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Intimacion que el capitan general don Francisco Montalvo dirigió al gobierno de Cartagena.

La inicua y casi total ocupacion del territorio español en Europa por las tropas de Bonaparte en 1808, y el modo pérfido con que hizo este

X.

conducir al rey y su real familia prisionera á Francia, produjo en las provincias de América el temor de que tal vez iban á ser envueltas en la propia desgracia que la metropoli.

Fue consecuente à esto creer que debian tomar las medidas convenientes al fin de asegurar su existencia politica y para ello se declararon algunas separadas de los gobiernos que sucesivamente se formaron en la Península, siempre bajo el debido reconocimiento y homenage á su magestad el señor don Fernando vii de Borbon. Mas Cartagena, que por un clamor popular llegó á declarar la absoluta independencia, la limitó despues en una convencion formal compuesta de diputados elegidos nominalmente, « segun la suerte de la Europa en la actual contienda, y del monarca español en su cautiverio. »

No es del caso discurrir sobre si pudieron conservarse mejor las provincias disidentes bajo las repectivas autoridades á cuyo cargo estaban en aquellos momentos, ó si en efecto debieron constituirse en gobiernos provisionales é independientes entre sí; porque la total

variacion de circunstancias del dia, ha hecho inútil semejante cuestion.

La misma injusticia con que fué invadida la Peninsula bastó para exaltar el espiritu noble y guerrero de la nacion hasta el entusiasmo : y á fuerza de sacrificios heróicos sin interrupcion, hemos visto salvada la madre patria, contra los cálculos de los que suponian irremediable su pérdida, é imposible el deseado bien de la libre restitucion de nuestro soberano al trono de sus mayores.

Los soberanos de la Europa estimulados del egemplo que les presentaba tan estraordinaria constancia, enseñados de otra parte por una larga serie de desgracias, y convencidos del inminente riesgo en que estaba la libertad del mundo próximamente amenazada por Bonaparte, se persuadieron que habia llegado el tiempo, o mas bien que era ya de precisa necesidad para su conservacion el reunirse entre sí bajo un solo principio y objeto, á saber: << La buena fe de los convenios, y el esterminio del enemigo comun. »

Una victoria tras de otra, condujo á los

soberanos aliados á la capital de Francia, y el senado por fin espidió, en cuatro de abril, su decreto de espulsion contra el tirano y su dinastía, únicos estorbos para la paz universal, y al mismo tiempo el restablecimiento de los Borbones al trono, como el medio mas propio de afianzarla.

Desde este momento feliz, convertidos los aparatos de guerra en acciones de triunfo y amistad, los grandes príncipes empeñados solemnemente en la tranquilidad general, no han pensado ni ocupádose mas que en la conciliacion y arreglo final de los intereses mutuos de las potencias, que consiste en la reposicion del equilibrio al estado en que se hallaba antes de las usurpaciones y desmembraciones que resultaron de las empresas del ambicioso conquistador.

Tan nuevos é inauditos acontecimientos, cuyos importantes resultados deben refluir hasta el último punto del globo, demandan imperiosamente de los que como V. S. dirigen la opinion de los pueblos, un nuevo modo de pensar y de obrar. Si antes el temor de pasar

å dominacion estrangera, autorizó en algun modo á las provincias disidentes á tomar por· si medidas de seguridad; hoy que ha cesado aquel motivo, todo ha vuelto o debe volver naturalmente por un retroceso uniforme á su antiguo estado. Tal es el orden de los sucesos politicos; tal el medio en que como único han convenido de concierto todos los reyes para alcanzar la paz durable á que aspiran, y tal el voto indicado por el pueblo de Cartagena en su convencion general á que no pueden contravenir sus gobernantes sin la nota de tiranos; ó sobre que no pueden determinar sin nueva convocatoria para decidir de su suerte al tiempo de una crisis en que se reservó hacerlo. Yo, pues, en obsequio del bien y perpetuo reposo de los habitantes de Cartagena, tengo la satisfaccion de dar el primer paso para su reconciliacion con la metrópoli.

Este paso á que era de esperar se anticipasen los promotores de los actuales distubrios, no creo, ni en el concepto de ningun hombre sensato puede haberse detenido por parte de ese gobierno, sino por dudar en que términos

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