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de la misión, y un corto, pero escogido personal de hombres competentes. Hallábase el archipiélago, desde el año 1815 y en virtud de los tratados, bajo la protección y gobierno de la Corona británica, y había llegado á aprender y á experimentar los positivos beneficios de una protección generosa, blanda, dulce é ilustrada. Inglaterra había dotado á las islas de una Constitución modelo, basada en los principios más justos y benéficos. Su alto protectorado sólo se hacía sentir para aliviar cargas, repartir beneficios, realizar reformas, estimular á los talentos y desenvolver los recursos del país. Hombres de distinguido nacimiento, de elevadas miras y de nobles sentimientos, habían representado en las islas al poder protector, y señalaron la época de su Gobierno construyendo obras públicas, creando institutos de enseñanza y de beneficencia, levantando monumentos artísticos é introduciendo en todas partes el ornato, la comodidad y la higiene. La Corona había halagado el orgullo nativo de los insulares creando para ellos una Orden de caballería, cuyo mote expresa con lacónica frase lo que debía ser el protectorado británico para el archipiélago: In auspicium melioris ævi.

Sobre este país, y con miras ulteriores, acaso, de política internacional, cuyas consecuencias trascendiesen al porvenir de las nacionalidades cristianas en Oriente, fué Gladstone á hacer un estudio profundo y concienzudo.

á

Sin embargo, según lo que después aprendimos, el examen que se dedicó no fué, por causas diversas, tan extenso y tan profundo como se había propuesto; y aunque expuso sus resultados en una interesante y luminosa Memoria, no creemos que se encontrara decisivo su informe, y recordamos que la crítica le atribuyó por entonces influencias y prejuicios no muy consonantes con los verdaderos intereses del protectorado británico. Había llegado, en efecto, Mr. Gladstone á profesar con demasiado calor el principio de las nacionalidades; veíalo predominante en todos aquellos pueblos que aspiraban al cambio y á una mejora ideal por medio de la revolución; había prestado demasiada atención quizá á ciertas manifestaciones su

perficiales hechas á su alrededor, así en el seno del Parlamento de las islas como en la prensa local, para que su juicio no fuera en definitiva influido por todas estas causas. Por tanto, las conclusiones á que llegó fueron, en cierta manera, desconsoladoras y un poco pesimistas respecto á la opinión y á los sentimientos del archipiélago, y á la consistencia, fuerza moral y prestigio de la autoridad británica. Es indudable que este juicio debió influir algunos años más tarde para que el Gabinete inglés, arrastrado por un impulso de admiración y de entusiasmo hacia el pueblo griego, á quien creyó digno de realizar sus ambiciosos designios, adoptara una medida radical y altamente desinteresada.

Volvió á ser Ministro Gladstone el año 1859, bajo la dirección del astuto y hábil Lord Palmerston, el más popular y el más inglés de los políticos contemporáneos. La crisis en que sucumbió la administración conservadora fué producida por la guerra de Italia, que no pudo prevenir ni evitar. Aquel acontecimiento produjo fuerte impresión en Inglaterra como en todas partes; pero contrarió y desconcertó sobremanera á Lord Derby y á sus colegas, que nunca habían podido aceptar de buen grado la alianza francesa, tan antipática en el fondo al sentimiento nacional, y que no sabían ni querían disimular el desdén y el despego que les inspiraba el Imperio napoleónico por su origen é instabilidad, por sus tendencias de propaganda revolucionaria y por el carácter esencialmente perturbador le atribuían. El Gabinete tory propendía evidentemente, por sus antecedentes y por sus aficiones, hacia el Gobierno austriaco, aunque, por otra parte, ni queria salirse de la neutralidad ni aparecer que desahuciaba resueltamente las aspiraciones nacionales de los pueblos italianos. Había llegado á colocarse en una situación equívoca y difícil y, por tanto, insostenible. Estaba, además, vivo y muy fresco el recuerdo del malísimo efecto que habían causado en el altivo é independiente pueblo inglés las impremeditadas y jactanciosas amenazas de los Coroneles franceses con motivo de la complicidad de Mazzini, de Campanella y de Simón Bernard en el atentado de Or

