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ces un vergel frondoso de cultura, trasmitía á nuestros padres su amor á los Horacios y Tibulos, y de la eficacia de sus tareas son inmortales testimonios los nombres de los Latronianos, Orosios y Dámasos; el de un Yuvenco, autor del venerable libro Historia evangélica; el de un Osio, el Padre de los Concilios; el de un Prudencio, vate tan sublime, que Villemain le pone por cima de todos líricos que floreciesen, hasta la centuria del Dante. Y como si España se romanizó, por las razones que Borao patrocina, y en el grado dicho, el habla de los pueblos conquistados no se perdió, ni quedó enterrado, cual sucediese al mármol de Laocon; al ver el sermo rusticus, el provincial y el cristiano, descomponiendo el idioma sintético, haciéndolo analítico y dando márgen á los vulgares; señalando á la románica española decimos, ved una hija del latin y de la lengua natural de los vencidos; del latin y del espíritu de raza. Aquél y ésta lucharon con el encarnizamiento que el numantino y Scipion; en cuya lucha venció el pueblo y fué su idioma el de los grandes libertos del Imperio, un idioma cristiano. Mas no pisemos fuera de la senda por la que el latin llegó á ser romance indeclinable, sin voz pasiva, necesitado del artículo, rudo, tosco, sin armonía.

No ha faltado quien, olvidándose de la ley apuntada, ha supuesto que la razon del fenómeno está, en que las neo-latinas se derivan de la mezcla de la gótica y la romana, pero les desmiente el trozo del Evangelio traducido por Ulfilas que poseemos, pues supera al latin, en hipérbaton y declinaciones. Tampoco ha faltado quien suponga, que es el español rama del tronco provenzal, olvidándose de que hay quien asegura, que la lengua de los trovadores, no se habló hasta el siglo XIV y que Carlo-magno, cuaado necesitó maestros para sus escuelas, tuvo que buscarlos en Italia. Muchos con Muratori han creido, que el cambio fué obra de las irrupciones del Norte; cuya teoría rechazan hoy los críticos, ya porque la lengua de los bárbaros carecía de vigor para troquelar, ya porque la heráldica no vé en los blasones de la civilización moderna que sea la encina de la Germania lo que está en el centro,... la encina de la Germania!, que por otra parte ocupa un sítio principal.

El bárbaro, no es el fiat lux de la cultura moderna, segun dice un hombre de grande autoridad, en los estudios críticohistóricos. Recorrió las hermosas campiñas de la Italia; penetró en Roma; subió á lo alto del Capitolio á esparcir por el orbe, el resplandor siniestro de su incendiaria tea; más avasallado por la superioridad espiritual y por el saber de los vencidos, abandonó sus dioses y sus costumbres; empezó á hablar el latin y alguno de ellos á escribirlo, como Jornandez; y de la herrumbre de su orígen, solo quedaron para memoria, los nombres de los caudillos y los gritos guerreros de la irrupcion, conservados en la lengua vulgar. Donde se despelaron cien torrentes de sangre huna, todo fué posible á Carlo-magno, menos el formar una gramática teutónica; y en España, el Visigodo no logró siquiera, la unidad nacional.

Si la Iglesia fué un cielo de mil soles, recuérdese que tal aconteció, cuando la mitra y el báculo eran hispano-romanos. En cambio degradóse bajo la direccion visigoda. Hé aquí la historia dando un mentís á Muratori. Y por no ser menos la ciencia, hace lo mismo. Cada pueblo bárbaro tenía su habla, tan peculiar suya, como sus tradiciones:--¿bajo qué cánon, interroga con oportunidad un docto, había de efectuarse la transformacion del latin y qué lengua fué la corruptora?—Es indiscutible!; el espíritu romano destruyó la influencia germánica, desde el primer instante, como la Iglesia llamó á sí las almas y las almas acudieron; y la raza latina dió vísceras á la civilizacion y á la historia modernas. Hojend y os convencereis, á Idacio, Amiano-Marcelino, Casiodoro, Boecio y Gregorio Turonense. Y por otra parte, dejad á un lado la teoría de los que creen en lenguas europeas intermedias: observad el parecido de familia entre el léxico de las latinas y el léxico de la de Roma; la semejanza de la gramática de España con la del Lacio; y concluireis por decir, que la tradicion lingüística conservada en nuestro suelo y la ley general que le obliga á pasar de sintético á analítico, son los únicos elementos transformadores del idioina, que huele á salvia y á rosal de Pæstum, en las Geórgicas. He indicado án tes que el Visigodo, casi no dejó huella de

su dominacion en nuestra patria. Es ley universal en la historia, que si á un conquistador, supera en cultura el que es vencido, ríndele este, con las armas de su ilustracion, por lo que el pueblo de los Suintila y Leovigildo, tenía que ser moral é intelectualmente subyugado, á pesar del muro de bronce de la ley de raza y de la ley de propiedad, consignadas en el código escrito á imitacion del de Teodosio, en muchas de sus páginas, y en el que se retrata con fidelidad, la conciencia y el espíritu del vencedor de Vándalos, Alanos y Suevos. Ley de raza!; ¡ley de propiedad! En su fondo se vé una sombra; y es, el alfanje que ha de triturar y convertir en arena del Guadalete, la pedrería de la corona de Ataulfo....

