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comentador del de Alejandro, y autor del Régimen del Solitario, que tan limpios rayos de luz llevó á la escuela de Alberto el Grande; el árabe, que influyó en el escolasticismo de tal suerte, que no es posible escribir la historia de él, sin conocer la filosofía arábiga, á la que Renan ha erigido un monumento imperecedero;.... el hebreo y el arábe, no ofrecen, en su vida literaria, formas ni géneros, que puedan influir permanentemente en nuestro idioma; cuyo caudal léxico engrosaron, en lo que imitóles el mudejar, mas sin convertir en semítico, el genio de aquél. La influencia oriental, escribe un historiador, tiene un periodo marcado y una esfera circunscrita en la historia, pues para que una soberanía política y literaria dure y trascienda, hasta las últimas raicillas del árbol de la nacionalidad, es preciso que aquélla se posesione de la inteligencia ó de las sociedades y ofrezca dechados que enamoren y se hallen siempre presentes, en la memoria del pueblo y de los artistas influidos. Reconozco que las letras arábigas fueron conocidas del cristiano; lo cual debióse en gran parte al muzárabe, que cuando pulsó lira, llamóse Ibul-Margari y al judío que, familiarizado con todos los idiomas, ya imitaba los primores de Hariri en las macamas, ya mezclaba con sus poesías hebráicas, versos en lengua de Castilla y en siete diversas, alguna vez: reconozco que no vivió en balde un Aurelio, tan docto en literatura muslímica; y que poseemos una aljamiada muy curiosa: mas reconozco tambien con Canalejas, que en nuestro arte popular, rimas, metros, géneros literarios, formas poéticas, todo es latino; en el juglar piadosísimo del monasterio de S. Millan, tan parecido á Fra. Angellico, que diría se sacó del arpa del uno el pincel del otro y en Segura de Astorga; en el Romancero y en D. Santo de Carrion; en el Canciller Ayala, en Alfonso Alvarez de Villasandino ó en el Arcipreste de Hita, que compuso, segun él, cantares de danzas y troteras, para las cantadoras moriscas. Quince siglos, exclama un orador elocuentísimo, han permanecido entre nosotros los judíos y como memoria de ellos solo han quedado, algunas palabras que el odio español al pueblo de que proceden, las ha marcado con estigma de vileza.

No; no tiene el castellano carácter oriental. No creais en él,

al observar lo que es necesario para la existencia del hipérbaton, en las lenguas neo-latinas:-acordáos de que tiene explicacion fácil, el fenómeno de que se haya encarnado en ésta el régimen directo, al destruirse la gramática del retórico grecoromano. Encontrareis sí, concordancias, y nada más que concordancias. Ah! es peligroso entrar por las veredas de la indagacion en estos estudios, olvidándose de su cánon científico. La lengua todavía no ha tenido el Tucídides, el Mariana que espera; todavía no ha tenido su historiador. Y así resulta, que si comparais el Libro de Apolonio con la Eneida, la sintáxis de ambos idiomas resultan distintas; con diferencias menos radicales si la comparacion se hace, entre los códigos del Rey Sabio y Paulo Orosio; y sin diferencia alguna, leyendo á los viejos cronistas de la Edad Media, en pos del Lucidario ó del Conde Lucanor. Es innegable: quien compare las obras de la lengua eminentemente literaria y erudita de Marco Tullio, con la prosa admirable de Granada, de Cervantes y de Quevedo; el cuadro de, Germánico á la vista de los cadáveres de las legiones de Varo, que debemos á Tácito y el cuadro que Hurtado Mendoza hace contemplar, allá en Sierra Bermeja, al Duque de Arcos y á los que le seguían al fuerte de Calalin; las descripciones, arengas y retratos de Tito Livio, con la conjuracion de Juan de Prócida, el Alvaro de Luna y el discurso del condestable Dávalos, de Mariana; dirá, que son idénticas las sintáxis de Castilla y del Lacio: como ni rastro árabe alguno encontrará en el habla, si penetra por las grandiosísimas puertas de concha y oro del Renacimiento. Distingue témpora!.... Sí, distinguid siglos, épocas literarias y aun escuelas. Y distinguiendo con escrupulosidad, los caudales legados por el judío del periodo romano y visigodo; contando con el elemento gótico septentrional y idiomas, libres en las as perezas del Norte, durante se escribió con sangre el gran poema, que en la viñeta de su inicial tiene un peñasco y una palma, en la de su letra última; recogiendo con discrecion, los estudios mozárabes y los que á nuestra raza y á nuestro cielo debe la cultura arábigohispana, que si no tuvo los caractéres de indígena y nacional que la desarrollada en Persia, bajo el imperio de la me

dia luna, fué, por causas que no son del momento; señalando lo que distingue el habla popular de la erudita y la erudita de la cancilleresca; fijando bien, en la época de Alfonso X, las influencias orientales y señalando sus efectos; mostrando el influjo provenzal y el de Italia en el siglo de Juan II, el greco-latino en el xv y en el alba del XVI; se colocan en el camino de la filología moderna, las piedras miliarias que nos conducen, á la miranda en que, libres de las preocupaciones del humanista, que se afana por borrar las impurezas árabes y pugna por transformar en sus gramáticas y diccionarios, en sintáxis y léxico-latinos, la sintáxis y léxico-castellanos; sin el frenesí de los enamorados de la raza que, en la Edad Media, nos reveló la antigua filosofía y las nuevas verdades; de los que, en la soberbia fábrica cordobesa, toda su admiracion es para la capilla del Zancarron y ni dirigen una mirada á la sillería del coro ó á la lámpara de plata del noble templo cristiano; vemos con claridad, que es analítico, respecto al sanscrito, al griego y al latin, más de valor suyo y fisonomía peculiar, la lengua que dimos, á la vez que la Cruz de Cristo, á la vírgen América.

