocos dias antes de que falleciese la Réina, la cual no lo vió por este motivo; que el Rei católico supo lo que pasaba por el licenciado Zapata á quien lo reveló Hernan Gomez; que el instrumento, segun unos se quemó de orden del Rei, y segun otros quedó en poder del licenciado Zapata, y que por este servício se hicieron á Hernan Gomez várias mercedes y se le dió plaza de alcalde de Corte. Tal es la notícia que refiere como segura Lorenzo Galindez (1) y después repitieron otros.

Apesar del testimónio de Galindez, la particularidad de no haberse hablado de semejante testamento hasta después de la muerte de Doña Isabel, el haber parecido en ocasion que podia apoyar los recientes planes y deseos del Rei D. Fernando, y el haber desaparecido cuando cesando los planes cesó tambien la utilidad de los médios para ellos, todo esto junto con las mercedes hechas á Hernan Gomez de Herrera, principal autor y personage en este negócio y el favor y confianza del Rei católico que disfrutó en adelante (2), induce vehementes sospechas de que fue cosa fraguada en obséquio de las circunstancias.

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Lorenzo Galindez pudo creer de buena fé y trasladar á su Memorial la existéncia del testamento, que entonces corrió por cierta y se apoyaba en el dicho de personas autorizadas; pero la notícia era falsa. No se halla rastro de ella en los escritores contemporáneos del suceso. El cronista Alonso de Paléncia, á quien el mismo Galindez dá la palma y superioridad entre todos ellos, afirma expresamente que no hizo testamento el Rei D. Enrique. Lo mismo repitieron Pulgar y Marineo (1), y Diego Enriquez del Castillo, que refirió menudísimamente las particularidades de la muerte del Rei, no dice cosa alguna de testamento. La misma relacion de Galindez presenta multitud de reparos que debilitan y aun destruyen la verisimilitud de la notícia. Porque ¿qué necesidad tuvo el secretário Oviedo de entregar el testamento al cura de Santacruz? ¿Quién fue ese cura de Santacruz que no se nombra? ¿Como es que para esconder un cofre tuvo el cura necesidad de ir desde Madrid hasta Alméida? ¿Y porqué á Alméida antes que á otra parte? Y ya que el testamento se llevó á Portugal ¿cómo no se pensó en entregarlo al Rei D. Alonso, que tomó á su cargo la defensa de los derechos de Doña Juana, se desposó solemnemente con ella, y en virtud de esto se llamó é hizo proclamar Rei de Castilla? Aun dado caso de que Juan de Oviedo hubiese querido desprenderse de documento tan importante cuanto mas natural era que lo hubiese depositado en poder de los albaceas

(1) No hallamos, dice Pulgar parte I, cap. XI de su crónica, que en su vida ficiese testamento (el Rei D. Enrique): creese que lo dejo de hacer, porque no pensó morir tan presto. Lo que hallamos que fizo al tiempo de su muerte, escrito de la mano de un secretário que se llamaba Juan de Oviedo, de quien el confiaba, es lo siguiente En Madrid á once dias del mes de diciembre, año del Señor de mil é cuatrocientos é setenta é cuatro años, á las once horas de la noche, el Rei N. S. dejo por sus albaceas de su ánima al cardenal de España é al marqués de Villena: é mandó que de la princesa su fija se ficiese lo que el cardenal

y el marqués de Santillana su hermano y el duque de Arévalo y el condestable y el conde de Benavente y el marqués de Villena acordasen que se debia facer. He aquí lo que pudo dar origen á las voces referidas por el cura de los Palacios (cap. 10) y á la facilidad con que algunos modernos dieron por supuesta la existéncia del testamento.

Marineo dijo hablando del Rei D. Enrique libro XIX De rebus Hisp.: obiit intestatus, vel quia ut quidam dixerunt, se tunc moritarum non putavit, vel quia, quod verius est, ut fuit in vita negligens et improvidus semper, sic fuit etiam in

morte.

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