que

sini. El Gabinete liberal que sucedió á Lord Derby inició una politica benévola y simpática al Gobierno francés y, al propio tiempo, resueltamente favorable á las reivindicaciones nacionales de los italianos, caminando en esta dirección hasta el punto de prestarles indirectamente una ayuda poderosa y quizá decisiva. Muy sabido es cuánto contribuyeron los agentes diplomáticos de Inglaterra á alentar el movimiento de independencia que había estallado en la Península: singularmente Sir James Hudson, Ministro de la Reina en Turín, se hizo particularmente querido y popular á causa de su activo italianismo. No se había olvidado tampoco de qué manera tan desenfrenada protegió la escuadra inglesa la expedición de Garibaldi á Sicilia. Estaban en el poder Russell y Gladstone, y no podían desmentir sus antecedentes y faltar á sus compromisos. El Ministro de Relaciones exteriores, protector de los amigos de Mazzini, perseguía una obra de convicción y de interés personal favoreciendo la revolución italiana. ¿Había Gladstone, por otra parte, de olvidar la fama y los aplausos que le habían valido aquellas sus cartas apologéticas en favor de los revolucionarios napolitanos? Además, ocupaba un puesto en el Ministerio, aunque secundario, Mr. Stansfeld, amigo particular y confidente del conspirador Mazzini.

Con estos compromisos y con estas ideas, es natural que la política iniciada y sostenida por el Ministerio liberal fuera diametralmente contraria á la que hubiese seguido su antecesor. Grande y fecundo fué este período en la vida pública de Gladstone; porque, prescindiendo de las preocupaciones é inquietudes que no dejó de inspirar la política exterior, la cual no entraba especificamente en su dominio, en otro campo, abriendo á su actividad y á su pujante espíritu reformista otros horizontes, pudo desplegar fructuosamente sus talentos y hacer, como la hizo, una campaña magnífica, que consolidó irrevocablemente su reputación de eminente hacendista y hombre de Estado superior.

Ya para entonces, aunque seguía siendo Diputado de Oxford, se había apartado del espíritu y de las tendencias de

aquella vieja Universidad y consumado totalmente su evolución política. En el periodo que discurrió desde el año 1859 al 1865, Gladstone consagró principalmente sus estudios y sus trabajos á la reforma rentistica del país, concibiendo y desarrollando en presupuestos sucesivos un vasto plan de conjunto. Centro de este plan, alivió muchas cargas y gabelas, refundió las contribuciones é impuestos, dándoles una base más racional y equitativa y aboliendo impuestos vejatorios y anticuados, que no tenían más razón para existir que su carácter feudal; suprimió en parte los diezmos, y los reformó y aminoró en otra parte; redujo y simplificó los derechos arancelarios, y llevo á cabo, entre otras reformas útiles, encaminadas al bien de las clases populares, la reducción del impuesto sobre el papel, que tuvo por resultado la creación de la prensa barata, hoy importantísima en Inglaterra y que tan grande y poderoso influjo ejerce en su vida política. Cada una de sus exposiciones financieras anuales le valió una ovación, porque no se había visto hasta entonces en Inglaterra tanta claridad, tanta lucidez y un método tan admirable al presentar y explicar los presupuestos. Mr. Gladstone creó, con su perfecto dominio de la ciencia financiera y de la estadística, un nuevo género parlamentario, en el que han tratado después de imitarle sus sucesores.

Háse dicho, hablando de este particularísimo talento que le distingue, que Mr. Gladstone habla de números como una décima musa. Su creciente renombre, su popularidad y su alta posición en el partido liberal debían alejarle del modo de pensar de los doctores y graduados de la Universidad de Oxford, y por tanto no le cogió de nuevas, aunque la buscó, la derrota que vino á sufrir el año 1865, en que los electores universita rios prefirieron á su competidor tory Mr. Gathorne Hardy. Había previsto el suceso, y de antemano tenía aceptada la oferta de un distrito que le habían hecho los electores del Sur de Lancashire, precisamente su país natal y donde vivían sus parientes y amigos.

El año anterior el Gabinete había atravesado una grave crisis, por efecto del cariz alarmante que llegaron á adquirir los

asuntos de Dinamarca, con motivo de la larga y complicadísima cuestión de los Ducados y cuando se creyó por un momento que Inglaterra desenvainaría la espada en defensa de una nacionalidad pequeña y desgraciada, pero heróica, y para contener la ambición y la audacia de las dos grandes potencias alemanas. A punto estuvo Lord Palmerston de acometer la aventura, y muy inminente debió creer el peligro el cuákero Milner Gibson al retirarse del Ministerio. Pero la cosa no pasó de demostraciones platónicas y de amenazas encubiertas, y la Conferencia de Londres dió por único resultado el sacrificio de la valiente y abandonada Dinamarca.

(Continuará.)

Camilo de Villavaso.

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