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LIBRO III.

EL TRÁGALA.

CAPÍTULO PRIMERO.

Tres añitos.-D. Rafael del Riego.-Detalles de su vida y del levantamiento de las Cabezas de San Juan.-Donde se ve cómo los generales escurren el bulto.-Paseo militar de Riego.-Trabajos de los liberales.-La insurreccion de Galicia. La chispa y el incendio.-Reaparicion de D. Martin Garay.-El alboroto de Madrid.-Una frase de Fernando VII.-Un poco de descanso.

I.

¡Qué tres añitos los que voy á retratar para que se recreen Vds. en su fisonomia!

Pero antes de trazar sus rasgos, voy á permitirme reunir los datos relativos á la vida del héroe de la fiesta, del sublevado de las Cabezas de San Juan, del afortunado entonces y más tarde desdichado D. Rafael del Riego, á quien debemos el famoso himno que lleva su nombre, y todas las discordias, lágrimas y sangre que representa en nuestra historia contemporánea.

Nacido en Oviedo de una familia noble, aunque poco halagado por la fortuna, entró en el servicio de las armas en el

cuerpo de Guardias de Corps, donde permaneció hasta fines de 1808, época en que se destruyó aquel cuerpo á consecuencia de la invasion francesa y de la dispersion y destronamiento de la familia real.

Riego siguió el ejemplo de todos sus compañeros ó de la mayor parte; esto es, se presentó á la Junta provincial más inmediata, y pidió que le colocasen en el ejército para defender la bandera de la independencia de la patria.

Nombrȧronle teniente de un regimiento de infantería, en el que sirvió con celo y arrojo, hasta que le hicieron prisionero y le condujeron á Francia, en cuyo suelo permaneció hasta la paz general de Europa.

Allí leyó varios libros y adquirió el barniz de la instruccion, que le hubiese sido más ventajoso si hubiese recaido sobre una primera educacion más esmerada. Cuando regresó á España, incorporáronle en el regimiento de Astúrias, donde con el tiempo ascendió á capitan, y componiendo despues su regimiento parte de la expedicion de América, obtuvo, segun la costumbre establecida en España, el grado superior de comandante, como todos los oficiales que se embarcaron con rumbo á las colonias.

II.

Riego era, pues, comandante del segundo batallon de Astúrias cuando estalló el levantamiento llamado de la isla de Leon ó de las Cabezas.

Claro está que Riego no habia concertado ni formado el proyecto, sino otros individuos que, apartados del peligro y de la responsabilidad de las resultas, ponian en juego dóciles instrumentos.

No obstante, los promovedores eligieron á Riego para la parte más difícil y peligrosa de la empresa, que era marchar con su batallon y el de Sevilla á Arcos de la Frontera, para sorprender el cuartel general y arrestar al general en jefe y á todo el Estado mayor.

Tan delicada comision, y más aun el éxito que la coronó, prueban y corroboran la justa opinion que sus compañeros habian formado de su valor, y la confianza que les habia inspirado.

No contento con llenar el objeto principal de que se habia encargado, suplió con su arrojo y con sus buenas combinaciones la tardanza del batallon de Sevilla, causada por el mal tiempo, y se atrajo el batallon de Guias del general, y marchando á su cabeza, sorprendió en Bornos el batallon de Aragon, que se hallaba allí acantonado.

III.

Riego pasó de Bornos á Jerez de la Frontera, al Puerto de Santa María, y en fin, á la isla de Leon, conduciendo siempre los prisioneros en su compañía, los que depositó en un castillo sin haberles hecho experimentar, y ménos á persona alguna, insultos ni malos tratos.

Es cierto que solo Riego habia dado un aspecto imponente al levantamiento, mientras que Quiroga, á quien habian nombrado general, porque era coronel, no hizo otra cosa que desgraciar la tentativa contra Cádiz, como hemos visto.

Debióse tambien á Riego la desercion del regimiento de Canarias y la de una brigada de artillería que venian de Osuna, y á las que dió á entender que la nacion entera se habia

declarado á favor de la revolucion.

Riego, dueño de estas fuerzas, osó arriesgar el ataque de la célebre cortadura de Cádiz, de que no pudo apoderarse, y donde recibió una fuerte contusion cayendo de la muralla.

Apenas restablecido, encargóse de otra comision mucho más difícil y arriesgada que la primera; tratábase de ponerse al frente de una columna móvil para procurarse víveres y sublevar las provincias vecinas. Indiqué ya el ningun resultado de este paseo militar á causa de la aversion que tenia el pueblo en tomar parte en favor ó en contra de los partidos pronunciados, mas siempre sirvió para manifestar en Riego grandeza de alma y valor á toda prueba, como demostró en el gobierno la falta de energía en las tropas el ningun entusiasmo que las poseia.

IV.

No quiero aquí referir la historia de los movimientos y de la disposicion total de esta columna, șino únicamente dar á conocer las cualidades del que se puso á su cabeza, y se colocó por este solo hecho en la primera fila de los revolucionarios.

Así es que el nombre de Riego oscureció al instante los de Quiroga, Lopez Baños, Arco Agüero, etc., y de todos sus iguales ó superiores en la jerarquía militar.

Cuantos conocieron á Riego y le trataron en los primeros meses de su elevacion al favor popular, antes de su entrada en Madrid, elogiaron su sencillez, su buen natural y su modestia, sin que sus mismos enemigos hayan podido señalar por su parte el menor rasgo de ambicion y ménos aun de

venganza.

El veneno de la adulacion, más activo en las capitales que en las provincias, fué la causa premeditada quizás, mas indudablemente positiva, que extravió las excelentes disposiciones del jóven militar, hasta precipitarle en el lodazal de la anarquía para que sus contrarios inícuos le sacrificasen en el cadalso.

Si el rey Fernando hubiera conocido mejor sus intereses y los de su reino, en vez de hacerle perecer en el último suplicio, debia haberle atraido á su servicio dándole un empleo proporcionado á su rango en los principios revolucionarios. ¡Cuántos desastres hubiera evitado este ejemplo de grandeza de alma y esta conducta política!

V.

Pero dejemos el retrato parcial del héroe para que la historia acabe de retratarlo.

He dicho que dió el grito de rebelion el 1. de Enero de 1820 en las Cabezas de San Juan, colocándose al frente del batallon de Astúrias.

Aunque se habia trabajado largamente para que todas las tropas expedicionarias siguiesen el impulso dado por algunos batallones, no pudo conseguirse, y el mayor número permaneció fiel al monarca y al sistema establecido.

No queriendo encargarse del mando ningun general, los conjurados se vieron en la necesidad de elegir para jefe un oficial de un grado poco elevado, y que no gozaba en el ejército una reputacion extraordinaria, el coronel Quiroga.

Acto contínuo decidieron trasladarse á la isla de Leon, con el intento de apoderarse despues de Cádiz, donde creian

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