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riquezas e industrias, no puede uno menos de admirar ese espíritu de trabajo y resolución al que se debe la enorme prosperidad de que disfruta.

Pero mientras este desarrollo se efectuaba, los grandes centros industriales, monetarios, comerciales de Europa extendían sus relaciones ya de muy antiguo establecidas en todos los pueblos de la América Española, abrían nuevas casas de comercio, y con estos nuevos créditos a los comerciantes y productores de allí, cuyos gustos y necesidades estudiaban, cuyos caprichos satisfacían complacientes, cuyas costumbres respetaban, cuya sociedad frecuentaban en términos de igualdad y camaradería, y con cuyas familias se enlazaban fundando nuevos hogares honorables y respetados.

Para esta conquista comercial y social se contaba con un arma poderosa, el conocimiento de la lengua española, el idioma de la mayoría de los países de la América del Sud. Era el español el que servía para las necesidades del tráfico comercial, el que se empleaba para conservar las relaciones sociales, el vehículo del pensamiento a través del cual se conocía la naturaleza íntima de pueblos de otra raza y de otras costumbres.

Y como se entendían unos y otros, fueron desapareciendo. desconfianzas y suspicacias, y naciendo simpatías, amistades y respeto mutuos, y se establecían créditos y se facilitaban las operaciones mercantiles. Debido a estas relaciones y el deseo, estimulado por el comerciante extranjero, de hacer viajes a Europa, los comerciantes de la América Española enviaban luego a sus hijos a educarse en aquellos centros de cultura.

Con este sistema se hacían más fuertes los lazos de amistad entre unos y otros, y se iba imponiendo poco a poco la cultura moderna europea en el corazón de nuestras sociedades, de origen europeo ellas mismas, en nuestras costumbres, en nuestra literatura, y como consecuencia inevitable, nuestras relaciones de comercio se extendían y hacían más importantes.

Desde hace cerca de treinta años, en realidad desde que se celebró en Washington el Primer Congreso Panamericano, convocado por James G. Blaine, a la sazón Secretario de Estado de los Estados Unidos, comenzó a tomar cuerpo en este país la idea de fomentar el comercio con la América Española. La llamada entonces Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas-hoy Unión Panamericana-fué creada por ese primer Congreso a propuesta del delegado

de Colombia, con el objeto de facilitar datos e informaciones comerciales y financieras de todo género acerca de todos los países del hemisferio americano.

Cómo ha cumplido la Unión Panamericana, no hay para que decirlo, basta citar el hecho de que las conferencias subsiguientes la han reorganizado dos veces, a medida que ha ido creciendo y cobrando dignidad la institución, que hoy cuenta con un edificio propio, para cuya construcción contribuyó generosamente el filántropo Carnegie, lo mismo que todas las repúblicas del hemisferio americano, las cuales acuden con una subvención anual a su mantenimiento y mejora.

El Palacio de la Unión Panamericana en Washington, además de su valor moral, puesto que representa nobles ideales de paz, confraternidad e igualdad, es una de las joyas arquitectónicas de la Capital de los Estados Unidos, sin rival ni parecido en el país. Hoy tiene en su biblioteca 40,000 volúmenes acerca del movimiento legislativo, económico, comercial, industrial y político de las 20 repúblicas de la América del Sud, su historia y mucho de su literatura. Publica mensualmente, en cuatro ediciones separadas, un .Boletín en español, inglés, portugués y francés, que son las lenguas de las Américas, y tiene un personal muy competente para la información, el cual está al servicio de cuantos solicitan datos relativos a los 21 países que componen la Unión. Con los elementos que allí existen podemos seguir paso a paso el desarrollo de las relaciones, de todo género, entre los Estados Unidos y el resto de las naciones de América. Así cumple la Unión Panamericana la propaganda que le está encomendada; pero ésta no estaría completa sin la gestión personal, incansable del Director General, el señor Barrett, que no pierde ocasión de dar a conocer, ya de palabra, ya por escrito, el tesoro de riquezas y oportunidades que para el fomento de la política de la mejor inteligencia y del comercio y el bienestar material de todas las repúblicas, existen en cada una de ellas.

Convencida de la necesidad urgente de acercar más y más cada día a todos los pueblos del continente americano por medio de vínculos que no sean solamente los creados por el intercambio de mercancías y de capitales, no ha cesado la Unión Panamericana de promover de cuantos modos ha podido el establecimiento de otras corrientes sociales que se resuelvan en sentimientos de verdadera simpatía, en

aprecio sincero, del valor moral y de la cultura de pueblos que, si son de diferentes razas y lenguas, tienen los mismos ideales y viven en el mismo hemisferio..

Estos anhelos han hallado eco simpático entre los hombres de buena voluntad y visión serena de toda la América, y así hemos visto sucederse, con sede en distintos países, reuniones internacionales, importantísimas, de órden general como las llamadas Conferencias Panamericanas, y congresos panamericanos médicos, científicos, comerciales y financieros, escolares y otros. En estas reuniones, a donde han concurrido hombres eminentes de cada una de las naciones de América, aportando cada cual la más alta expresión de cultura del país que representa, se han formado nuevas amistades, se han discutido problemas de interés científico, jurídico, económico, bajo diferentes aspectos, según la necesidad de cada cual, estableciendo bases de mayor acercamiento y de esa igualdad que debe existir entre pueblos que la Naturaleza ha puesto en un mismo continente, que tienen rasgos históricos en común, y comparten los mismos ideales políticos, que pueden servirse mútuamente para su mayor provecho y bienestar material.

