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Estos hombres astutos se valieron entonces de los reyes para hacer sancionar por ellos las conquistas materiales y morales de la revolucion, y para hacer disculpar todos sus crímenes. En la restauracion de Henrique IV y en la de Carlos II, los regicidas fueron esceptuados de la amnistía; en la restauracion del monarca hermano de Luis XVI, no solo no fueron estos escluidos del indulto , pero aun se hubiera creido hacerles un agravio, ¡que digo! una injusticia, con ofrecérselo. Estos, segun los nuevos principios, habian juzgado el depositario del poder ejecutivo en nombre del pueblo soberano; y un soberano siempre puede condenar licitamente á un súbdito suyo. Todos los reyes de Europa vinieron á Paris, y segun el sistema establecido por sus consejeros (46), los jueces de su hermano continuaron á disfrutar allá de una recompensa de 36 mil francos anuales.

Ciento y diez y nueve fueron los facciosos estrañados de Paris al regreso de Henrique IV. Y cuando la restauracion de Luis XVIII, insiguiendo los principios modernos de la política europea, no solo quedaron en Paris los regicidas sí que tambien los ministros y los agentes mas decididos del usurpador, conservando todas sus relaciones en las provincias. Bonaparte pudo gobernar á la Francia desde la isla de Elba; y por fin desde las costas de Provenza vino á Paris por sus pasos contados, cual soberano que despues de haber visitado sus provincias regresa á su capital. Y si aquel hombre de desgracias hubiera cesado de existir en aquella época, ó si desde luego se le hubiera confinado en Santa Elena; otra conspiracion mas dilatada y mas temible hubiera atacado á la monarquía. Hemos oido á M. de Lafayette manifestando desde la tribuna* su sentimiento, de que el fatal *Sesion de 4 de Junio 1821. V. el Monit.

desembarco (de Bonaparte en Provenza) hubiese estorbado los impulsos de otra resistencia mas ventajosa.

En vano dirigió M. Burke, veinte años atrás, á los reyes de Europa, aquellas palabras que aun hoy dia conviene recordarlas cuando está para consumarse la restauracion de España: servirán á lo menos para refutar un sistema acreditado por los mismos estadistas de la patria de aquel célebre publicista; pero que, por fortuna, estan muy lejos de profesar los gabinetes del continente.

Algunos hombres eminentes parecen temer que la monarquía francesa cobre despues de su restauracion un grado de fuerza dañosa á la libertad de sus súbditos, y á la seguridad de las demas naciones. En consecuencia opinan que no conviene restablecer la autoridad de aquella monarquía, sino con ciertas modificaciones..... El plan que hoy siguen las potencias aliadas tiene evidentemente por objeto el aniquilamiento total de su poder. Tambien han resuelto destruir toda la fuerza de su gobierno interior, conservando, sin consideracion alguna por el interes de aquel reino, una parte de las disposiciones que hoy existen bajo el sistema jacobino por medio de que aquel gobierno quedará reducido casi á nada, y recaerá sin remedio en su anterior confusion.

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« Si detenernos los trámites de la justicia en favor de los asesinos, dejaremos, en lo por venir, á la inocencia espuesta á la ferocidad de unos hombres desalmados: y por mas que vigilemos al arreglo de la constitucion, las disposiciones sanguinarias de aquellos no dejarán de surtir sus efectos naturales.

* Observaciones sobre la política de las potencias aliadas relativamente á los negocios de Francia, empezadas en Octubre de 1793.

... Todos aquellos que cooperen con zelo y actividad al restablecimiento del órden y del gobierno legítimo, tienen derecho á la amnistia. La aceptacion de los servicios de un culpado incluye el perdon de su delito. Mas me temo mucho que sea bien corto el número de estos..... Es preciso que se haga justicia, se necesitan escarmientos para consolidar la paz y la seguridad públicas.... No se les castigará por haber ofendido á las leyes políticas y civiles, mas por haber que brantado las de la naturaleza. En esta lista vienen compren didos todos aquellos que han llevado sus manos sacrílegas sobre la persona de su rey... todos los que han participado el asesinato de la reina y de la prineesa Isabel, y que han tenido encarcelado al rey jóven y á su augusta y desgraciada hermana; todos aquellos que á sangre fria han cometido atroces homicidios, y singularmente los jueces de los tribunales revolucionarios, que con tanta insolencia se burlaban de los principios de la equidad natural, y hasta de sus pretendidos derechos del hombre; todos aquellos que han demolido las casas ó las iglesias, y generalmente todos los cabecillas de los clubs jacobinos.