Después de estas afirmaciones que caen dentro de la region de las ideas, descendamos á los hechos. Enterrada en el barro de las orillas del Guadalete, una maldecida ley de castas y verificada la conquista sarracena, los visigodos y romanos, unidos por la igualdad de su fé y por la comunidad del enemigo, formaron un pueblo, allí donde anidan las águilas; en cuyas alturas el amor á las costumbres y á la lengua de sus abuelos, despertado por la tiernísima idea de la perdida patria, añadió bríos al brazo de los que, en frente del árabe, pactaron con la muerte sino con la victoria, y sintieron que no les desplacían, las tradiciones fastuosas de la raza despojada de los tesoros que allegase en basílicas, atrios y aulas régias, por el soldado de Muza-ben-Nosayt.

La lengua hispano-latina, sobrevivió pues, al Imperio arruinado en las márgenes de la laguna de la Janda; y destinada á ser, el arca santísima de la historia de la Iglesia, fué cultivada los eruditos: los monarcas astures convirtiéronla en órgano

por

de la potestad real y de la piedad religiosa y la muchedumbre la aceptó para sus transacciones. En la monarquía de Asturias, el altar de la patria fué el trono y al lado de él, el cristiano libre, orgulloso de su origen latino, erigió un ara á la edad clásica, arrojando al rostro del infiel el nombre de bárbaro, cual lo habría hecho un hijo del Tiber, desde el Capitolio. Comparando los cronicones y los documentos cancelarios de aquella época, advierten los historiadores, el gérmen de la fusion, que había de producir los romances.

Existían en la Península, además de los cristianos que militaban bajo la bandera de Pelayo, otros que, sojuzgados por el alfange, vivieron en la España islámica conservando su fé, por razones harto conocidas, sin que tardasen mucho tiempo á ser violentados por los Califas. Estos, es decir los mozárabes, como el soldado de Asturias, guardaron con solicitud, el idioma depositario de sus tradiciones y creencias; cuyo idioma no pudieron ménos de admitirlo los amires, para su comercio intelectual con los vencidos, para su inteligencia con los reyes de la España de la Cruz, para acuñar las monedas que testificasen su dominacion, en los paraisos españoles. Monedas arábico-latinas poseemos, que convencen de que, en el año 98 de la Hegira, la lengua del cristiano sometido, era y tenía que serlo, respetada del vencedor. Hixen II, fué quien intentó proscribirla, vedando su uso; y su célebre mandato, produjo una reaccion en el sacerdocio, en la que, la sangre de los mártires regó y fertilizó los estudios latinos, hasta el punto de que la lengua del Lacio, cultivóse con más acierto, entre los mozárabes, que en las comarcas libres. Y sin embargo hay que reconocer, la justicia con que el Abad Samson asaeteó á Hostegesis; y que ya entrado el siglo x, el latin fué objeto del menosprecio, á que Borao alude y que nos certifican la queja de Alvaro y el hecho, de que hubiese obispos que compusieran elegantes Kasidas, referido en una traduccion admirable de Gayangos. Que en España concurrió poderosamente el pueblo vencido, á la cultura del árabe que, bajo el inspirador cielo de Andalucía, fué más fecundo que en otras regiones,-dice bien el Sr. Valera,-acreditalo la rapidez con que el cristiano apren

dió á hablar, como los hijos del Yemen. Alvaro de Córdoba, dice en su Indiculo luminoso:-Muchos de mis correligionarios leen las poesías y cuentos de los árabes y estudian los escritos de los teólogos y filósofos mahometanos, no para refutarlos, sino para aprender como han de expresarse en lengua arábiga, con más correccion y elegancia. ¿Dónde se hallará hoyun lego, que sepa leer, los comentarios latinos sobre las Santas Escrituras? ¿Quién entre ellos estudia los evangelios, los profetas y los apóstoles? Ay! Todos los jóvenes cristianos que se hacen notables por su talento, solo saben la lengua y la literatura de los árabes, leen y estudian celosamente libros arábigos: á costa de enormes sumas forman de ellos grandes bibliotecas y por donde quiera, proclaman en alta voz, que es digna de admiracion esta literatura. Si se les habla de libros cristianos, responden con desprecio que no merecen su atencion dichos libros. Oh! dolor! Los cristianos han olvidado hasta su lengua y apenas se encuentra uno, entre mil, que acierte á escribir á un amigo una carta latina pasable. En cambio son infinitos, los que saben expresarse en arábigo, del modo más elegante y hacen versos en dicko idioma, con mayor primor y artificio que los árabes mismos (1).

El célebre Obispo, en presencia del cuadro que ofrecen, los convertidos á la superioridad científica del hombre de la media luna y al atractivo de su poesía exclama: estiman menos los abundantes arroyos de la Iglesia que corren del Paraiso.

Makkari nos ha conservado versos de un poeta de Sevilla del siglo XI, que persuaden de que su autor conocía bien la lengua y métrica arábigas; Mariana nos dice, que el presbítero Daniel, tradujo al árabe los antiguos cánones de la Iglesia; el Abad Samson, ya citado, S. Eulogio y otros doctores, en el siglo IX, dieron exposiciones de las Sagradas Escrituras en el habla de los conquistadores; y para prevenir la ignorancia de su clero, segun el Arzobispo D. Rodrigo y tambien por atender á la necesidad religiosa y situacion dificil de las tribus cristianas, Juan Hispalense, expuso la Biblia en el idioma del Corán. Dedúcese de esto que desde el siglo vIII, el latin ni se hablaba, ni se entendia? Dozy, Reinaud y A. F. de Schack nos dicen, que solo

(1) Traduccion de Valera.

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