Las Conferencias Panamericanas han recomendado, como vía de mayor acercamiento, la fundación de una Oficina de Educación en Washington encargada de buscar y establecer las bases de una corriente educativa entre los pueblos de América de lenguas derivadas del latín y el de habla inglesa. En este programa entra naturalmente la popularización del estudio del castellano y el portugués en los Estados Unidos, y del inglés en la América del Sud, y el mejor conocimiento de la historia, la literatura y la vida de nuestros pueblos todos.

La guerra europea ha venido a entorpecer el desarrollo del plan, como lo recomiendan los Congresos Científicos Panamericanos. Pero en el empeño de cumplir hasta donde sea hacedero con recomendaciones de tanta importancia, en la Unión Panamericana de Washington se ha creado una Sección de Educación, la cual ha venido trabajando por establecer las bases de un verdadero intercambio escolar y educativo en lo que algunos llaman PanAmérica. Hasta hoy se ha logrado conseguir que 50 instituciones de los Estados Unidos ofrezcan instrucción gratuita a estudiantes sudamericanos que llenen las condiciones reglamentarias para ingresar a aquellos planteles de educación, y durante

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el año que va a comenzar, ya más normalizada la situación mundial, algunos estudiantes vendrán a este país, debido exclusivamente a los esfuerzos hechos por la Sección de Educación.

Ha sido materia de interés y correspondencia de la Sección el fomentar el estudio del español en los Estados Unidos y el inglés en la América Hispana, a fin de qua más adelante se pueda establecer un intercambio de estudiantes y profesores para cimentar mejor nuestras relaciones de todo género.

Además de las dificultades económicas con las cuales se tendría que luchar para establecer este canje de estudiantes y profesores, una vez obtenido el cambio, es materia de importancia inestimable el conocimiento del español por parte de los que en los Estados Unidos hubieran de beneficiarse de las lecciones y conferencias de los profesores de canje. También el conocimiento del idioma facilitaría desde luego el trabajo de los estudiantes que fuesen a la América Hispana. Pero se me ocurre que si tal sistema de canje se ha de poner en práctica, los primeros llamados a gozar de esas ventajas habrían de ser los maestros de español, que con buen conocimiento de la lengua podrían ir a perfeccionarse a Sud América, mientras enseñan allí el inglés o alguna otra materia en inglés.

Y al llegar aquí me viene al recuerdo una creencia que algunos maestros de español parecen alimentar, no sé si por el deseo de distinguirse de los demás o porque en realidad así lo crean; hablo de la ocurrencia de que el español que se habla en la América Hispana es distinto del que se usa en la península española. De aquí que algunos crean que sea necesario enseñar el idioma como se habla en Sud América, en vez de la manera como se habla en España, mientras que otros opinan lo contrario.

Como no he venido a esta grata reunión a entrar en discusiones filológicas, me limitaré a consignar en rasgos generales lo que ya sabéis todos, que el español no es más que uno; que las diferencias que puedan existir en el empleo y aun en la diversa significación de algún vocablo es obra del uso, del medio ambiente y a veces de la ignorancia; que el idioma escrito es uno mismo y las variantes que se hayan podido introducir en la ortografía son de tan ligera importancia que cualquiera las comprende; que en cada uno de los países de la América Hispana hay de uso diario y corriente palabras de origen local, que los españoles conquistadores aceptaron desde luego, o bien porque los nativos las entendían o porque ellos mismos

no conocían otro equivalente, ya por ignorancia, ya porque no existiera por aplicarse a algo nuevo que en España no había; que la América Hispana no fué poblada por españoles de un mismo pueblo, sino que acudieron a ella vascos, andaluces, castellanos, aragoneses, catalanes, en fin, de todas las provincias de España, y dejaron allí sus modos de decir, su manera de pronunciar; y por último, que si aplicamos igual razonamiento al inglés tal y como se escribe y se habla en Inglaterra, madre del idioma, y en cada una de sus colonias y dependencias, en los Estados Unidos y cada uno de los estados que lo componen, tendremos iguales diferencias de palabras, pronunciación, y ortografía.

El español clásico es uno, y de estudiar un idioma se debe aprender el que consagra como bueno el uso de los doctos; lo demás es cuestión de detalles, a veces demasiado pueriles para merecer importancia.

Supongo que la mayoría de los que estudian español lo hacen más desde el punto de vista comercial que del científico. La América Hispana, que siempre ha ofrecido un campo fértil y productivo para los que han sabido explotarlo, sólo aguarda la industria, el capital, el esfuerzo del que quiera desarrollar sus riquezas. Para lograr ese fin es el español elemento de absoluta necesidad, y si antes lo ha sido. más lo es hoy, pues allí está el campo en donde el comerciante y el banquero han de hallar cuanto se necesita para esta nueva era de progreso y reconstrucción que ha de venir después de la guerra. El que vaya a la América Hispana, si conoce el español, obtendrá ventajas que no puede alcanzar el que ignore el idioma, por más que sea una maravilla, un genio en el arte de hacer negocios.

Para estrechar las relaciones que existen entre los Estados Unidos y los países de habla española, tenéis vosotros un elemento poderoso y principal, la enseñanza del idioma que abrirá a quienes lo posean las puertas de los hogares y el corazón de los habitantes de todos los países que tienen y conservan con orgullo la lengua de la cual dijo Carlos V que había sido hecha para hablar con los dioses; aquélla en que se ha escrito el libro más humano y hermoso de las edades, "El inmortal Don Quijote"; en que se han cantado las hazañas del primero de los Capitanes, "El Cid"; que ha servido para consignar la historia del descubrimiento y la conquista de un continente. Lengua que por su flexibilidad, su armonía, su belleza, es como un instrumento músico que da todos los matices de la gama

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