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and vali

INTRODUCCION.

CALVO ASENSIO.

I.

Hace poco tiempo, Calvo Asensio terminaba por medio de una afectuosa carta una de nuestras obras, LA ITALIA DEL SIGLO XIX. En aquella carta, que será siempre para nosotros un inestimable recuerdo, nos animaba á continuar por la senda de los trabajos históricos que habiamos emprendido, si bien escasos de fuerzas, llenos de nobles y generosos deseos. Muy lejos estábamos entonces de imaginar que al llevar a cabo los consejos de nuestro inolvidable amigo, nos veriamos privados de sus juiciosas y elevadas observaciones; pero ya que la muerte arrebató una de las existencias mas entusiastas del progreso y de la libertad; ya que apagó los latidos de un corazon lleno de grandes aspiraciones, firme y enérgico para realizar el bien, incansable en la defensa de los derechos del pueblo, inflexible, consecuente y probo como ciudadano y hombre de partido, hemos creido

que inspirándonos en su memoria, evocando el recuerdo de sus virtudes cívicas é identificándonos con su propio espíritu, podriamos marchar seguros por el difícil sendero de la historia. Hé aquí porqué antes de empezar nuestra larga y escabrosa peregrinacion, hemos tratado de preparar y fortificar nuestro espíritu, poniendo el nombre de Calvo Asensio al frente de estas humildes páginas, escritas con profundo amor à la verdad.

Para alentar nuestra fé, para adquirir el valor que reclama la árdua empresa que acometemos, nada nos ha parecido mas conducente que recorrer las principales fases de la vida política de ese patricio tan universalmente llorado.

II.

Venir al mundo político cuando las ideas palpitan, cuando las abriga el calor del entusiasmo, es ciertamente una felicidad. Entonces cada ciudadano es un soldado de sus mismas creencias; las defiende con su inteligencia y su corazon, y no las abdica jamás, ni sobre el tablado del suplicio, ni en las largas y penosas amarguras de la emigracion, ni en la soledad del calabozo. ¡Felices aquellos tiempos en que las creencias políticas eran una religion, y en que el apóstata llevaba eternamente impreso en la frente el sello ignominioso de la apostasía !

Epocas sagradas en que ardia perenne la llama santa de la fé; épocas en que los amaños y el soborno se quebrantaban ante aquellas conciencias inflexibles, en aquellos pechos incapaces de abrigar el dolo, y que primero se dejarian rasgar que anteponer una idea mezquina á las grandes y nobles que abrigaban.

Nuestros padres tenian siempre fijos los ojos en la salud de la pátria, y ningun sacrificio les parecia grande cuando se trataba de ella.

Seguidlos en el curso de nuestra historia política, desde que reunidos en Cádiz oponen á las huestes ambiciosas del coloso de la guerra el lábaro de libertad é independencia. Buscadlos despues en la época infanda del espionaje y de la traicion, y en el patíbulo y en la proscripcion y en las prisiones, les oireis esclamar como á Silvio Pellico al entrar en las mazmorras de Santa Margarita:

Non v'ha sbarra, non catena:
Che lo sperto mio rinserri;

Per la mente non va ferri

Sua natura é libertá.

L'uon che i ceppi fan codardo

E víl creta inanimata,

O le colpe degradata

Han quel'alma che in lui stá.

¿Y despues? ¿Quién no recuerda la guerra civil, la campaña de los siete años? Ni los recuerdos vivos de la ingratitud de Fernando, ni las páginas que habian ensangrentado la naciente historia de la libertad, nada fué causa suficiente á retraer á los liberales de acudir esforzados y entusiastas al combate. Se peleaba por sus doctrinas, y morian orgullosos de sellar con su sangre el dogma que en política profesaban.

Pero tras esos tiempos de civismo y abnegacion, señalados por el mas constante desinterés de la fortuna y de la vida, la libertad recogió un menguado y estéril triunfo, despues de tan costosas y reñidas victorias. Los liberales, que creian haber llegado á la meta de sus aspiraciones, se encontraron con que su sangre, tan pródigamente derramada, con que todas sus preciosas ofrendas, depositadas con heróico desprendimiento sobre el altar de la pátria no habian bastado á darle la preponderancia, y no tan solo la preponderancia sino que apenas fueron un título, que les sirviera para otra cosa que para ser mirados con prevencion y disgusto.

Todavía mas.

Andando el tiempo (¡ el tiempo que sancionaba con sus conquistas

la bondad de sus doctrinas!), fueron otra vez objeto de rudas persecuciones. La embotada lanza de la reaccion volvia á derramar sangre, y la sangre de la reaccion es siempre la sangre liberal.

¿Qué ha sido el partido progresista durante los períodos de nuestra historia contemporánea ?

Un esclavo, un pária, castigado con mano de hierro, en todas las esferas de la actividad de los partidos, condenado al mutismo, al aniquilamiento, á la inercia, à la muerte.

A través de ese período histórico podeis descubrirle por el rastro de sangre y de lágrimas que ha dejado por huellas.

Vivia España, segun la cínica espresion de sus adversarios, la vida de los gobiernos constitucionales; pero no encontrareis á ese partido luchando en los comicios, batallando en la prensa, sosteniendo con su predicacion el espíritu público. La actividad habia descendido desde la colectividad al individuo: la persecucion ciega y sistemática habia, si no roto, separado, digámoslo así, los eslabones de la cadena que formaba este glorioso partido.

Desde 1843 hasta 1854, los miembros de la gran familia liberal hacian la política del hogar y aun allí se los buscaba para dispersarlos.

Cuando las situaciones moderadas creyeron haber cortado la cabeza á la hidra, entonces abortó de su propio seno la causa de su ruina transitoria.

Una simple evocacion fue lo bastante para que el cadáver se levantase de la tumba, y para que hollase con sus plantas al engreido enemigo.

¡La revolucion del 54!

¿Cómo habia nacido? Nadie lo ignora: algunas personas creyeron de buena fé en la sinceridad de los que habian proclamado las doctrinas progresistas, y aquella creencia se desvaneció entre humo y sangre. Y otra vez la libertad cayó, y los que alevemente la habian herido, pagaban con una sonrisa sarcástica á los que los habian salvado de la emigracion ó de la muerte.

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