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y no hablaba de sus enemigos sino para compadecerlos y perdonarlos. Todas las semanás escribia á sus hijas, pero ni aun siquiera podia desahogar con ellas sus sentimientos maternales porque sabia que esta correspondencia era cuidadosamente leida por los carceleros de las ilustres huérfanas antes de llegar á su destino. El Cielo parece, en fin, apiadado de su infortunio, permitiéndola abrazar á los pedazos de su corazon quiera él tambien que esto sea para la ventura de España.

J. F.

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THENEW YORK PUBLICLIRARY

ASTOR, LL
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D. SALUSTIANO DE OLOZAGA.

EN uno de los dias de 1820, al comenzar la segunda época constitucional, ocurria en Madrid esta picante anécdota. Cursaba filosofía en los estudios de Doña María de Aragon un muchacho despierto y travieso como pocos; segun tenia de costumbre; pero esta vez mas á las claras, anduvo escaso de respetos con el padre catedrático; mandóle el fraile que se pusiera de rodillas á vista de sus condiscípulos en castigo de tamaña falta, y él, en vez de cumplir la penitencia, se escapó jurando venganza á su maestro. Y se vengó muy pronto; acudió aquella misma noche al café de Lorenzini, reunion de patriotas fogosos y entusiastas, mas ricos de pulmones que de juicio, que se entretenian con pasmosa gravedad en arreglar nuestros negocios y los negocios europeos. Encaramóse el muchacho sobre una mesa; habló larga y patéticamente de sus cuitas; escitó contra los padres al inflamable concurso; se ostentó como víctima de atropellamientos anticonstitucionales y tiránicos, y merced á su despejo y facundia, mayores de lo que podía esperarse de sus pocos años, concluyó por sublevar contra los malaventurados padres á todo el auditorio. Supiéronlo aquellos, y

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