A la venida de éste, desaparecen las artes; las ciencias, y las musas toman asilo en sagrado; poco á poco, los oprimidos, con sus historiadores, teólogos, filósofos y literatos, asombran al triunfador, le esclarecen y suavizan el espíritu, le seducen con su grandeza; y convirtiéndose, por su misma superioridad, en firmes columnas de la España visogoda, consiguen su primer triunfo en el tercer concilio toledano; en el que, proclamada la nueva fé, el oleo de Recaredo debilitó las costumbres septentrionales y convirtió en monumentos, las ruinas clásicas. S. Leandro, á quien pertenece la gloria de haber preparado la proscripcion del arrianismo, proclamó la unidad del lenguaje de la Iglesia; S. Isidoro, fijó en éste las reliquias de la cultura antigua; y desde entonces, «todo testimonio público, religioso ó civil, breviarios, libros litúrgicos, dogmáticos, místicos, de polémica, códigos eclesiásticos, rituales, himnos, inscripciones, epitafios, leyes militares, aparece, se formula y se redacta, en el idioma que, aunque decadente, conservaba los esmaltes de la literatura de Propercio y Ovidio.

Al abjurar el visigodo la herejía de Arrio, hablaba ura lengua, bien diversa de la hispano-latina, anatematizada en el concilio; y que dejó de ser escrita, porque las llamas devoraron todos los libros contaminados con el error, en hora tan bárbara, cual las de la intolerancia de Almansur y Cisneros y la en que el árabe cegó el canal del Nilo abierto por Adriano: y..... no

digo, incendió la biblioteca de Alejandría, porque el hecho no está de todo punto comprobado. El visigodo convertido, así como conservó la dominacion política, continuó hablando la lengua de Ulfilas, depositaria de las Sagradas Escrituras y de las tradiciones guerreras del invasor escandinavo..... del Ulfilas! que sustituyó los idólatras caractéres rúnicos con los de su nombre y que compuso el célebre alfabeto, cuyos signos son parte griegos, parte latinos, parte greco-latinos y parte originales.

En la Janda fué, donde por serlo todo el monarca, desapareció un pueblo: en la Janda fué, donde se borró la ley de la propiedad y de la raza: en la Janda fué, donde al perder Rodrigo la vida, el cetro, el caballo y la herradura de plata de éste, perdióse una lengua tan distinta del latin, como la letra ulfilana y la isidoriana.

Siendo una verdad la separacion entre vencedores y vencidos y que al asentar aquellos su dominacion en la Península, había en ésta, despojos de las lenguas indígenas, es natural, como dice Amador de los Rios, que el latin no pudiera ser hablado por visigodos y romanos cual en los dias del Imperio. Desde la confesion de nueva fé de Recaredo, el sacerdote católico aficiónase al estudio de la antigüedad: y aficiónanse, así mismo, un Bulgarano; un Sisebuto, de decir elegante, protector de las letras, doctísimo y que si no de la Vida de S. Desiderio Mártir, segun creyó Mariana y negaron Nicolás Antonio, Fabricio y Ambrosio Morales, fué autor de las ocho cartas publicadas por Florez; y un Chindasvinto, el primero de los Mecenas, quien por la escogida biblioteca que formase, ocupa un solio de oro en el Alcázar de nuestra civilizacion.

Sí, el primero de los Mecenas; porque si Augusto lo fué del Cisne de Mantua, Luis XIV de Boileau, Julio II de Rafael, María Teresa, de aquel Metastasio que recorrió, improvisando versos, las calles de Roma, á fin de ganar pan; Chindasvinto lo es del más glorioso de los episcopados y de los que personifican la ciencia de la Iglesia, despues del autor de las Etimologías,— Tajon, Eugenio y el ilustre S. Braulio. Ved lo que contribuye á que sea tan brillante el ocaso de la lengua latina, en el que es

visible el contorno del antiguo españolismo y el del goticismo moderno.

Con el libro monumental de S. Isidoro, se demuestra, que había en España idiomas que, aún sin ser escritos, influyeron en la corrupcion de la lengua romana, á pesar de los esfuerzos de la Iglesia y de los sabios. Idólatras del sentimiento de la libertad, y de la personalidad los conquistadores, rasgaron las leyes de la Gramática: si en sus costumbres romanizáronse y con alegría de las artes escénicas consagraron, al parecer, la lengua del Lacio, la pureza de ésta desfloráronla sobre el tálamo en que había muerto, la señora de las gentes. Triunfadoras las tradiciones clásicas, el latin absorbió los restos celtiberos; «hablóse en los concilios y escuelas clericales y monásticas;» fué el único idioma escrito en la Península; influyó soberanamente en el hablado; mas si buscais la integridad y nitidez que tuvo en los exámetros de la Eneida.... desistid de conseguirlo. En resúmen:-poco sensibles á las elegancias y bellezas de la cláusula ciceroniana los bárbaros, mas lógicos que artistas, destruyeron el hipérbaton, en el que estriba el secreto de la energía que admiramos, en la más célebre de las Catilinarias y en la descripcion del Incendio de Sagunto de Tito Livio. Y no quedó en esto, el daño causado á la lengua de Polibio y de Tácito, pues suprimidas las declinaciones, el uso más frecuente de la preposicion y el artículo, produjeron embarazo en la frase y sequedad en los sonidos. Poco dió en verdad el visigodo á los españoles: ningun timbre indeleble pudo imprimir, en el genio de nuestra lengua. Y el Oriente? Los que no ven en la Tabla Redonda y en Sto. Grial, sino una copia servil del ciclo de Kai Cosroes y de la copa de Yemsid, contestan que le debemos todo; y nada, muchos escritores de la época moderna.

Si hojeais las páginas cristianas de los ciclos medios, ó las en que Turpin habla, del rico ídolo del Profcta que se guardaba en Cádiz; el Roman de Mahomet; la cancion de Rolando; las leyendas fabulosas que nos pintan á Gerbert, ya Silvestre II, descubriendo, por un conjuro, un áureo palacio alumbrado con luz fascinadora por un carbunclo; os asombrará la larga

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