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En estos procesos deberán considerarse con madurez todas las circunstancias que pueden minorar al delito : no se opone la indulgencia á la justicia; antes forma una parte esencial de la misma, tan necesaria en las causas criminales, como lo es la equidad á la ley en las civiles. Los jacobinos solos son incapaces de perdonar; no se puede eitar ni un ejemplo del contrario. Con estos temperamentos, deberá ser una de las primeras ocupaciones de la autoridad, el seguir las causas de estos infames. Si se descuida esta providencia, ANTES DE UN AÑO, será otra vez deribado el gobierno. ¿Como se puede pensar que unos hombres ascendidos desde la clase mas ínfima de la sociedad á la cumbre

del poder, y que lo han ejercido con tanta barbaridad vuelvan á su oscuridad, y sean súbditos laboriosos y útiles? Esto es absolutamente imposible. Y por otra parte, ¿es de creer que un súbdito virtuoso, fiel y valiente, despues. de haberse restituido á su habitacion, medio demolida ó quemada, sufra con paciencia la vista del malvado que habrá degollado á sangre fria á su padre, á su herinano, ó á su esposa y tal vez á toda su familia, como hay muchos ejemplares? Esto fuera exigir demasiado de un hombre..... Un gobierno no puede ser considerado como tal si no hace justicia á los oprimidos á quienes priva el hacérsela por sí

mismos.

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. Bien sé que aquellos que se interesan medianamente á las desgracias agenas, quisieran confundir en una misma masa á los criminales y á los inocentes por medio de una amnistía general, y que estos disimulan su bárbara indiferencia, bajo el nombre respetable de la humanidad.

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.....

No deja de ser estraño que, á proporcion que la faccion regicida va multiplicando sus crímenes y sus atrocidades, parece que se disminuye el deseo de infligirle unos castigos proporcionados á sus furores, y que se aumenta la disposicion de los ánimos á conceder una amnistía general..... Cuando la maldad viene investida de la fuerza del poder, parece que en algun modo cambia de naturaleza, y sale de nuestra jurisdiccion. Mucho me temo que sea este modo de pensar el mas comun..... .... Pero otra causa hay que contribuye aun con mas eficacia á la impunidad de los grandes delincuentes; y es, el deseo que tienen todos los hombres investidos del poder, de disfrutar de él con comodidad. La pereza es, y no la humanidad, la que sugiere esta clase de amnistías..... La idea de clasificar á los delincuentes, de establecer una distincion entre los grados del crímen,

crímen, entre los gefes y sus agentes, entre los seductores y los seducidos, entre los hombres pérfidos y los crédulos, les presenta un laberinto inestricable que espanta su imaginacion. (47) Sin embargo, si emprendian esta tarea, pronto conocerian que es menos complicada de lo que suponen, y cuan poco sangrienta fuera su ejecucion. Sin duda se tendrian que infligir penas capitales, pero muy pocas visto el número de los delincuentes y la estension de la Francia; habria algunos condenados á la deportacion, y otros á los trabajos para restaurar lo que han destruido, otros á la detencion y al destierro; pero si no se hace un escarmiento, si no se castiga á los mas culpables, está perdida la justicia y la seguridad en Francia y aun en tođa Europa.....*»

La Europa ha visto cumplidas las predicciones de la sana razon, espresadas por M. Burke. El triunfo completo que los soberanos aliados han proporcionado á los revolucionarios de Francia en 1814, y que han afianzado con su influjo pode. rosísimo y aun con sus mismos actos, hasta la época del congreso de Aquisgran en 1818; y esta especie de sancion, dada por todos los reyes á los principios de la revolucion francesa, ha sido la causa principal y puede decirse la única, de las revoluciones de España, Portugal, Nápoles y Piamonte. Los conjurados han emprendido estas revoluciones con plena seguridad. ¿Han necesitado dinero para sobornar soldados? los capitalistas de todas las partes de Europa han ofrecido sus caudales. Estos calculadores hábiles se han dado prisa en tomar sus garantías sobre el producto de los asesinatos presentes y futuros, sobre el despojo de las iglesias y de las familias mas respetables, y todo esto con toda seguridad, sabiendo que por un derecho público nuevamente

La Europa lo ha querido. V. la nota citada, p. 203.

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