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IMPRENTA, ESTEREOTIPIA Y GALVANOPLASTIA DE ARIBAU Y COMPAÑÍA (SUCESORES DE RIVADENEYRA)

IMPRESORES DE camara de s. M.-Calle del Duque de Osuna, núm. 8.

ADVERTENCIA.

Este segundo tomo de la Coleccion de Crónicas de los Reyes de Castilla, 68.o de nuestra BIBLIOTECA, comprende las de Don Enrique II, Juan I, Enrique III (1) y Juan II; es decir, la última década del siglo XIV, y la primera mitad del xv, cuyos anales, si meramente se consideran bajo el aspecto político, ofrecen un cuadro desconsolador. No habian arraigado en Castilla tan vigorosos como en otras partes los gérmenes del feudalismo: por lo mismo quizá eran más funestos los estragos de la anarquía, que en vez de pesar inmediatamente sobre el pueblo, alimentaba un espíritu perpétuo de sediciosa ambicion, minando los cimientos de las más altas instituciones.

La índole de nuestra Biblioteca nos veda detenernos un solo instante en el asunto, pero debe permitírsenos siquiera esa indicacion, para que podamos juzgar mejor del grato espectáculo que bajo otro concepto se nos presenta. Á medida que se debilitaban las fuerzas de la Nacion, crecia el progreso intelectual, como animado de virtud propia : los mismos que promovian la perturbacion social eran los que se aventajaban más en el cultivo pacífico de las letras ; el exceso de ilustracion sugeria siniestras pasiones, que no es ejemplo nuevo ni raro en la historia de los pueblos; y los próceres revoltosos que así ahuyentaban la paz pública y ponian en contínuo peligro la seguridad del trono, procuraban desquitarse de tan avieso proceder, ejercitando su ingenio en estudios científicos y literarios.

Asombra ciertamente en una edad motejada por lo comun de ignorante y ruda, la multitud de escritos que produjo, y que se han trasmitido hasta nuestros dias. Suponemos que todos ellos merecen el privilegio de la perpetuidad; pero cuántos otros yacerán en injusto olvido! Era entónces la instruccion herencia de los claustros y patrimonio de las personas acaudaladas; no habia prestado aún nuevas alas al pensamiento humano el invento de Gutenberg, y sin embargo, apénas conocemos hoy género literario que no se ensayase con más ó ménos acierto en aquellos tiempos de restauracion. Poetas, oradores, filósofos, místicos, didácticos y cronistas forman el largo catálogo de escritores que llenan las páginas de los que con posterioridad han dado á luz la historia de nuestra antigua literatura, y singular

(1) No es menester repetir la portada que en la edicion de Sancha se puso al frente de estas tres Crónicas, porque es idéntica á la que en el tomo anterior lleva la del Rey D. Pedro. Allí se hace mencion de las Enmiendas del Secretario Gerónimo de Zurita, y las Correcciones y Notas añadidas por Don Eugenio de Llaguno y Amirola; allí se inserta el Prólogo del mismo Zurita, en que se da razon de la Crónica Vulgar y de la Abreviada, la primera adoptada como texto, y la segunda como adicion ó complemento á ella; que por esto va intercalándose en forma de notas al pié de las páginas respectivas, siempre que añade algo, esclareciendo ó mejorando

la leccion del texto. Nada de esto hemos omitido nosotros, ni nada de los Apéndices que con el título de Adiciones á las Notas figuran á la terminacion de cada Crónica; únicamente hemos hecho omision de las faltas que se advierten en la Abreviada (desde luégo indicada así: Abrev.), atendiendo á que nada nos importa lo que en esta falte, pero sí todo aquello en que difiera de la Vulgar, perfeccionándola.

Las Enmiendas y Advertencias de Zurita se imprimieron aparte por el Doctor Diego José Dormer, en Zaragoza, herederos de Diego Dormer, 1683, en 4.°

mente de alguno que no há mucho, con incomparable laboriosidad y sentido crítico, redimiendo de la destruccion monumentos ántes desconocidos, ha realizado más de lo que podia esperarse en tan árduas y profundas investigaciones (1).

