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N° 36.

OFICIO DEL PRESIDENTE DEL CONGRESO AL GENERAL BOLIVAR.

No solo el presidente que á la sazon era del congreso encargado de su poder egecutivo federal, sino todo aquel cuerpo á quien se hizo V. E. conocer por los distinguidos servicios que ya habia presentado á la Nueva Granada en el Magdalena, y que rápidamente se repitieron en Cúcuta, creyó á V. E. capaz de la empresa de salvar á Venezuela y le confió este encargo, como que en aquella época por los principios de la acta federal, el nombramiento de comandante en gefe se hacia por sus votos. Tan persuadido estaba de la actividad, sin egemplo entre nosotros, que habia manifestado V. E. de su energia, y su valor, que condecorado con el grado de brigadier puso á sus órdenes todo el egército que se hallaba en Pamplona, Ꭹ solo exigió, primero : que en un formal consejo de guerra y para asegurar la empresa, se

averiguase el verdadero estado de Venezuela, sus opiniones, fuerzas, posiciones, etc., del enemigo, para que comparadas con las nuestras, ó los medios con que podiamos superar los obstáculos que se presentasen, dirigiese la prudencia nuestros pasos; y segundo, que V. E. no internase en Venezuela sin que primero hubiese quedado asegurada la Nueva Granada, arrojando las reliquias de Correa á Maracaybo, limpiando a Mérida y Trugillo por el un flanco, y á Barinas por el otro, por su contigüedad con Cazanare.

En cuanto al primer objeto, no se tuvo el consejo de guerra por las desavenencias que comenzaron á ocurrir con el segundo del egército, el coronel Manuel Castillo, las dudas que suscitó, y concultó este sobre los oficiales que debian tener voto en el consejo y lugar de su celebracion; por la marcha que hizo el mismo á la Grita, donde se hallaba Correa, y en cuyo tránsito celebró el otro, por el grado de fermentacion á que habian venidolos ánimos, y en que ya no debia esperarse una tranquila, é imparcial deliberacion, y en fin por haberse

precipitado los sucesos de Venezuela con las ventajas de Maturin, de modo, que ya era preciso aprovechar los momentos, y todo anunciaba la oportunidad de dar el golpe, y de que las fuerzas de occidente cooperasen con las que ya triunfaban en el oriente, sin dar lugar de reforzarse y prepararse mas al enemigo. Y en cuanto al segundo, V. E. llenó todos los deseos y las órdenes del congreso, pues no se adelantó un paso hacia Caracas hasta que fueron derrotados, perseguidos, y arojados en la laguna los restos del egército de Correa, y limpia, y ocupada no solo la capital de Barinas, sino hasta Nutrias, á donde marchó Girardot, que despues regresó á incorporarse con el egército.

Por mi, confieso que jamas dudé un momento que V. E. era el libertador que la Providencia destinaba á Venezuela, y que no podia ponerse un gefe mas digno á la cabeza de esa empresa que mis esperanzas no han sido burladas, y que nunca he tenido que arrepentirme de este concepto. Declaro á la faz de la Nueva Granada, que en medio de los triunfos y la gloria que rodeaban á V. E. en la recon

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quista de su patria, nada admiré mas, que la consideracion y respeto con que trató siempre al congreso de la Nueva Granada, pues aun revestido de todo el poder de Venezuela, no hubo un paso de que V. E. no le enterase, en que no diese cuenta de sus medidas, y de sus operaciones, y pidiese sus órdenes, disculpando lo que no habian permitido egecutar de las instrucciones, los inevitables accidentes de la guerra, y el estado en que á su entrada se hallaba la república, y á que fueron consiguientes las contestaciones.

Que perdida nuevamente Venezuela, el que contesta creyó que ella existia en el general Bolivar, sentimiento que no perderá mientras él viva; sin que le hubiese pasado por la imaginacion hacerle un cargo de un accidente de la guerra, que ninguno habria evitado mejor que él, si hubiese sido posible, pues nadie ha manifestado mas consagracion, ni ha sido capaz de hacer mas heróicos sacrificios por ella.

Asi es, que llegado V. E. á Cartagena su primer paso fué comunicar al gobierno su des

gracia y su dolor, y ponerse en marcha hacia la residencia del congreso para dar cuenta de su conducta; motivo por el cual no se contestó á V. E. por entonces; pero habiendo V. E. llegado á Tunja, á tiempo que ya no estaba el que responde encargado del poder egecutivo, pero sí de la presidencia del congreso, la primera insinuacion que le hizo V. E. fué, que el objeto de su venida era responder de sus operaciones á la autoridad que le habia nombrado, y satisfacer á cualquiera cargos, pues tenia medios abundantes de hacerlo, y asi lo pedia su honor, y el del mismo congreso. Contesté entonces á V. E. que el congreso no tenia cargos algunos que hacer á V. E. y estaba bien satisfecho de su conducta; y creia que esta misma respuesta oiria del gobierno general, con quien ya debia entenderse esta materia.

En efecto, no puede darse una prueba mas decisiva de este concepto que el nombramiento que hizo en V. E. el mismo gobierno de general en gefe de la importante espedicion que ya meditaba sobre Santafé, y que tan felices resultados, ha tenido. Que sirva pues este testi

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