Limitándonos á lo que nos importa meramente indicar en esta Advertencia, y sin hacer mencion de la serie de cronistas dignos de este nombre que sucedieron á Alfonso el Sabio, debemos establecer una distincion. De Historia (estoria ) calificó el mismo Alfonso X la que dejó escrita con el carácter de general, aunque particular de España; los trabajos de esta especie que se hicieron despues, se denominaron Crónicas. Realmente no merecian otro título; las primitivas eran sólo unas efemérides; las posteriores, bien que vaciadas algunas en el molde del clasicismo, no pasaban generalmente de anales ó relaciones cronológicas, tan faltas de artificio en la forma como en el fondo; pues aunque Tácito habia probado que el nombre no hace á la cosa, difícil es dar unidad á un conjunto histórico, cuando todo se sacrifica á la sucesion del tiempo. Seguian, pues, aquellos escritores el sistema que juzgaban más natural y lógico; y como desde antiguo se procedia así, procedieron tambien por costumbre, llamando Crónicas á sus fáciles narraciones.

Vengamos ahora á la diferencia. Desde Alfonso XI, si no anteriormente, consta que se daba título de Cronista, aunque no se expidiese con las formalidades cancillerescas, á los escritores de cierta nombradía que con más lucimiento pudiesen desempeñar semejante cargo (2); y esta práctica se mantuvo de suerte, que hasta la fundacion de la Academia de la Historia en el siglo último, se perpetuó esta encomienda, que tal debió parecer á muchos, más dispuestos á gozar de los emolumentos, si algunos percibian, que á prestar el servicio propio de tan honorífica comision.

Habia, pues, cronistas oficiales y cronistas de cuenta propia, concepto que, aunque á priniera vista parezca indiferente, no lo es, atendida la confusion é incertidumbres á que ha dado lugar semejante práctica. La ignorancia en que hoy estamos respecto á los verdaderos autores de tales obras, más que de la imperfeccion de los códices, de la libertad de transcribirlos, ó de la incuria é ineptitud de los copiantes, proviene, en nuestro juicio, de una omision que entonces no se juzgaba tal. Todo el mundo conocia, sin necesidad de advertencia, al historiador de oficio; el que carecia de esta condicion, ó para no ser tildado de logrero de mies ajena, ó por propia desconfianza, encubria su nombre, y á esta circunstancia se debe que su trabajo permaneciera anónimo. Porque atribuir semejante omision á la responsabilidad en que incurria el que juzgaba de los hombres y sucesos contemporáneos, no es razon suficiente. La verdad ha tenido en todos tiempos sagaces arbitristas; ademas de que no faltaba en aquéllos quien la sacara á plaza, escueta, sin antifaces ni afeite alguno, y cuando, si no alcanzaba ya á los agraviados, caia de rechazo sobre sus cómplices y sucesores.

En la Advertencia al tomo precedente de esta Coleccion expusimos las diferentes opiniones que se alegaban respecto á la paternidad de las Tres Crónicas, concedida por unos á Fernan Sanchez de Tovar, por otros á Miguel de Herrera y á Juan de Villaizan, y por último al Abad de Santander, D. Nuño Perez de Monroy. Allegámonos, por reputarlo más fundado, al parecer favorable á Fernan Sanchez, no sólo como autor de las Tres Crónicas, sino de la subsiguiente de Alonso XI; que quien cuidaba de elegir panegirista para sus mayores, no era extraño que mañosamente lo buscara para sí propio.

<< Por fortuna, deciamos allí, no cabe esta divergencia de pareceres, ni el menor asomo » de incertidumbre, tratándose de la Crónica de Don Pedro I, que juntamente con las de sus

(1) Aludimos, como se adivinará fácilmente, á D. José Amador de los Rios, que en su Historia Crítica de la Literatura Española ha dado á conocer muchos escritores de nuestra patria de que no se tenía ó se conservaba apénas noticia. Siete abultados

tomos ha impreso, y no llega más que á saludar el reinado de los Reyes Católicos.

(2) Véase el Prólogo de Zurita á la Crónica del Rey Don Pedro de Castilla, y el Proemio que escribió para la misma su autor D. Pedro Lopez de Ayala ·

>sucesores se debió, como insigne monumento de la clásica cultura literaria de aquella edad, »á la docta y elegante pluma del gran Canciller de Castilla, Don Pero Lopez de Ayala, > tan distinguido por su saber, como por sus hechos y los servicios que prestó á su patria en >> cuatro reinados consecutivos. » Eran estos, á más del del monarca apellidado el Cruel, y por otros el Justiciero, los de Enrique II, Juan I (1) y Enrique III, comprendidos en el presente tomo. De la falta de los últimos años correspondientes á Enrique III se da razon en los apéndices y notas ilustrativas de la misma Crónica, que, cual las restantes, estimamos aquí, no segun su valor puramente histórico, sino como monumentos de una lengua que, salida de la infancia, daba ya muestras de la robustez y lozanía con que entraba en su edad viril (2).

No ofrece, repetimos, la menor duda que Lopez de Ayala es autor de las cuatro Crónicas, la de Don Pedro y las Enriqueñas. Pero sobreviene Don Juan II, y volvemos á quedar envueltos en una red de dificultades. Todas ellas se encuentran acumuladas en el largo Prólogo que antecede á la edicion hecha en Valencia por D. Benito Monfort, el año 1779, reimpresion de la primitiva de Logroño por Arnaldo Guillen de Brocar, en 1517 (3); y no las reproducimos en la nuestra, primeramente por lo difusas y enmarañadas, despues porque nada concluyen, y más que todo por haberlas tenido presentes para refutar sus inducciones el Sr. D. José Amador de los Rios, que las resume hábilmente en este párrafo que copiamos (4):

« Tiene todavía grande estima entre los eruditos la Crónica de Don Juan II, si bien no es > fácil empresa determinar quién fué su autor verdadero. Sacóla á luz con nombre de Fer>nan Perez de Guzman el doctor Lorenzo Galindez de Carvajal (5), por los años de 1517; >mas dedicándola á Don Carlos de Austria, manifestábale que habian puesto en ella mano >> varios ingenios, entre los cuales figuraban Alvar García de Santa María, Juan de Mena, » Pero Carrillo de Albornoz y D. Lope Barrientos, cabiendo á Guzman, caballero prudente »y docto, la tarea de ordenarla. Galindez declaraba que habia sido su intento poner á la letra > en la impresion de dicha Crónica lo que cada uno habia escrito, renunciando á esta idea >> por la predileccion que la Reina Católica mostraba á la refundicion atribuida á Fernan Pe» rez, como más auténtica y aprobada. Fué su opinion generalmente seguida; pero no satis> faciendo respecto de la distribucion de los años que á cada cual correspondian, dió entrada » á la suposicion de haber tomado el mismo Rey parte en su propia Crónica, adelantándose »á señalar tambien como coloborador á Juan Rodriguez de la Cámara. »

Al más desconfiado se le ocurre que el autor de esta relacion, no muy lejano de los tiem

(1) Otra Crónica de Juan I escribió el ilustrado Juan de Alfaro, hidalgo de aquella córte; pero sólo comprende seis años, hasta la catástrofe de la batalla de Aljubarrota.

(2) Precisados á encerrarnos en los estrechos límites de una Advertencia preliminar, que ni siquiera tiene el carácter de Prólogo, y mucho menos de Prólogo galeato, tomamos pié de esa indicacion, quizás algo inoportuna, para contestar á un jóven extranjero que nos pide notas críticas, como crítico que es él, y explicativas de nuestros textos. Si las que contienen sus páginas, escritas por Zurita y Llaguno, no le satisfacen, á nosotros no se nos exige más. La Biblioteca de Autores Españoles es una Coleccion de textos convenientemente ilustrados como tales, y correctos hasta donde es posible; los estudios históricos, críticos, filológicos que sobre ellos puedan hacerse, vendrán despues: precisamente á este fin se dirige la publicacion, que am

pliada como el mencionado crítico desea, y con trabajos y comentarios filosóficos, científicos, artísticos y hasta topográficos que otros exigirian, daria materia á una vastísima Enciclopedia. En cuanto á las tablas cronológicas y alfabéticas de sucesos importantes y nombres propios, no es empresa difícil, sino de paciencia y tiempo: algo de esto se hará; pero ni á nosotros se nos ha impuesto esa tarea, ni en manera alguna la hubiéramos aceptado.

(3) Ambas nos han servido de original para la nuestra, pero difieren poco entre sí. Descuidos y yerros hay en una y en otra, que hemos procurado salvar. Lo que la segunda añade 6 mejora á la primera consta de las notas que hemos reproducido. No es libro raro: así que fácilmente puede consultarse el Prólogo que omitimos.

(4) Historia Crítica de la Literatura Española, II Parte, cap. x, tom. vi, páginas 210 y 211.

(5) Hemos transcrito al pié de la letra la portada.

pos á que se referia, debia estar enterado de los hechos, máxime cuando confesaba que el, encargado de ordenar todos aquellos originales habia sido Fernan Perez de Guzman, y él se reducia al papel de mero revisor ó publicador. La idea de que Doña Isabel prefiriera la refundicion de Perez de Guzman, es prueba de que existia ésta. Todo, pues, parece claro hasta aquí; pero entra la confusion desde el momento en que se dice que la dificultad de adjudicar á cada escritor los años que le correspondian, dió márgen á suponer que el mismo Rey y Juan Rodriguez de la Cámara, ó del Padron, que le llamaban otros, tomaron parte en aquel trabajo.

Primer reparo del Sr. Rios. Que no pudo ser Fernan Perez refundidor ni compilador de la Crónica, porque en 1455 á 56, y en otra obra suya, el Mar de Historias, de que hablarémos luégo, menciona aquélla como cosa ajena, y añade que no sabria escribirla, aunque quisiese, y aunque supiese, no estaba informado de los hechos ; y que no pudo variar despues de propósito, porque tenía á la sazon 79 años (en 1456), y murió en 1459. Una observacion se nos ocurre, que exponemos, sin embargo, con timidez. Pudo Fernan Perez no atreverse á escribir de nuevo la Crónica, y aceptar el cargo de refundirla ó de compilarla; y pudo muy bien hacerlo en los tres años que mediaron hasta su muerte: de lo contrario no se concibe la suposicion de Galindez, y ménos que tan gratuitamente hiciese cómplice de ella á la reina Doña Isabel.

Afirman los editores de la reimpresion de Valencia, que Alvar García de Santa María, hijo del obispo D. Pablo de Búrgos, fué el primero que puso mano en esta obra, y escribió desde la muerte de Don Enrique III hasta el año 20 del siglo xv, 14.o del reinado de Don Juan II; y el Sr. Rios corrobora la afirmacion ménos en el parentesco de Alvar García con el Burgense, de quien fué hermano, no hijo; y añade que por haber Alvar García recibido de la reina Doña Catalina y el infante Don Fernando el encargo de proseguir las Crónicas de Castilla, desde el punto en que las habia dejado Lopez de Ayala, historió veintiocho años (de 1406 á 1434 inclusive). Que llenó los trece primeros, nadie, ni el mismo Galindez, lo ha puesto en duda; que continuó hasta el de 1434, época próximamente en que se ausentó de Castilla, pasando al servicio de Aragon, lo ha descubierto el Sr. Rios en un códice de la Biblioteca del Escorial, escrito de mano y con enmiendas y adiciones del mismo autor: preciosísimo monumento que, á ser hoy conocido, daria inmenso valor á la historia de este período de la vida de Juan II, torpemente contra hecha y mntilada en la que dió á luz Galindez de Carvajal (1).

Segun este compilador, el hueco que media entre los años 1420 á 1435 lo llenó el célebre poeta Juan de Mena. Él, por lo menos, llevaba el título de cronista de Juan II, y áun parece indudable que tenía cargo de escrebir la ystoria de los regnos de Castilla, como asegura el autor de la Crónica de Don Alvaro de Luna; pero ¿qué obra suya se conoce en este género, ni en qué parte de la relativa á Don Juan II se trasluce la mano del autor del Laberinto, cuya prosa, á juzgar por la que de él se conserva, no puede confundirse con la de ningun otro en lo compasada, pretenciosa y extravagante? Si escribió algo á modo de comento, como se dice, se da á entender que se limitó á hacer comentarios ú observaciones; y si

(1) Á este descubrimiento alude el crítico ántes citado, preguntando si no podriamos dar en nuestra Coleccion este texto primitivo. De estimar es la observacion, y sinceramente se la agradecemos. No nos ha sido posible. El mismo Sr. Rios confiesa el deplorable estado en que se halla el manuscrito, distinguido con la signatura Xij-2 entre aquellos códices. Razon más, dirá alguno, para preservarle de su total ruina. Cierto; pero la angustia del tiem

po y otras circunstancias á que no nos es dado sobreponernos, nos han impedido llevar á cabo tan buen propósito. Ni sabemos, por otra parte, hasta qué punto hubiera satisfecho á la generalidad de los lectores esta intercalacion, que al cabo es sólo un fragmento. Considerándolo como tal, pero persuadidos de su importancia, procurarémos que se dé á luz en otra publicacion más adecuada á estos restos monumentales de nuestra antigua literatura.

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